Antonio Fontán Pérez

Episodios republicanos


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prueban su interés por pulir el texto definitivo, no tanto porque contuviera errores de tipo histórico como por cuestiones de estilo. Con ese fin, facilitó la lectura de los sucesivos borradores a amigos y conocidos —personas todas de su confianza— quienes, en su mayor parte, se mostraron favorables a la edición de este trabajo. Las mínimas correcciones que introdujo confirman, además, que sólo circunstancias ajenas al contenido del libro le hicieron desistir de enviarlo a la imprenta. Ignoro en qué consistieron los reparos a los que se alude en el epígrafe “Historia de un manuscrito” (final del segundo párrafo), aunque intuyo que estos pudieran referirse al deseo personal de que la publicación de un ensayo sobre un período especialmente convulso como fue la Segunda República no condujera a malentendidos sobre su obra y pensamiento políticos y, en último término, sobre el buen nombre ganado en amplios sectores de la vida pública española. A tenor del carácter revisionista que las dos últimas legislaturas han evidenciado respecto al quinquenio 1931-1936, es posible que Fontán entreviera que sacar a la luz sus impresiones sobre los años previos a la Guerra Civil podía representar un ajuste de cuentas por su parte. En esta tesitura, no resulta difícil imaginar que su talante conciliador, poco dado a enfrentamientos innecesarios, le desaconsejara huir de toda ocasión que pudiera sembrar discordias.

      Su fallecimiento, no obstante, ha transformado en gran medida ese escenario. La recuperación de un trabajo suyo inédito ya no es un asunto atribuible directamente a su persona, sino que podría enmarcarse en los fines específicos de la Fundación Marqués de Guadalcanal. En este sentido, las objeciones que Fontán puso en su momento a la publicación de esta obra pasarían a un segundo plano ante la responsabilidad de la fundación de mantener viva su memoria. Por su temática y su enfoque, quizá Episodios Republicanos ofrezca una imagen de su autor «distinta» de la que él proyectara de sí mismo desde el inicio de la transición democrática hasta el final de su vida. Lejos de representar un inconveniente, pienso que esa hipotética lectura —a mi juicio, errónea, aunque disculpable— constituye un estímulo para tratar de delinear su figura del modo más preciso posible.

      Como él mismo señalara en la nota preliminar, en diciembre de 2007, esta obra tenía como finalidad principal «servir de introducción a unos estudios más amplios de historia política y cultural de España en el siglo XX». No era, pues, el resultado de una investigación histórica al uso, fruto del manejo de una serie de fuentes documentales no consultadas hasta entonces. Por más que examinara de manera exhaustiva toda la bibliografía disponible —incluida la más reciente—, tampoco pretendía arrojar nuevas luces sobre el problema religioso durante la Segunda República; si acaso, tan sólo, realizar un estado de la cuestión de dicho tema. De ahí, entre otras razones, la ausencia de un mínimo aparato crítico que fuera más allá de unas simples notas complementarias de carácter explicativo al final de cada capítulo. En consecuencia, el interés historiográfico que Episodios Republicanos puede tener para los especialistas es más bien relativo. Sin embargo, esta aparente falta de atractivo se compensa por la carencia de estudios que aborden las relaciones entre religión y política durante este período desde la perspectiva de aquellos sectores sociales afectados por esta problemática. Estos «apuntes», nacidos del contraste entre las lecturas y los recuerdos personales del propio autor, vendrían a cubrir esa laguna gracias a su valor testimonial que, de manera intrínseca y sin caer en un tono propio de un memorial, está presente a lo largo de todas las páginas.

      A la altura de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, Antonio Fontán se propuso analizar la actuación de los católicos en la España de la primera mitad de siglo. Estaba convencido de que la clave del caos y del desorden previos a la guerra civil residía en el ambiente intelectual que había inspirado la Segunda República y del que los católicos, por exclusión o voluntad propia según los casos, habían quedado al margen. Ante la posibilidad de que el régimen surgido tras la contienda repitiera los errores del pasado, ignorando de paso la mejor tradición cultural española ligada al catolicismo, pensaba que urgía una labor —por decirlo de algún modo— de «pedagogía histórica». En cierto sentido, ese propósito es el que le había animado a colaborar con las empresas culturales de Rafael Calvo Serer y el que, en este caso, le llevó a pensar en la necesidad de escribir una serie de ensayos que pusieran de relieve este planteamiento. Junto a Florentino Pérez Embid, concibió un proyecto ambicioso, que bautizaron entre ellos con el término de «thesis» y que, con el tiempo, desarrollarían únicamente con maestría profesional y de manera sistemática Gonzalo Redondo y, en menor medida, Vicente Cacho Viu. Los múltiples quehaceres que le tenían ocupado por esas fechas —en concreto, el Instituto de Periodismo y la revista Nuestro Tiempo— hicieron que, por la parte que le cupo, esta tarea se viera condicionada a la escasa disponibilidad de horas libres para poder llevarla a cabo cumplidamente.

      Con todo, Episodios Republicanos fue un primer acercamiento a esta cuestión, centrada en una primera etapa hasta la Guerra Civil. Para abordar la segunda, que comprendería el período entre 1939-1962, Antonio Fontán dudó entre adoptar un hilo cronológico o seguir un criterio sistemático, con objeto de dotar al ensayo de una mayor coherencia. Esa disyuntiva acabó decantándole por estudiar esos años a través de la institución universitaria y de las diferentes políticas educativas y culturales articuladas por el régimen. Esa mirada se plasmó en Los católicos en la Universidad española actual (1961). Desconozco los motivos exactos por los que, pese a tener redactada la primera parte de la «thesis», esta finalmente no viese la luz y, sí en cambio, un esbozo de la segunda. Pienso que, como editor, Pérez Embid entendió que una monografía se adecuaba mejor al formato de publicaciones de Rialp —o de la colección «O crece o muere» del Ateneo de Madrid, como le sugiriera a Fontán— que un estudio más amplio y de corte general como eran los «apuntes» sobre la Segunda República. Igualmente, Antonio, en su correspondencia con Pérez Embid, llegó a plantearle sus reparos a que estudios de mayor calado que el suyo, elaborados por especialistas, pusieran en entredicho alguna de sus conclusiones. Quizá por uno y otro motivo, la opción de publicar esta obra quedó postergada.

      De todos modos, a falta de que las dos primeras versiones —manuscrita y mecanografiada— lo confirmen, se puede decir que, para 1962, el grueso del texto de la última versión de diciembre 2007 estaba ya ultimado. Entre la documentación conservada en el archivo personal de Fontán, hay una nota en la que, aparte de explicar el proceso de elaboración de Episodios Republicanos, se adjunta un esquema a modo de posible índice. El título propuesto para el libro era el de Los católicos en la crisis de la España contemporánea (1930-1936) y contemplaba las siguientes tres grandes partes: una primera dedicada a la «Decadencia y crisis de un régimen», una segunda centrada en «Los personajes del drama» y la tercera referida a «El drama de la República». En la nota se comenta que la primera parte era la más elaborada, mientras que la segunda y la tercera habían de estudiarse más atentamente, siendo probable que los capítulos sufrieran alguna reordenación. Comparando este índice con una de las copias de la versión de 1999 y con la de diciembre de 2007 se observa, como aspecto más significativo, la supresión de un capítulo inicial, incluido en la primera parte, que llevaba por título «La vida política desde la Restauración». Por otro lado, según lo comentado respecto al capítulo «Hacia la coalición nacional de 1936», se trata en efecto de una adición al texto original. Fontán lo preparó al margen del resto de capítulos para una conferencia, como así fue en realidad. La conferencia fue pronunciada en el Salón de Actos del Museo de Navarra, en Pamplona, el 28 de febrero de 1962 en la clausura de un ciclo de lecciones sobre «Los antecedentes históricos de la España actual». Estoy de acuerdo en que resulta reiterativo y que lo suyo, de incluirse finalmente en la futura publicación, sería que constituyera un epílogo.

      JAIME COSGAYA GARCÍA

      EPISODIOS REPUBLICANOS (1931-1936)

      Estos Apuntes fueron redactados entre los años 1959 y 1962. El último capítulo recoge el texto de una conferencia pronunciada el 28 de febrero de 1962. Se compusieron para servir de introducción a unos estudios más amplios de historia política y cultural de España en el siglo XX, que el autor no tuvo oportunidad de llevar a cabo.

      En los más de cuarenta y cinco años transcurridos desde aquellas fechas se han publicado numerosas y valiosas investigaciones y se ha dado a conocer una rica