Emmanuel Salazar Aparicio

Sin instrucciones


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a casa, pero tan pronto pones un pie fuera de la escuela, te ves invadido por colores y aromas que inundan tus frágiles ojos y delicado olfato, que abogan a que te acerques a dar un vistazo, como si de cada papita salada o de cada vaso con fruta recién cortada, saliera un brazo difuso con guante de caricatura antigua(para que no te imagines algo raro) que te hace señas para que te acerques un poco más, y como si cada tendero tuviera poderes de encantamiento, te es inevitable acertarte y saborear ese mundo mágico. Sabes que lo único que te impide probar las maravillas de la vida es que la persona que te lleva de la mano, lo pueda proveer para ti. Porque sí, a esa edad ya sabes que alguien provee la demanda que tú generas. En la mayoría de los casos, papá o mamá comprarían sin dudarlo, porque no hay mayor alegría que ver a un pequeño sonriendo; Pero, ¿Qué pasa si por algún motivo, no provees esa golosina que se está esperando? Y peor aún, ¿Qué pasa si de manera tajante, no das motivos del porqué tu decisión?, ante la urgida pregunta de “¿Pero por qué no?”.

      Pues dependerá mucho de que hemos inculcado en nuestro pequeño. Por motivos de practicidad, supongamos que haremos el berrinche tradicional y nos tiraremos a llorar hasta el cansancio porque no nos compraron lo que queríamos o haremos el berrinche del hielo en donde nos habremos de mutilar simbólicamente la lengua y las cuerdas vocales a fin ser incapaces de emitir sonido alguno ante cualquier estimulo en señal de protesta para que, de manera fehaciente, se dé a entender nuestro descontento. Sé que desde que escribí la palabra berrinche, la mera idea de pensar qué es algo que pudiéramos vivir o vivimos alguna vez, no es nada agradable, para ninguna de las partes involucradas. Pero qué tal si cambiamos la fórmula, que tal si intentamos algo diferente, que tal si nos proponemos a ser diferentes desde un inicio.

      Ahora pensemos en la misma situación hasta el punto en el que solicitamos que sea satisfecha nuestra demanda infantil y en lugar de recibir un rotundo “NO”, recibimos un, “Hoy no hijo”. Pareciera que no hubo mucha diferencia, ¿Verdad? Y si le añadimos un “Escucha pequeño, no siempre podemos comprar lo que queremos, porque todas las cosas tienen un valor y se necesita de algo llamado dinero para poder comprarlas. Ese dinero lo gana papá y mamá trabajando, pero solo cada cierto tiempo llega ese dinero. Entonces, mejor me puedes preguntar si hay dinero para comprar un dulce y yo te responderé si lo hay o no, para que así, cuando haya dinero con mucho gusto, compremos un dulce, ¿Te parece bien?”.

      Ya sé, ya sé, me vas a decir, que solo un monstruo se atrevería a tal salvajada en contra de la felicidad de un niño, aparte, un niño no entendería eso, quizá, cuando tenga 15 años y ya empiece a manejar sus ahorros; pero debo decir que ese pensamiento está arraigado a la cultura que manejamos, generación tras generación solo que no nos damos cuenta.

      Michelle, mi hija, es prueba fidedigna de que los niños a temprana edad entienden esto. Esta historia que planteé, la viví con mi hija. En el momento que decidí ser claro con ella, me dolió en lo más profundo de mi corazón, porque no estamos acostumbrados a negar las cosas a nuestros hijos, pero cuando vi que, dentro de su mundo, ella parecía entender a su manera que “hoy no”, pero quizá mañana papá tendría para comprar, me llenó de orgullo, porque sabía lo que te confirmo hoy. Si les permites a los niños desarrollarse, asimilar y comprender a su manera siempre que mantengas una guía en lugar de un yugo, cosas mágicas pasan y la vida que es difícil, se vuelve más fácil o al menos, un poco, menos difícil.

      Todos tuvimos una infancia difícil, solo no la recordábamos, bueno quizá los menos afortunados la recuerden bien, pero ojalá hubiese existido ese manual para guiarme, para guiar a mi hermano, para guiar a mi madre y para guiar a mi padre, porque todos carecemos del conocimiento para ser hijos, hermanos y padres, y nuestras bases impiden que desarrollemos un autoaprendizaje idóneo o una educación empírica que no se limite a la replicación de generaciones pasadas. Que realmente logremos expandir nuestra mente y de esa manera permitamos que nuestros niños rompan el ciclo y ellos mismos hagan lo propio con sus generaciones, de esa manera, este libro no tendría necesidad de existir y el mundo en el que vivimos sería al menos, más feliz.

      Capítulo 2

       El tiempo sigue su curso (Abuelos)

      Espero que para este momento compartas conmigo la idea de que en la vida requerimos de una guía y esta, no se limita solo a nuestra infancia y a nuestros primeros procesos de desarrollo cognoscitivo y del intelecto. La necesidad de entender el mundo, lo que nos pasa y todo lo que resulta de nuestras acciones y las acciones de los demás, es algo necesario en cada etapa de nuestra vida y me sorprende que a estas alturas sean contados los casos en donde aún exista ese alguien que quiere proveer esa guía a base de experiencias pasadas, tanto propias como ajenas.

      Sin embargo, existe alguien que muchas veces hemos pasado por alto y de tanto que lo hemos hecho en nuestra sociedad actual, ellos mismos ya no se consideran partícipes, útiles o incluso miembros de la misma. Sí, me refiero a nuestros ancianos, nuestros viejitos, nuestros abuelos. Esas personas con décadas de conocimiento y sabiduría. Personas que, si no hubiésemos perdido los valores y tradiciones para cultivar las relaciones interpersonales con ellos, seguramente la vida sería un poquito más fácil. Pero esta falta de interés por nuestros personajes de cabellera plateada o morada (con forma de algodón de azúcar si te tocó una abuelita rebelde), no fue siempre así.

      Antes, ellos jugaban un rol más importante en el desarrollo intrapersonal e interpersonal del vínculo familiar y eran considerados una autoridad inequívoca sobre los asuntos de la vida y lo único que pedían a cambio, era tu respeto y consideración.

      Los ancianos han sufrido, como todo en esta vida terrenal, un proceso evolutivo de adaptación al medio que los rodea, lamentablemente por las condiciones físicas que presentan más retos que ventajas, han hecho que la sociedad no se los ponga nada fácil. Pero no siempre fue así.

      Todo iba muy bien en los pueblos donde la sociedad y las creencias no se sometían a doctrinas como las de la Grecia antigua donde se veneraba el cuerpo y la belleza. Porque al envejecer se pierde, según ellos, el ímpetu que puede mantener a un imperio, ya sabes, “a un lado lo viejo y bienvenido lo nuevo”. Aunque en el periodo del Rey Solón (638 a.C. a 558 a.C.) se creara una institución aristocrática de ancianos con poder de decisión, pero tan pronto llegaron los demócratas, se perdió esa facultad política y judicial.

      Muchos pueblos antiguos como los indios Sioux, tenían sabios que proveían guía, tanto moral como espiritual. Evidentemente estos personajes no podían ser cualquier persona y solo los altos rangos como el Jefe de la tribu o el chamán, (en su caso particular el Chamán era autoridad en religión, medicina y ceremonias) tenían el cargo moral de proveer solución a los problemas ontológicos de su tribu en orden de facilitar la comprensión y mantener el orden y la paz espiritual del individuo. Esto propició que el núcleo familiar inspirara desde una edad temprana el respeto hacia los adultos y los ancianos. Porque se daba por entendido que el simple hecho de tener una edad más avanzada, ameritaba de alguna una manera, ser más sabios en la materia de la vida.

      Y entonces, ¿Qué fue lo que pasó?

      Pues lo que pasó, es que cientos de años después, el avance tecnológico nos tomó por sorpresa, nuevas enfermedades y nuevas condiciones de vida, propias del aumento del desarrollo industrias trajeron como resultado una disminución en la edad productiva y las enfermedades por su parten subyugando con desdén y de una manera casi imperceptible la manera en como las personas de edad avanzada se veían así mismas en el espejo de la sociedad. Algo que imagino que pudo ser piedra angular en estos cambios fue el proceso de muerte y duelo, pues conforme fuimos evolucionando como sociedad y nuestra vida se volvió, por ponerlo de una manera, menos saludable, y así fuimos reduciendo la edad promedio del adulto y el anciano, la muerte empezó a ser algo lejano de un proceso de vida a un proceso de mayor sufrimiento y desconcierto para cada uno de nosotros, más adelante abordaremos el tema sobre la muerte, pero por ahora quiero que te pongas en los zapatos de un viejito.

      Según el Consejo Nacional de Población (CONAPO), en un boletín de prensa publicado en noviembre del 2019, comunicó que la esperanza de vida del mexicano es de 75.1 años, y a pesar de que ahora vamos hacia arriba gracias a los avances tecnológicos y científicos y no gracias al escudo protector de cierto