rechazar si no quieren aparecer como unos irresponsables ante la sociedad española. Los trabajadores renunciarán temporalmente a ocho puntos del valor adquisitivo de sus salarios (se establece que los incrementos salariales no podrán superar el 22 %) a cambio de un programa inmediato de reformas democráticas y mejoras sociales, que incluyen la promesa de un futuro estatuto de los trabajadores. Los Pactos de la Moncloa, que no se cumplirán en su integridad, vienen a ser la concreción material de la política de reconciliación nacional de 1956 y serán la imprescindible pista de despegue de la Constitución de 1978.
Dolores Ibárruri quizá no está en el secreto de los movimientos tácticos que se avecinan en verano del 1977, pero no la debemos confundir con una figura decorativa. Con toda su leyenda a cuestas, ella ayudará a legitimar ante militantes y electores la política de responsabilidad y moderación que caracterizó a los comunistas en aquellos años. La vieja dama de negro no expresó ninguna discrepancia, ningún gesto que pudiera entenderse como una señal de disgusto. No enmendó nunca a Carrillo en los años transitivos y saludó con lealtad a sus sucesores, Gerardo Iglesias y Julio Anguita. Pudo sentirse atraída por la escisión prosoviética de 1984 (el veterano dirigente Ignacio Gallego al frente del Partido Comunista de los Pueblos de España). Sus camaradas soviéticos se lo habrían agradecido: el pequeño PSUC ya había saltado por los aires y la escisión del PCE era toda una seria advertencia para el Partido Comunista Italiano, al que Moscú trataba con más respeto, porque contaba con un millón de afiliados y movía el 30 % de los votos en el país más importante de la Europa mediterránea. Pasionaria se mantuvo fiel a las siglas de toda su vida, severamente castigadas en las elecciones generales de 1982, que significaron la gran entronización de Felipe González como dirigente de la España moderna que pronto sería admitida en la Comunidad Económica Europea y que, evidentemente, no saldría de la OTAN. Podía haberse dejado llevar por una radicalización de la nostalgia, pero su personaje pesaba demasiado y ella tenía conciencia de esa dimensión. Pasionaria pertenecía más a la historia de España que a los coletazos de la Unión Soviética, atrapada en la guerra de Afganistán y ahogada por el volumen de un gasto militar que ya no podía soportar. La Guerra Fría la iban a ganar los Estados Unidos.
Adolfo Suárez, destronado por los suyos en 1981, empezó a ser beatificado en España el día que perdió la memoria. Dolores Ibárruri administró con mucha prudencia sus caudalosos recuerdos, como queda reflejado en un calibrado libro de memorias publicado en 1984 con la inestimable ayuda de su fiel secretaria, Irene Falcón. El libro, cuya aparición coincidía con la escisión prosoviética, concluía con un llamamiento a la unidad de los suyos: «Nuestra división solo puede favorecer a las fuerzas reaccionarias». Pasionaria se apagó en 1989, dos años antes de la disolución de la Unión Soviética, dejando detrás de sí un mito potente y borroso. Creo que este libro del historiador Diego Díaz ayuda a entender el personaje desde una mirada muy actual. Estamos ante una narración rigurosa y honesta, muy comprensible para las jóvenes generaciones. Más que una revisión del mito, este libro propone un mejor entendimiento del personaje. Este libro no se rinde a la leyenda.
La inesperada vida de Dolores Ibárruri Gómez. La historia de un ama de casa de Muskiz, madre de seis hijos, de los cuales solo dos llegarían a la vida adulta, que se convirtió en símbolo del movimiento comunista internacional. El equívoco de un apodo (Pasionaria) que funcionaba como un cañón. Semana Santa de 1919. Conforme a su educación católica, eligió ese nombre, tímidamente, para firmar sus primeros escritos en la prensa obrera, para que sus padres no se enterasen. Tenía veinticuatro años. Pasionaria creció y la historia convirtió aquel pseudónimo cuaresmal en un fortísimo signo de rebeldía: una mujer apasionada que convocaba a la lucha por la emancipación femenina y la revolución.
Pasionaria y la Pirenaica. Dos mitos de la noche más oscura. Figura materna y protectora de la España vencida en 1939, voz vibrante en las ondas interceptadas, mientras Franco desataba una represión sin límites, ejecutando un programa fríamente trazado. Había que aniquilar al enemigo. La madre y el drama de España. España y la madre. En la defensa a muerte de la patria, de su patria, el generalísimo proyectaba la defensa de su madre, abandonada por su padre.
Matria y patria, he ahí la discusión.
ENRIC JULIANA
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