Apéndice 2: Conversaciones espirituales
Apéndice 3: Preguntas frecuentes
Apéndice 4: “La enfermedad” por J. C. Ryle (versión reducida)
RECUERDO LA PRIMERA VEZ que hice una visita de hospital. Tenía veintiún o veintidós años. Acababa de empezar a trabajar en una iglesia, y el pastor principal me pidió que visitara a algunos miembros mayores en el hospital. Y permítanme aclararlo. Eran miembros realmente mayores. Me refiero a que eran literalmente personas del siglo anterior. Yo no los conocía. Y obviamente ellos tampoco me conocían. ¿Qué cosa podía ofrecerles? ¿de qué manera podía contribuir con mi visita? En ese momento me invadió un profundo e incómodo sentimiento de inutilidad.
Dios fue muy amable conmigo en ese primer día de visita. Y en las semanas y meses siguientes, hice muchas más visitas a ese hospital y a otros en la costa norte de Boston. ¡Oh, cómo desearía que en ese entonces hubiera existido este pequeño libro! ¡De cuántas frustraciones me habría librado! ¡De cuántos momentos incómodos me habría salvado! ¡Cuán útil hubiera sido para aquellos a los que yo intentaba animar en sus enfermedades!
Brian Croft está bien calificado para ayudar a los pastores en esa área. Él es un pastor fiel que está acostumbrado a visitar a los enfermos en los hospitales. Conozco a Brian desde hace varios años. Su padre, Bill Croft, es un médico y un maravilloso hombre cristiano. Eso quiere decir que Brian creció entre personas que mostraban preocupación por el bienestar de los enfermos. Su hermano, Scott Croft, ha servido conmigo como parte del personal de la Iglesia Bautista Capitol Hill en Washington, DC, y durante años fue el presidente de nuestros ancianos. Scott ha sido un estímulo, un instructor y un estudiante de Brian. La hermana de Brian, Beth Spraul, es miembro de nuestra congregación, y ha servido en capellanías de hospitales. Así que, desde diferentes ángulos, Brian es un hombre muy adecuado para aconsejarnos en estos asuntos.
En este pequeño volumen, Brian nos ayuda a pensar directa y fielmente acerca de la verdad de Dios y el pueblo de Dios. Su consejo es sólido y simple. Algunas partes del libro pueden tocar temas que tú ya has sabido cómo resolver. ¿Pero acaso no es mucho mejor escuchar la misma cosa dos veces que no escucharla nunca? Dejemos que sea la voz de Brian la que nos refuerza esos conocimientos. Pero no te sorprendas si lees algunas cosas en las que no habías pensado antes. Lee este libro, y deja que Brian te ayude a ayudar a otros.
Mark Dever, Pastor Principal de la Iglesia Bautista Capitol Hill de Washington, DC
SOMOS VÍCTIMAS DE nuestra propia cultura. El siglo XXI ha traído consigo una serie de demandas, presiones, y momentos que nos hacen sentir como si nuestras vidas estuvieran constantemente girando fuera de control. Todos hemos sentido esa clase de tensión en nuestros tiempos con Dios, en el trabajo, en la familia, en la iglesia, en la escuela, en las reuniones sociales, en las reparaciones de la casa, en los encargos personales y aún en nuestros sueños cuando estamos dormidos, y todas esas cosas necesitan de nuestra atención diaria. Desafortunadamente, a menudo llegamos al final de un día, y terminamos exhaustos, preguntándonos a dónde se fue todo nuestro tiempo. Nuestras vidas diarias se parecen a un hámster que vive corriendo en su rueda, siempre ocupado, pero sin llegar a ninguna parte. Y esa tensión de la vida es la que nos lleva a descuidar ciertas responsabilidades esenciales de la vida cristiana. Una de esas tareas esenciales es la de visitar y cuidar a los enfermos de nuestra propia iglesia.
Mi objetivo con este libro es instruir y motivarnos para recuperar esta práctica que honra a Dios, y hacerlo alcanzando un estándar que, francamente, es extraño para nosotros hoy en día. Eso significa que necesitamos ser enseñados por personas que vivieron en un tiempo diferente y en una cultura diferente. Necesitamos aprender de aquellos que ejemplificaron una asombrosa dedicación en lo que respecta a este llamado. Debemos aprender a partir de sus experiencias y sus convicciones. Necesitamos ser instruidos por los héroes de la historia de la iglesia.
Probablemente, el mejor ejemplo histórico de alguien que visitaba a los afligidos es el ejemplo del pastor puritano del siglo XVII, Richard Baxter. Baxter tenía una impresionante estrategia para visitar de manera constante y fiel, no sólo a los enfermos, sino a todos los de su congregación, en la ciudad inglesa de Kidderminster. Gracias a su rutina altamente disciplinada, Baxter desarrolló una cierta sensibilidad hacia aquellos de su congregación que estaban enfermos y confinados a su casa. Él escribe en su libro The Reformed Pastor [El Pastor Reformado]: “Debemos ser diligentes en visitar a los enfermos, y ayudarlos a estar preparados, ya sea para tener una vida fructífera, o para tener una muerte feliz.”1
Muchos otros, en los tiempos de Baxter, y aún después de esa época, dieron testimonio de ser diligentes en esta tarea; sin embargo, a medida que América comenzó a introducirse en los cambios del siglo XX, la iglesia local y sus prioridades comenzaron a cambiar. Debido a que los Estados Unidos se convirtieron en una nación industrializada, eso produjo ciertos cambios en la iglesia, y tristemente, el cuidado pastoral de los enfermos se convirtió en una tarea secundaria para muchas iglesias. Hoy en día tenemos muy pocos pastores que sean conocidos por ejemplificar con sus vidas este cuidado por los enfermos. Si queremos encontrar ayuda para recuperar esta práctica olvidada, necesitamos retroceder más allá del siglo XX, y debemos observar a los modelos históricos que nos pueden ayudar en lo concerniente al cuidado de los enfermos que glorifica a Dios en nuestros días.
Evidentemente, si decidimos adoptar es enfoque nos vamos a enfrentar a bastantes dificultades. Ya que nuestra cultura ha cambiado, y nuestras vidas son completamente diferentes a las vidas de los Puritanos a los que Baxter pastoreaba. Pero en lugar de simplemente imitar su ejemplo, nosotros vamos a ver algunos de los principios fundamentales de su práctica personal, y trataremos de plasmar una imagen de la manera en la que esos principios pueden aplicarse en nuestros días. Los pastores como Baxter y Spurgeon no tuvieron la necesidad de interactuar con personas del tipo hipersensible y con una mentalidad tan centrada en la privacidad, tal como lo vemos en nuestra desenfrenada cultura del siglo XXI. Por esa razón es necesario hacer algunos ajustes con respecto a las visitas a los hospitales, asilos, centros de rehabilitación, y hogares en general.
Antes de considerar los detalles prácticos de visitar a los enfermos, necesitas estar convencido de que esta tarea es importante para los pastores, y también para los miembros de la iglesia local. Comenzaremos por tomar un momento para considerar por qué el cuidado de los enfermos debe ser una prioridad en nuestras vidas.
En primer lugar, es bíblico. Santiago exhorta a aquellos que están enfermos a que llamen a los ancianos de la iglesia para que oren por ellos (Santiago 5:14). Incluso los que no eran ancianos fueron animados a orar de manera similar (Santiago 5:16). Y Jesús mismo enseñó y ejemplificó esta práctica de cuidar a los enfermos. Él indicó que esa era la principal manera de mostrarle amor tanto a Él como a nuestro prójimo (Mateo 25:36, 40). Jesús predicó con el ejemplo (Marcos 1:31). Los apóstoles también siguieron este patrón de cuidar a los enfermos (Hechos 3:7; 28:8). Las