Cecilia Sorace

Milagros


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pasaba la posta.

      Con lo que nos había dicho Héctor, hicimos la cuenta para atrás y decretamos el 15 de mayo de 1998, como el día de tu nacimiento.

      Al principio dormías en una cajita con diario para darte más calor, según sus indicaciones, obviamente no podíamos bañarte y tu cuerpito aún tan chiquito estaba lleno de pulgas, algo que fue bastante difícil de controlar ya que no podíamos hacer nada más que sacártelas con la mano hasta que estuvieras más fuerte. Solo podíamos cepillarte o mejor dicho peinarte, con el peine fino de los chicos para piojos, y asi sacar la mayor cantidad de pulgas posible, que, las desgraciadas, como se notaban perseguidas se iban a tu cabeza y se metían entre los ojos, lugar donde no podíamos pasar el peine. Esa fue una imagen difícil de borrar y que me daba mucha bronca.

      Al principio llorabas atrás de la puerta de la cocina cuando te dejábamos para irnos a dormir. Se sentía el llantito chiquitito y no podíamos hacer nada porque las consignas había que respetarlas si queríamos que siguieras en casa, pero creo que durante ese tiempo todos teníamos el sueño liviano y siempre había una excusa para bajar.

      No fue difícil tu adaptación, siempre fuiste muy sumisa y sin dudarlo hacías caso a lo que te pedíamos y esperábamos de vos.

      Fueron días muy lindos, inolvidables te diría, porque todos hacíamos caso “a todo” con tal que nos dejaran pasar tiempo al lado tuyo.

      Todas las demás consignas se cumplían con rapidez y sin protestar, porque para todos lo más importante era estar con vos para dar y recibir tu amor y tu alegría.

      En muy poquito tiempo ya formabas parte de nuestras vidas!!!!!!

      Vos con nosotros

      Los primeros tiempos fueron hermosos, le diste a nuestra familia un brillo que le faltaba, aunque éramos felices, tu llegada, fue la frutilla del postre.

      Era muy difícil lograr que no estuvieran todos encima tuyo a la vez, sobre todo los más chicos, los mellizos y Sabry, que se peleaban para estar con vos y jugarte. Mariano y Naty, si bien te jugaban, tenían otra forma más responsable de disfrutarte y colaboraban más conmigo, con el trabajo que tu presencia requería. Con los más chicos era muy difícil controlar que no te descuartizaran en el intento de quedarse un rato más con vos. A todo esto y como supervivencia, tuviste que “solita” poner los límites ya que a mí no me hacían caso, con tus gruñidos pusiste los puntos cuando más de uno se te tiraba encima para besarte o abrazarte. Así de a poquito fueron entendiendo que no se podía, de a uno por vez hacían con vos lo que querían, pero más de uno no!!!!

      También, poco a poco, fuiste desarrollando con cada uno de nosotros una relación personalizada que se notaba en todo momento y a la vez, ibas afirmando tu carácter que fue igual hasta el último día de tu vida.

      Con papá tenías una relación muy linda, te desesperabas cuando volvía de trabajar, se notaba el amor que se tenían, pero siempre con respeto y ese miedito que te daba, ya que él era el que ponía los puntos y marcaba los límites, pero fue creciendo con el tiempo, y fuiste dándote cuenta, que al final la que ponía los puntos eras vos, con solo mirarlo.

      Con Mariano eras muy cariñosa y lo seguías el poco tiempo que él estaba en casa, ya que al tiempito de tu llegada empezó su facultad. No fue una relación de juegos o peleas, más bien disfrutabas sus caricias cuando se tiraba en el sillón a ver la tele, cosa que pasaba muy seguido cuando volvía de sus obligaciones, pero se veían muy bien juntos en ese sillón que tanto disfrutamos todos y él siempre estuvo pendiente de tus necesidades si le pedíamos algo.

      Con Naty, que te puedo decir, otra que pidió y pidió una mascota en todos los idiomas, o sea que también te quiso desde el primer momento, lástima por ella que no pudimos hacerlo antes, porque ya tenía casi 16 años cuando llegaste y estaba un poco lejos la etapa de juegos de chiquitos, pero te entendió desde el primer día, con esa capacidad infinita que tiene para los animales y también para los chicos. Creo, sin equivocarme, que cuando yo no estaba en casa, tus necesidades las suplía Naty como si fuera yo misma y vos no lo dudabas.

      Con ella salías de paseo metódicamente, aunque después de mucho tiempo me enteré que tus paseos eran la excusa de ella para fumar un cigarrillo, pero igual, se disfrutaban mutuamente.

      Con Sabry, una relación hermosa, intensa, de amor, de peleas, fue una de las relaciones más fuertes que pudiste tener en casa. Pasaban del amor al odio en un minuto, pero cualquiera que los veía de afuera se daba cuenta el amor inmenso que había atrás de todo eso. Jugabas, corrías, te enojabas, hasta daba miedo cuando la corrías gruñendo hasta donde podía llegar el tema, pero era y fue así siempre.

      Ella luchó mucho para que estuvieras en casa y te disfrutó como nadie, pero por su edad, un poco más de once años, no te daba la tranquilidad que necesitabas, eran dos criaturas en todo momento. Aunque Sabry fue creciendo y madurando, cuando te apuntaba con su dedo acusador, nunca faltaba tu gruñido de respuesta, salvo que estuvieras enferma.

      Ella decía ser tu mamá, pero en realidad, fue esa hermana compinche y alocada que, sin dudarlo, te hizo vivir los mejores momentos de tu vida a través de sus locuras.

      Con Gaby, siempre tuviste una relación tranquila. Sin altibajos, de juegos y caricias, pero tranquila. Como es él, con mucha paz, que estoy segura que vos también veías; pero como todo lo tranquilo “pasa desapercibido” en un lugar donde un torbellino de locuras predominaba el día. Es muy difícil no quererlo, estoy segura que él era, para vos, igual que el resto, aunque alguna vez, Gabriel, lo haya puesto en duda.

      Con Marce, es tan difícil definir la relación con él. Fue una relación simbiótica desde el comienzo, jugaban, peleaban propio de la edad que tenían ambos. Fueron creciendo y se hizo cada vez más fuerte, a tal punto que cuando él estaba en casa no veías más a nadie. Era todo amor y un conocimiento absoluto de la necesidad de uno y del otro. Por eso, para mí, fue una relación simbiótica y hermosa, de esas que te marcan para siempre.

      Por último, conmigo…….. capítulo aparte.

      Conmigo

      Que puedo decir de tu relación conmigo, te amé desde el primer momento en que te vi. Sabía que era mucho para mí con tantos hijos, pero como te conté al principio, la relación con mis mascotas de la infancia fue maravillosa, por lo que tenía adelante un nuevo desafío.

      Eras tan chiquita, puro ojo, que adoraba tenerte en mi suéter doblado para darte calor. Al mismo tiempo me acordaba de mi madre, que hacía lo mismo cuando trajo a Pelusa a casa.

      Yo pensaba y me daba un poco de temor, porque Pelusa y Archi, habían sido educadas, yo solo las disfruté sin esa responsabilidad, por eso este desafío me daba que pensar. A medida que fue pasando el tiempo, viendo tus respuestas, me di cuenta que todo lo que te pidiera ibas a cumplirlo y así fue, un juego divertido de amor y de confianza que me llenaba el alma.

      Lo más difícil para mí fue ponernos de acuerdo con papá en los límites que él pretendía, que eran muy distintos a los que los chicos y yo queríamos. De a poco fuimos venciendo esas barreras impuestas por papá, porque tu comportamiento no era tan complicado y fuiste ganando espacios por mérito propio, hasta llegar a dormir al lado mío de la cama, de ahí en más, no nos separamos nunca.

      No eras desobediente, todo lo contrario, tampoco exigente, nosotros hacíamos nuestra vida sin que vos nos pusieras piedras en el camino. Cuando salíamos y te quedabas sola, te portabas re bien, y al volver encontrábamos todo en perfecto estado y tu recibimiento nos llenaba de alegría.

      Lo único que nunca pude lograr, fue que durmieras con los chicos, y me lo reprochaban. No sé porque no querías quedarte en ninguna otra habitación que no sea la mía para dormir, se dio así, supervivencia tal vez, eso era un reclamo constante que, aunque lo intenté, nunca pude revertirlo.

      También cuando caminábamos juntas por la calle, como te había enseñado, sin correa, si íbamos con alguno de los chicos, vos siempre caminabas al