Él no solo prescribe qué es lo que debe conocer, sino que también le otorga el conocimiento mismo, incluso al más simple.
La Iglesia sufre mucho por los débiles, así que podemos aseverar que tenemos la libertad de tratar a menudo con ellos de forma directa, aunque con suavidad. El propósito del amor verdadero es mejorar a la otra parte, lo que a menudo se ve obstaculizado por la disimulación. Con algunas personas prevalece más el espíritu de mansedumbre, pero con otras prevalece la vara. Algunos deben ser «arrebatados del fuego» (Judas 23) con violencia, y bendecirán a Dios por nosotros el día de su visitación. Vemos que nuestro Salvador pronuncia un ¡ay! tras otro cuando tiene que tratar con hipócritas endurecidos (Mateo 23:13), pues los hipócritas requieren una convicción más intensa que los pecadores flagrantes porque su voluntad es mala y, por lo tanto, su conversión suele ser violenta. El nudo duro en la madera debe recibir un hachazo proporcional, de lo contrario, engañamos sus almas con nuestra compasión cruel. A veces, la reprensión dura es una perla preciosa y un bálsamo dulce. Las heridas de los pecadores que se sienten seguros no se curan con palabras dulces. El Espíritu Santo no solo descendió en la semejanza de una paloma, sino también en lenguas de fuego, y ese mismo Espíritu Santo otorga una actitud de prudencia y discreción, que es la sal que sazona todas nuestras palabras y acciones. Esa sabiduría nos enseñará a «saber hablar en sazón palabra» (Isaías 50:4, RVA), tanto al alma cansada como a la que se siente segura. Y en verdad necesitamos la «lengua de sabios» si queremos levantar o abatir, aunque aquí estoy hablando de la dulzura hacia los que son débiles y sensibles a su condición. A ellos debemos llevarlos y guiarlos con suavidad, como lo hizo Jacob con su hacienda (Génesis 33:14), a su propio paso y al que podían tolerar los niños.
Los cristianos débiles son como cristales que se quiebran ante la menor violencia, pero duran mucho tiempo si son tratados con delicadeza. Debemos rendir este honor del trato delicado a los vasos más frágiles (1 Pedro 3:7), y así los protegeremos y también haremos que sean provechosos para la Iglesia y para nosotros mismos.
Si sacáramos todos los humores enfermizos del cuerpo enfermo2, eliminaríamos también la vida y todo lo demás. Por lo tanto, aunque Dios dice «Los fundiré como se funde la plata» (Zacarías 13:9), también dice «Te he purificado, y no como a plata» (Isaías 48:10), es decir, no con tanta minuciosidad como para no dejar ninguna impureza, pues Él tiene en cuenta nuestra debilidad. El refinado perfecto es para otro mundo, para el mundo de las almas de los perfectos.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.