Peter Linebaugh

Roja esfera ardiente


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para establecer puentes sobre los archivos fragmentarios o perdidos, un elenco de personajes radicales e indígenas, que o bien se conocieron entre sí o podría imaginarse que se hubieran cruzado en el mundo atlántico. A veces, esto es cuestión de reunir la densidad histórica de una localización, ya sea el vecindario rural de Despard en el condado de Queen’s (que resulta haber sido un inesperado fermento de ideas y conexiones, desde el folclore al radicalismo de los Irlandeses Unidos) o la costa de los indios miskitos en Centroamérica. Pero es también cuestión de seguir las dislocaciones que personas, cosas e ideas experimentan por igual en las esferas circulantes de una economía capitalista. Esta última desplaza y reúne gente, a menudo en lo que Angela Davies llamó en una ocasión «coaliciones inesperadas», y proporciona los medios para distribuir ideas. Dichas ideas no solo circulan en forma de escritos sino también por medio de recursos simbólicos, ya sean folclóricos o mercantilizados. Estos a su vez son objeto de un cambio de funciones por parte de las diferentes comunidades que preservan a través de ellos la memoria y los valores de lo común.

      A este respecto, Linebaugh parece emular tanto el modo digresivo de las obras literarias del periodo de las que es más devoto, desde Laurence Stern hasta Thomas De Quincey, como la manera de los cuentistas irlandeses, a los que invoca en la región natal de Despard. Sin duda a él esta analogía le parecería un cumplido. Las cualidades formales de la obra plantean, sin embargo, una dificultad potencial al lector: es fácil perder de vista el relato de los Despard, ensimismándose en el intrincado patrón de otros cuentos. Pero, como el oyente ansioso del seanchaí o del cuentista nativo americano, son los lectores los que deben suspender su impaciencia, encontrar una forma de avanzar por el hilo, y demorarse en las perspectivas cambiantes y los relatos entrelazados –animales, vegetales y minerales, además de humanos– que Linebaugh orquesta. Como él nos recuerda, «estos relatos, de naciones de cuentistas, eran un modo de sacarle sentido a las derrotas históricas». Pero la forma en la que Linebaugh, aprendiendo de ellos, cuenta dichos relatos es también el medio de volver a narrar las posibilidades que sobreviven a la derrota histórica: esta, descubrimos en Roja esfera ardiente, nunca es absoluta, nunca es el fin de la historia. Por el contrario, el relato continuo de la destrucción, en un lugar u otro, de alguna alternativa indígena real al capitalismo, o de alguna iniciativa revolucionaria que intentó derrocarlo, está contrapuesto siempre por la emergencia en otra parte, a partir de reuniones fugitivas de pobres y desplazados, de nuevos imaginarios en los que la promesa de lo común saqueado se renueva.

      Estas son lecciones de las que no podemos y nunca deberíamos prescindir. En las primeras décadas de otro siglo, los nuevos modos de cercamiento y robo que reciben el nombre de neoliberalismo tienen como objetivo privarnos nuevamente de todo aquello que las múltiples luchas sociales han conseguido conservar de lo común, en forma de bienes públicos. Ante esta nueva oleada de expropiación, se nos presenta, con una urgencia peculiar, la cuestión de cómo podemos imaginar y modelar, en consonancia con las tradiciones de los oprimidos, nuevas prácticas de vida en común. En el relato de Peter Linebaugh sobre los defensores de lo común de antaño y la imaginación por parte de dichos defensores de alternativas a la pesadilla todavía emergente y desnudamente brutal del capitalismo global, podemos encontrar los recordatorios indispensables de que, a pesar del «aura de inevitabilidad» que acompañó al desarrollo del neoliberalismo, las posibilidades conocidas o imaginadas en el pasado no se pierden para la historia. A nosotros nos corresponde avivar la chispa que con tanto cariño ha encendido Linebaugh.

      David Lloyd

      Los Angeles, 2018

      Introducción

      Los fenómenos mundiales de resistencia a los cercamientos han sido liderados por los zapatistas en México (1994); los movimientos contra la globalización de la propiedad intelectual en la «batalla de Seattle» (1999); las mujeres de Vía Campesina contra la incautación corporativa del germoplasma planetario; los chabolistas, desde Durban a Ciudad del Cabo; las mujeres del delta del Níger que protestan desnudas contra los vertidos de petróleo; los pueblos indígenas de los Andes contra quienes se hacen con el agua; los conservadores de semillas de Bangladesh; los ecologistas del Himalaya; el movimiento de «círculos y cuadrados» en los cientos de Occupys municipales (2011); y los miles de protectores del agua de Standing Rock (2017). Inspiradas por estos fenómenos, las revisiones del significado de «lo común» y su relación con el comunismo, el socialismo, el anarquismo y el utopismo han pasado a formar parte del discurso mundial contra el esfuerzo por eliminarlo o cercarlo. En general, esta historia tiene doscientos años.

      En 1793, William Blake, el artista, poeta y profeta londinense, llegó a la conclusión de que cercamiento = muerte. Dos de sus contemporáneos decidieron hacer algo al respecto. Este libro cuenta una historia de amor entre un irlandés y una afroamericana, Ned y Kate, dos revolucionarios que ansiaban otro mundo e intentaron hacerlo realidad. El amor mutuo que sentían y su nostalgia por lo común nos señalan un mundo y un corazón nuevos.

      He aquí lo que escribió Blake:

      Me dijeron que tenía cinco sentidos para encerrarme,

      y encerraron mi cerebro infinito en un estrecho círculo,

      y hundieron mi corazón en el abismo, una roja esfera ardiente,

      Blake tenía el poder profético de imaginar un mundo y un corazón distintos. Esa única expresión, «una roja esfera ardiente», podría hacer referencia a la guerra entre Inglaterra y Francia, o a la lucha de los esclavos africanos por la libertad, o a los fuegos que permitían obtener vapor para los nuevos motores de su tiempo –guerra, revolución y trabajo– pero es incluso más profunda que eso. Hace referencia al planeta en sí. La geología de Blake anticipa el Antropoceno planetario, la «roja esfera ardiente». En cuanto a los cinco sentidos que encierran su corazón y su cerebro, hacen referencia a la filosofía dominante en aquel momento –laica, empírica, utilitaria– y a la economía política resultante. ¿De qué otro modo podría obtenerse el conocimiento?

      La evolución general de su historia coincide con las tres partes de este libro. Comienza con mi búsqueda de Ned y Kate, y de lo común («La búsqueda»), que a su vez me llevó a lo que el poeta William Blake llamaba las «Montañas Atlánticas». Las experiencias americanas allende y bajo los mares se describen en la segunda parte de este libro. Cuando volvieron del Caribe a Inglaterra, en el año 1790, la Revolución francesa ya había empezado y los símbolos de lo común –liberté, égalité y fraternité– habían incendiado la época, el segundo significado para la «roja esfera ardiente». La tercera parte de este libro, «Amor y lucha», muestra cómo se expresó el amor mutuo de Ned y Kate, a través de la resistencia al lema de «Rey, Dios y Propiedad» utilizado en Inglaterra para justificar las guerras contra la igualdad y las guerras de conquista imperial.

      La guerra entre Francia e Inglaterra comenzó en 1793 y no concluyó hasta 1815. Hay una historia de posibles repúblicas –Francia, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Haití y Estados Unidos– pero ninguna alcanzó la igualdad o una noción real de república. Francia se convirtió en un imperio gobernado por Napoleón. Inglaterra se convirtió en un imperio denominado Reino Unido. Una isla (Irlanda) dejó de tener un gobierno independiente, mientras empezaba a surgir de hecho la independencia de otra (Haití). Estados Unidos se consolidó, con las elecciones de Jefferson (1800), como un régimen de propietarios colonos blancos, y triplicó con creces su tamaño con la compra de Luisiana (1803).