y las bestias de toda la tierra. Peca hasta el extremo el hombre infeliz, quien, en su creación, puesto en medio del paraíso para que lo trabajase y guardase y comiese de todo árbol que en el había, excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal,27 no pudo permanecer en él, degenera cerca del final de los siglos y se enreda con las diversas y varias ataduras de las culpas. He aquí pues, poniéndolos al descubierto los pecados, que ya están rotos los huevos de los áspides y tejieron sus telas las arañas. Porque los desgraciados e infelices herejes, derraman el falso y herético entendimiento que en su mente habían concebido, dándolo a luz en los oídos de sus creyentes. Pero morirá quien de sus huevos comió, porque los que se unen a su doctrina y consejos serán destinados a los fuegos eternos. He aquí que de la semilla de una culebra nace un dragón, porque, al igual que aquella con su aliento venenoso, así éste mata a las aves que vuelan con la hiel de su aliento pestífero,28 para no desmerecer de la serpiente de la edad primera que, engañándolos, destruyó a nuestros primeros padres. No es tampoco diferente del basilisco que mata con la vista a los que mira, porque este reptil venenoso seduce y aniquila con su mirada a los imprudentes. He aquí que se levanta un viento que desgarra con engaños la túnica del Señor, indivisa y sin costuras y tejida enteramente desde arriba.29 He aquí también, renovada bajo el Nuevo Testamento la estirpe de Acam que, ante el riguroso anatema, se apodera del lingote de oro y del manto.30 Linaje detestable asimismo de Abirón, Datán y Coré,31 que con nuevos incensarios quieren quemar incienso podrido ante nuevos altares, cuando la noche declara a la noche su saber,32 cuando las herejías se propagan y las zorras se esfuerzan en destruir la viña del Señor.33 En efecto, estos son los taberneros que mezclan con agua el vino, que ofrecen el veneno del dragón en el dorado cáliz de Babilonia, que siguiendo el dicho profético, «tensan el arco, amarga cosa, para asaetear en lo oculto a los inocentes»,34 de modo que si no se hiere el brote en flor, el fruto no sólo será amargo sino que germinará venenoso. Esto es ciertamente lo que lamentándonos relatamos y lamentamos al referirlo: deslizándose la enfermedad de la plaga herética, poco a poco, como un cáncer, infectó ya, según se dice algunos lugares de la provincia tarraconense. Así pues, como por el oficio de la administración apostólica que nos ha sido impuesto, estamos obligado de forma muy destacada a prestar cuidadosa atención a las herejías y nos sintamos movidos también por la voz del esposo a cazar las vulpejas jóvenes que destrozan la viña, no sea que por la libertad se robustezcan y con el paso del tiempo crezcan unidas con la firmeza de una mayor fuerza, advertimos a vuestra fraternidad, exhortando con atención mediante estas palabras apostólicas escritas, ordenándolo severamente, poniendo por testigo al divino juez, mandando que por vosotros y los frailes predicadores y otros de quienes hayáis tenido conocimiento que son idóneos para esto, con diligente solicitud, os hagáis cargo de los herejes y también de los que tengan fama de serlo. Y si encontraseis algunos culpables y malfamados, si no es que por deseo propio quieran obedecer cumplidamente los mandamientos de la Iglesia, procedáis contra ellos según nuestros decretos contra los herejes recientemente promulgados,35 cuyos términos os hacemos llegar contenidos en nuestra bula, asimismo, con arreglo a los mismos decretos, habéis de iniciar procesos contra los encubridores, defensores y partidarios de los herejes. Si algunos, habiendo abjurado de corazón de la mancha herética, quisiesen volver a la unidad de la Iglesia, concededles, siguiendo la forma de la Iglesia, el beneficio de la absolución e imponedles lo que fue costumbre imponerse, previendo con mucha atención no cometan una impiedad quienes parecen retornar bajo una taimada apariencia de piedad y que el ángel de Satanás se mude en ángel de luz. Por lo cual, podréis examinar los decretos que ordenamos se promulgasen sobre estas cosas y tomar precauciones frente a los ocultos manejos de estos usando de la discreción que os ha concedido el Señor.
Dado en Spoleto el 26 de mayo, en el año sexto de nuestro pontificado.
1.2.10. EL PAPA GREGORIO IX AL PROVINCIAL DE PROVENZA EN 1232.
Gregorio IX manda al provincial de Provenza de los frailes predicadores elegir inquisidores idóneos que prediquen la fe y con compañeros busquen a los infamados de herejía y admitan a los penitentes, reprendan a los defensores y favorecedores de los herejes conforme a las leyes promulgadas contra ellos; a quienes oigan los sermones que tengan acerca de la fe, concedan veinte días de indulgencia y tres años a quienes sometan a los herejes; corrijan a quienes los rechazan, repriman con censura eclesiástica a los que protestan. Letrán, 22 de abril de 1233.36
Aquel terco enemigo del género humano a quien abatió su soberbia desde las alturas a lo más hondo, no contento porque la maldad de su engaño arrastró al hombre a la caída, encaminándolo a las tribulaciones y desventuras, sagazmente se esfuerza en enredarlo con redes mortales, disponiendo astutamente asechanzas consigo para agarrarlo fuerte y que no se levante del lugar desde el que había caído él mismo. Esforzándose finalmente estos días en corromper la fe con la herejía, con ayuda de sus ministros, trabajadores del pecado, desparramó veneno mortífero, considerando sediciosamente lo eficaz para hacer daño del enemigo cercano, ellos, prometiendo, por así decir, cosas amables, pican con la cola como el escorpión, para derramar al cabo en el dorado cáliz la ponzoña de la peste de Babilonia.37 Aunque los herejes, hasta aquí ocultos desde tanto tiempo, como el cáncer, se deslizasen en lo recóndito y escondidos como las zorras se esforzasen en destruir la viña del Señor, sin embargo, ahora, haciéndoles salir sus pecados a descubierto, como caballos dispuestos al combate, se atreven a alzarse claramente contra ella, predicando públicamente en algunos lugares, buscando como cebo a los sencillos y como botín a los instruidos y deseando enredar no obstante a cualesquier fieles con sus trampas, hechos maestros del error quienes nunca fueron discípulos de la verdad. De donde conviene alzarse enérgicamente contra ellos para que, una vez reducida al silencio su herejía, recobre el vigor enteramente la fe de Cristo, pues la corona del premio sigue a quienes resisten a las tentaciones.38 Así pues, como desde hace tiempo resplandeciese en las tierras de Provenza la fe leal y por esto temamos allí más a los animales venenosos, no sea que los sencillos, rodeados por las taimadas seducciones de estos, y los astutos, peligrosamente engañados con fraudes perversos, se descarríen al abismo de los pecados y así se profane en el mismo sitio el sostén de la fe, Nos, que cerca de la hora undécima estamos entre los obreros o, por mejor decir, por encima de los obreros de la viña del Señor, asignado por el evangélico padre de familia,39 exhortado por la voz del esposo a cazar las vulpejas jóvenes que se esfuerzan por destruir la viña del Señor40 y conmovido por el dolor en lo más hondo del corazón, no pudiendo soportar tan grande injuria del Creador y queriendo salir al paso de tanto peligro de las almas, rogamos a tu buen juicio, recordamos y exhortamos con atención, mediante estas palabras apostólicas escritas, ordenándolo severamente, poniendo por testigo al divino juez, mandando que envíes a algunos de tus hermanos que te están encomendados, instruidos en la ley del Señor, que supieses son idóneos para esto, a las comarcas que te han sido fijadas por tu orden, quienes, habiendo convocado al clero y al pueblo, hagan un sermón general donde les pareciese ser conveniente por más cómodo y con unos cuantos socios discretos, para poner esto en práctica con mayor cuidado, con diligente preocupación se informen acerca de los herejes y también de los que tengan fama de serlo y si encontrasen algunos culpables o malfamados, si, una vez examinados, no quisieran obedecer perfectamente a los mandamientos de la Iglesia, procedan contra ellos siguiendo nuestros decretos recientemente promulgados contra los herejes y no dejarán de proceder contra sus encubridores, defensores y partidarios según los mismos decretos. Si en verdad algunos, habiendo abjurado absolutamente de la tacha herética, quisiesen volver a la unidad de la Iglesia, concédanles, con arreglo a la forma de la Iglesia, el beneficio de la absolución y ordénenles lo que se acostumbra mandar a tales personas, previendo con muchísimo cuidado que quienes parecen retornar, so aparente capa de piedad, no cometan una impiedad y que el ángel de Satanás se mude en ángel de luz, por lo cual podrán examinar los decretos que sobre esto promulgamos y tomar precauciones frente a sus asechanzas según la prudencia que les ha sido dada por el Señor. Para esto, para que con libertad y eficacia mayores puedan ejercer el oficio que les ha sido encomendado en todas las cosas mencionadas antes, a cuantos se llegasen a su sermón en cada una de sus sesiones, veinte días, a los que, para combatir a los herejes, encubridores, partidarios y sus defensores en fortificaciones y castillos u otras cosas rebelándose contra