en las que ejerció notable influencia sobre la opinión pública y los votantes, y por las cuales también enfrentó acusaciones criminales, entre otras, por la filtración y uso indebido de datos personales de Facebook para campañas electorales, violando las políticas de privacidad de la información.
Investigaciones del Parlamento británico revelaron que la compañía diseñó campañas de desprestigio en algunos procesos electorales (por ejemplo, en la Argentina) e influyó en la campaña para la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Sus prácticas incluían la selección parcial y distorsionada de la información, la difusión de noticias falsas (“fake news”), la utilización del periodismo de guerra (o guerra informativa), la manipulación psicológica de la audiencia, la desacreditación de personalidades públicas, las falsas denuncias por corrupción (“lawfare” o guerra jurídica) y el empleo de agentes de inteligencia.
II Escenarios del odio
(“La paja se quemará con el fuego que no se apaga”, Lucas 3, 16)
La crisis y posterior guerra del Golfo de 1990-1991 incluye lo que puede considerarse un hito en las guerras de nueva generación posteriores a la Guerra Fría: el despliegue mediático llevado a cabo por la cadena CNN sobre dicho conflicto, transmitiendo “en vivo y en directo”. Ese momento histórico crucial y el desarrollo de las nuevas redes precipitó aún más el auge del terrorismo internacional, ávido de puestas en escena espectaculares y golpes publicitarios.
Un caso emblemático es el del pretendido Estado Islámico o simplemente ISIS o DAESH, que en las zonas donde ejerció el control fue brutal a nivel represivo con la instauración de la Sharía, como también destacó por su despliegue mediático y propagandístico a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes informáticas: “(…) Internet, el medio de comunicación por excelencia, tiene la capacidad de distorsionar la realidad y minar la confianza en las instituciones (…)”. (Sifuentes, 2018).
Un ejemplo concreto es el del periodista y fotógrafo profesional inglés John Cantlie, colaborador en el aparato propagandístico de Daesh con algunos artículos y videos, entre ellos, la serie Préstame tus oídos, así como el diseño de impactantes “puestas en escena” (plagios incluidos) por parte de aviesos productores de Hollywood cuya participación ya está harto comprobada en las películas filmadas en Raqqa, otrora capital siria del grupo terrorista (Los estudios del terror, 2020).
Sostiene Chamorro (2015) que “el éxito del entramado propagandístico de Daesh se cimienta en el carácter viral de las redes virtuales”. La creación del llamado Cibercalifato, un grupo de crackers afines a la causa del Daesh, ha permitido potenciar las principales actividades de las organizaciones terroristas (captación, reclutamiento, adoctrinamiento, adiestramiento, formación o financiación), para lo cual el Estado Islámico parece estar “priorizando la captación de jóvenes europeos con conocimientos y formación en nuevas tecnologías con el objetivo de alimentar su propio ciberejército” (Chamorro, 2015). La idea del actual Ciber Califato Unido es profesionalizarse en el uso del malware y otras herramientas para realizar ataques más complejos a bancos, empresas, gobiernos y medios de comunicación, así como, en un posible y no lejano futuro, los sistemas que proveen de electricidad, agua, controlan el tráfico o las centrales nucleares, es decir, las actualmente llamadas “infraestructuras críticas”.
Aquella situación ha sufrido un vuelco considerable a partir de la derrota militar de la organización en los distintos teatros de operaciones en los cuales participó (Siria, Irak) y que, socavada toda su estructura, actualmente apenas subsiste dispersa, y más aún después de la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil española, y en el marco de una colaboración global de la información obtenida que se compartió con otros siete países, que logró desbaratar en abril de 2018 una de las más extensas redes informáticas de propaganda terrorista del mundo. Con la coordinación de Europol (policía de Europa), intervinieron también las fuerzas policiales de Bélgica, Bulgaria, Canadá, Estados Unidos, Francia, Países Bajos y Reino Unido. De esta manera fueron desmanteladas la agencia de noticias Amaq, la radio Al-Bayan y dos medios digitales, destruyendo en su (casi) totalidad la capacidad propagandista de Daesh. Se suma a todo esto la muerte en 2019 de su líder, el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi.
Señala el periodista Eric Schmitt que para julio de 2018, “ISIS ha perdido casi todo el territorio que tomó en 2014 en Irak y Siria. Muchos de los líderes de alto rango han sido abatidos, pero los funcionarios advierten que el grupo aún puede recurrir a las redes sociales en busca de adeptos para perpetrar ataques donde quiera que estén”.
Luego de sus derrotas militares en Siria e Irak, Daesh, así como Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), han crecido ostensiblemente en África llegando a la cifra de varios miles de combatientes, siendo el continente africano una de las zonas más atacadas luego de países como Afganistán y los ya mencionados Siria e Irak, y con mayor número de víctimas que Europa. “El terrorismo cambia, pero sigue presente”, señala Schmitt, siempre reagrupándose, como lo hizo el Estado Islámico en 2013, “surgiendo de las cenizas de Al-Qaeda en Irak”. Según advierte el Pentágono en un informe de 2020, el Estado Islámico se está apoderando de franjas de África como lo hizo en Siria e Irak con tácticas muy violentas. Sus actividades abarcan ya 13 países, disputándole territorios a Al-Qaeda.
Por el momento se podría apuntar a que los futuros escenarios se presentan muy complicados o complejos. Más allá de Al-Qaeda, nuevos grupos integristas islámicos surgen o se conforman en redes esparcidas por todo el mundo (por ejemplo, Boko Haram, la red yihadista que opera en Nigeria, Camerún y Chad y que está considerada peor que Daesh), pero es Al-Qaeda la que ha sabido capitalizar esta situación, atrayendo e integrando esos nuevos grupos que están tomando notoriedad.
Al-Qaeda cuenta con presencia en diversas regiones del mundo con más de veinte grupos, en Yemen (su actual base de operaciones), Egipto, Somalia, Mali y parte de Argelia, así como en Afganistán (donde naciera impulsada por Osama Bin Laden), Pakistán, India, otros países de Asia y Rusia. América Latina ha sido copada por Hezbolá, grupo vinculado al crimen organizado y las narcoguerrillas y con amplia difusión ideológica.
Con plena vigencia, el azote terrorista provoca, según las estadísticas de los diversos centros de estudios que siguen sus actividades en el plano internacional, incontables víctimas fatales por año, distribuidas en unos 80 países.
La búsqueda de soluciones para enfrentar este flagelo ha impulsado diversas estrategias contraterroristas adoptadas por entidades como la Organización de Naciones Unidas a través de su Oficina de Lucha contra el Terrorismo y su Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento, así como el Grupo de los Siete (G7) y el G20 aprobaron paquetes de acciones concretas y prioritarias en apoyo de otras instituciones que incluyen “el incremento del intercambio de información sobre potenciales lobos solitarios; la lucha contra la financiación de las redes terroristas; la eliminación de santuarios; la denegación del uso de internet y redes sociales para actividades de esas organizaciones violentas”, y otras. “Además se le asigna un rol preponderante a la iniciativa privada, particularmente en la revisión y eventual bloqueo de contenidos radicalizados en internet y las redes sociales, y en el desarrollo de un nuevo software que permita realizar esas tareas de manera rápida y eficiente”.
También se han implementado medidas contraterroristas en la red, como la del Proyecto Contra el Extremismo del Foro Global de Internet, cuyo objetivo es eliminar la mayor cantidad de cuentas y restringir las actividades de reclutamiento y radicalización yihadista en las principales redes sociales de internet, y en las que participan Google (YouTube), Facebook, Twitter y Microsoft.
En