Brian Croft

Prepararlos para pastorear


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Apéndice 1: Formato de pasantía pastoral

       Apéndice 2: Evaluación de la revisión del servicio

       Apéndice 3: “El llamado externo”: un sermón predicado en la Auburndale Baptist Church, Louisville, Kentucky, el 14 de diciembre de 2018

      ¿Te ha llamado Dios al ministerio? Aunque todos los cristianos son llamados a servir a la causa de Cristo, Dios llama a ciertas personas a servir a la iglesia como pastores y ministros. En su carta al joven Timoteo, el apóstol Pablo confirmó que, si un hombre aspira a ser pastor, “buena obra desea hacer” (1 Timoteo 3:1 LBLA). De la misma manera, es un gran honor ser llamado por Dios al ministerio de la iglesia. Así que, ¿cómo puedes saber si Dios te está llamando?

      En primer lugar, existe un llamado interno. A través de su Espíritu, Dios les habla a las personas que ha llamado a servir como pastores y ministros de Su iglesia. El gran reformador, Martín Lutero, describió este llamado interno como “la voz de Dios escuchada por la fe.” Aquellos a quienes Dios ha llamado conocen este llamado porque tienen un sentido de liderazgo, propósito y compromiso creciente.

      Charles Spurgeon identificó la primera señal del llamado de Dios al ministerio como “un intenso y absorbente deseo por la obra”. Aquellos llamados por Dios sienten un creciente impulso por predicar y enseñar la palabra, y por ministrar al pueblo de Dios.

      Este sentido de compulsión debe llevar al creyente a considerar si Dios puede estar llamándolo al ministerio. ¿Te ha dotado Dios con el deseo ferviente de predicar? ¿Te ha equipado con dones necesarios para el ministerio? ¿Amas la Palabra de Dios y te sientes llamado a enseñar? Cuando alguien buscaba el consejo de Spurgeon, él le recomendaba a la persona que, si le era posible resistir ese deseo, se abstuviera de predicar. “Pero”, agrega Spurgeon, “si no le es posible resistirlo, y siente que debe predicar o morir, entonces ése es el hombre indicado.” Ese sentido de urgencia es una de las marcas centrales de un llamado auténtico.

      En segundo lugar, existe un llamado externo. Los bautistas creen que Dios usa a la congregación para “llamar a los llamados” al ministerio. La congregación debe evaluar y confirmar el llamado y los dones del creyente que se siente llamado al ministerio. Como familia de la fe, la congregación debe reconocer y celebrar los dones para el ministerio que se les da a sus miembros, y asumir la responsabilidad de animar a aquellos a quienes Dios ha atraído para responder a ese llamado con alegría y sumisión.

      Sin embargo, en la actualidad, muchas personas piensan en una carrera profesional más que en un llamado. El cuestionamiento bíblico para “considerar tu llamado” debe abarcar desde el llamado a la salvación hasta el llamado al ministerio. John Newton, famoso por escribir el himno “Sublime Gracia”, una vez comentó que “nadie más que Aquel que formó el mundo es capaz de formar a un ministro del evangelio.” Sólo Dios puede llamar a un verdadero ministro, y sólo Él puede concederle los dones necesarios para el servicio. Pero la gran promesa de la Escritura es que Dios llama a los ministros, y presenta a estos siervos como regalos para la iglesia.

      Un aspecto que es importante tratar en este contexto es el malentendido común acerca de la voluntad de Dios. Algunos ejemplos de piedad evangélica nos hacen pensar que la voluntad de Dios es algo difícil de aceptar. A veces hacemos que eso parezca todavía más confuso cuando hablamos en términos de “rendirnos” a la voluntad de Dios. Pero el apóstol Pablo en Romanos 12:2 aclara que la voluntad de Dios es buena, agradable, y perfecta. Aquellos que son llamados por Dios para predicar tendrán tanto el deseo de hacerlo, como los dones necesarios para la predicación. Además, el predicador llamado por Dios sentirá la misma compulsión que el gran apóstol, quien escribió: “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16).

      Así que, considera tu llamado. ¿Sientes que Dios te llama al ministerio, ya sea como pastor o como otro servidor de la iglesia? ¿Sientes el deseo ardiente de proclamar la Palabra, compartir el evangelio y cuidar del rebaño de Dios? ¿Este llamado ha sido confirmado y alentado por los cristianos que mejor te conocen?

      En este nuevo e importante libro, Brian Croft presenta una audaz y bíblica comprensión del llamado al ministerio. A través de las siguientes páginas, Brian aclara muchos temas de confusión contemporánea, y su compromiso con la iglesia local asegura que su comprensión del llamado al ministerio nunca se separa del contexto del pueblo de Dios.

      Pocos libros son más oportunos que este, y estoy agradecido con Brian Croft por su fiel y cuidadosa evaluación del llamado al ministerio.

      R. Albert Mohler Jr., presidente del Southern Baptist Theological Seminary

      AL PRINCIPIO DE MI MINISTERIO PASTORAL surgió una gran necesidad. La iglesia a la que servía experimentó un crecimiento constante en los primeros años, incluyendo la atracción de varios estudiantes de un seminario local. A medida que me relacionaba con estos jóvenes en el ministerio pastoral, descubrí que tenían muchas cualidades maravillosas. Cada uno de ellos amaba a Dios. Sus vidas habían sido transformadas por el evangelio. Amaban a la iglesia local. Cada uno de ellos sintió el llamado de Dios a seguir el ministerio ocupacional a tiempo completo. Y cada uno había tomado la decisión de inscribirse en el seminario con la expectativa de ser entrenado y equipado para la obra del ministerio pastoral.

      Sin embargo, a medida que fui conociendo a estos jóvenes, también había algunos elementos comunes en sus historias que me preocupaban. La mayoría había llegado al seminario sin ningún tipo de confirmación corporativa por parte de la iglesia local. Al igual que la mayoría de los seminarios, como parte del proceso de admisión, la escuela a la que asistían requería una confirmación del llamado por parte de una iglesia local. No obstante, después de investigar, me enteré de que en la mayoría de los casos su confirmación eclesiástica no era más que una carta de aprobación para que asistieran a la escuela. Ninguno de ellos había experimentado una confirmación corporativa de sus dones para el ministerio. Ninguno de ellos había sido entrenado ni puesto a prueba por una iglesia local. Tenían el permiso para asistir, pero no tenían la confirmación ni el respaldo de un cuerpo local de creyentes.

      También descubrí que estos estudiantes esperaban que el seminario se encargara de esta responsabilidad por ellos, ayudándoles a confirmar y prepararse para los retos y luchas del ministerio. Pero como Albert Mohler, presidente del Southern Baptist Theological Seminary, ha declarado en más de una ocasión, ese no es el papel o la responsabilidad de un seminario:

      Creo enfáticamente que el mejor y más apropiado lugar para la educación y preparación de los pastores es la iglesia local. Deberíamos avergonzarnos de que las iglesias fracasen miserablemente en su responsabilidad de entrenar a los futuros pastores. Los pastores consolidados deberían avergonzarse si no están dedicándose a las vidas de los jóvenes que Dios ha llamado al ministerio de enseñanza y liderazgo de la iglesia.1

      En otras palabras, los seminarios no son, ni deben considerarse, responsables de seleccionar, probar y confirmar los llamados ministeriales. De manera acertada, hay seminarios que consideran eso como el papel y la responsabilidad de la iglesia local. Así que, si los seminarios esperan que las iglesias locales hagan esto, y si las iglesias locales (y los estudiantes) pretenden que los seminarios se hagan cargo, ¿quién es realmente responsable (y en última instancia, responsable ante Dios) por todo esto? La falta de respuesta a estas preguntas esenciales ha ejercido una presión innecesaria sobre los seminarios y los institutos bíblicos, ha provocado una confusión generalizada entre los que buscan una vocación pastoral para el ministerio, y ha permitido