Osho

Yo soy la puerta


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no está vinculado con ninguna religión. En esta tierra, todo tipo de sannyas ha sido parte de una religión particular, una secta particular. Eso también es una medida de seguridad. Uno renuncia y, sin embargo, pertenece. Uno dice: "Me he alejado de la sociedad", pero pertenece a la secta. Uno continúa siendo hindú, musulmán o sikh. Uno sigue siendo algo.

      En realidad, sannyas significa ser simplemente religioso, más no estar atado a ninguna religión. De nuevo, es un gran salto hacia lo desconocido. Las religiones son conocidas pero la religiosidad es desconocida. Una secta tiene sistemas, la religiosidad no tiene sistemas. Una secta tiene escrituras; la religiosidad sólo tiene existencia, mas no escrituras.

      Este sannyas es existencial, religioso, no sectario. Esto no significa que este sannyas le niegue a un mahometano su mahometanismo, que este sannyas le niegue a un cristiano su cristianismo. ¡No! Significa, en realidad, lo contrario. Significa que le brindará a los cristianos el verdadero cristianismo. Le brindará al hindú el verdadero hinduismo, porque entre más se vaya a lo profundo de la religión hindú, el hinduismo caerá y quedará únicamente la religiosidad. Entre más se vaya a lo profundo del cristianismo, menos se parecerá al cristianismo y más se parecerá a la religiosidad. De pronto, se llega al centro de la religión. Cuando digo que, al convertirse en sannyasin, no se pertenece a ninguna religión como tal, no me refiero a que se esté negando el cristianismo o el hinduismo o el jainismo. Sólo se niega la parte muerta que se ha convertido en una carga para la religión. Sólo se niega la tradición muerta y uno devela y descubre, de nuevo, la corriente viva, la corriente viva que existe debajo de todo lo muerto: las tradiciones muertas, las escrituras muertas, los guruísmos muertos, las iglesias muertas.

      Uno vuelve a encontrar la corriente viva. Siempre está ahí, pero tiene que ser redescubierta; cada cual tiene que redescubrirla. No puede ser transferida, no puede ser transmitida. Nadie se la puede dar a uno. Cualquier cosa que se haya dado estará muerta. Uno tendrá que escarbar dentro de sí mismo, de otro modo, jamás se hallará. Por lo tanto, no doy una religión, sólo doy el empujón para que cada quien encuentre la corriente viva. Será el hallazgo de cada quien, jamás puede ser el de otro. No estoy transmitiéndole nada a nadie.

      Hay una parábola...

      Buda llega un día con una flor en la mano. Debe impartir un sermón, pero se queda callado. Aquellos que han venido a escucharlo, comienzan a preguntarse qué está haciendo. El tiempo transcurre. Nunca había sucedido algo así y los que han venido se preguntan qué está haciendo Buda. Se preguntan si hablará o no. Entonces, alguien pregunta: "¿Qué está haciendo? ¿Ha olvidado que hemos venido a escucharlo?"

      Buda responde: "He comunicado algo. He comunicado algo que no puede ser comunicado por medio de las palabras. ¿Lo han escuchado o no?"

      Nadie lo ha escuchado. Pero un discípulo —un discípulo desconocido, que se ha presentado por primera vez, un bhikkhu llamado Mahakashyapa— ríe con fuerza. Buda dice: "Mahakashyapa, acércate. Te entrego esta flor y declaro que todo lo que haya podido brindar por medio de las palabras, se los he brindado a todos ustedes. Aquello que es realmente significativo, aquello que no se puede brindar por medio de las palabras, se lo entrego a Mahakashyapa".

      La tradición Zen se ha preguntado una y otra vez: "¿Pero, qué es lo que le fue transmitido a Mahakashyapa?" —una transmisión sin palabras—. ¿Qué ha dicho Buda? ¿Qué ha escuchado Mahakashyapa? Y siempre que hay alguien que sabe, esa persona ríe, y el relato permanece como un misterio. Cuando alguien entiende, vuelve a reír. Donde haya personas que son estudiosas, quienes saben mucho y no saben nada, discutirán en tomo a lo que se ha dicho, decidirán en tomo a lo que ha sido escuchado. Pero alguien que sabe, se ríe.

      Bankei, un gran maestro Zen, dijo: "Buda no dijo nada. Mahakashyapa no escuchó nada".

      Entonces, alguien pregunta: "¡Buda no dijo nada?"

      "Así es", respondió Bankei. "Nada fue dicho, nada se escuchó. Fue dicho y fue escuchado. Yo soy testigo".

      Entonces otro dijo: "Usted no estuvo allí".

      Y Bankei respondió: "No hace falta haber estado allí. Cuando nada ha sido comunicado, no hace falta que alguien sea testigo. Yo no estuve allí y, sin embargo, soy testigo". Alguien más rió y Bankei dijo: "Él también fue testigo".

      La corriente viva no puede ser comunicada. Siempre está ahí, pero uno tiene que acercarse a ella. Está cerca, a la vuelta de la esquina. Está dentro de uno, uno mismo es la corriente viva. Pero uno nunca ha estado adentro. La atención de uno siempre ha estado afuera, uno ha sido orientado hacia afuera. Uno ha fijado su atención. El enfoque de uno ha sido fijado, de modo que uno no puede concebir lo que significa estar adentro. Incluso cuando hace el intento por estar adentro, simplemente cierra los ojos y sigue estando afuera.

      El estar adentro significa un estado en el cual no existe el adentro ni el afuera. El estar adentro significa que no hay una frontera entre uno mismo y el todo. Cuando no hay nada afuera, sólo entonces, se llega a la corriente interna. Y cuando uno lo ha podido atisbar, se transforma. Entonces, uno sabe algo que el intelecto no puede comprender, sabe algo que el intelecto no puede comunicar.

      Y sin embargo, uno tiene que comunicarse —incluso por medio de una flor, incluso por medio de una risa—. No hay ninguna diferencia, son gestos. ¿Acaso hay alguna diferencia entre utilizar los labios o las manos o una flor? Únicamente el gesto es nuevo y por eso es inquietante para los demás. Pero es un gesto, igual que lo es un par de labios que se mueven. Hago un ruido y es un gesto. Permanezco callado y es un gesto. Pero el gesto es nuevo, desconocido para ti, por lo cual tú piensas que algo es distinto. Nada es distinto. La corriente viva no puede ser comunicada y, sin embargo, tiene que ser comunicada —de algún modo, tiene que ser señalada; de algún modo, tiene que ser demostrada.

      En el momento en que alguien está listo pata aceptar sannyas, es para esa persona una decisión que conduce a una gran búsqueda y es un gesto que, para mí, significa que la persona está lista para emprender un salto. Y cuando alguien está listo para cambiar, para deshacerse de una vieja identidad, para renacer como alguien nuevo... Cuando alguien está listo, no necesita cumplir con ningún requisito; eso no tiene importancia. El estar listo es el único requisito. Cuando alguien está listo, yo estoy listo para empujar. No es necesario que esa persona llegue, pero, ¿no es maravilloso que comience?

      El que esa persona llegue, no es el punto, en absoluto. Pero uno comienza. El comienzo es algo grandioso. Llegar no es tan grandioso. Comenzar es grandioso porque cuando alguien llega, es capaz. Y cuando alguien comienza, no es capaz. ¿Me entiende? Cuando alguien comienza, es incapaz. Por eso, el comienzo es el milagro.

      Un buda no es un milagro. Un buda es capaz, por eso llega. Es tan matemático, que no hay ningún milagro. Pero cuando alguien se acerca a mí, con todos sus deseos, con todos sus anhelos, con todas sus limitaciones, y piensa comenzar, es un milagro. Y cuando yo tenga que elegir entre Buda y aquella persona, elegiré a ésta. Esta persona es un milagro: un ser tan incapaz y tan valiente.

      No me interesa en absoluto el fin que alguien pueda lograr. Sólo me interesa el comienzo. Esa persona comienza y sé que cuando hay un comienzo, la mitad del fin ya se ha logrado. El comienzo es lo más importante. Cuando hay un comienzo, uno seguirá creciendo.

      No es cuestión de un día o dos, no es cuestión de tiempo. Puede suceder al momento siguiente, o puede que no suceda sino al cabo de muchos nacimientos, pero una vez que se ha comenzado, uno no volverá a ser el mismo. La decisión misma de aceptar sannyas es un gran milagro del cambio. Puede ser que no se logre sino al cabo de muchos nacimientos, pero uno no volverá a ser el mismo. Esto llegará de nuevo y volverá a suceder. Este recuerdo de haber tomado la decisión de ser libre, siempre estará presente en todas las esclavitudes, en todas las sumisiones a las que esté uno sujeto. Esta decisión de ser libre, este anhelo de ser libre, este anhelo de trascender, estará esperando su oportunidad. Por lo tanto, ¿cómo puedo negarle a alguien un comienzo? ¿A quién debo preguntarle si alguien está calificado o no? Si la existencia misma le permite a uno existir, si le permite la vida, y nunca le pregunta a uno: "¿Está usted calificado?", entonces, ¿quién soy yo para hacer esa pregunta?