respetadas, pues cierran las puertas del diálogo a determinados grupos. No se puede justificar argumentativamente la postura de aquel que impide que otras personas participen en el diálogo. Tampoco son respetables los discursos que sirven para justificar y apoyar la dominación del hombre por el hombre.
En medio de esta ola de misología que nos invade, la pretensión de este material es fomentar la filología, es decir, el amor por los razonamientos, por las palabras que tejen argumentos. El filólogo, tal y como aquí lo entendemos, es el hombre y la mujer que ha tomado la decisión de usar la palabra, las razones, como instrumentos de investigación y de solución de problemas, una palabra que sabe que no le pertenece en exclusividad y que le lleva necesariamente a abrirse al otro mediante el diálogo. Pero no hay que entender el diálogo como un instrumento mediante el cual los diferentes discursos se reducen al final a uno solo. Pensamos que el diálogo ha de potenciar y respetar también la polifonía, donde diferentes voces tienen cabida y donde la belleza se logra precisamente al permitirle a cada una mantener su especificidad dentro de un conjunto armónico. No entendemos el diálogo argumentativo como una guerra en la que al final una parte queda vencedora, al ser derrotada la otra. Preferimos la metáfora que nos lo presenta como el esfuerzo interpersonal o intercomunitario por generar y posibilitar el entendimiento entre distintos puntos de vista, que se enriquecen mutuamente sin que necesariamente tengan que disolverse en un único discurso. Dicho en términos culturales, no se trata de que una cultura se integre en otra y desaparezca, sino de ser capaces de mantener un auténtico diálogo intercultural para crear un espacio en el que sea posible la pluralidad, pero también la justicia.
Entiendo el filosofar como el ejercicio de un tipo de racionalidad que nos permita pensar la complejidad, para lo cual ha de facilitar el diálogo entre las diferentes disciplinas que tienen como objetivo entender la realidad, y ha de integrar los distintos puntos de vista desde los que esta es interpretada. El pensamiento filosófico se ejercita en las fronteras que artificialmente se establecen entre los distintos sistemas de conocimiento y tiene como misión ensanchar los límites de estos y ampliar, de este modo, nuestro horizonte de comprensión. La misión de la filosofía es la de urgir y viabilizar un pensamiento complejo, en un proceso que no tiene final, ya que la realidad cambia constantemente. La tarea filosófica consiste en posibilitar una manera de mirar y contemplar la realidad que nos permita una comprensión profunda de esta (theoria) y nos descubra también todas las posibilidades de transformación que ella encierra. Solo un pensamiento de este tipo será capaz de orientar una acción (praxis) liberadora de las cadenas que nos mantienen a los prisioneros actuales amarrados ante las sombras. La filosofía ha de tejer con el mayor número posible de filamentos la red que debemos utilizar para intentar comprender la realidad en su integridad, una realidad que es polimórfica y que no puede ser entendida si solo se la mira desde una única perspectiva. La filosofía es la voz que continuamente nos despierta del sueño placentero que nos invade cuando creemos dogmáticamente que ya hemos llegado al final del camino, recordándonos que siempre cabe otra forma de pensar y que siempre podemos ensayar otras formas de relacionarnos, porque el que tenemos no es nunca el único mundo posible.
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