conservados en los archivos provinciales de Cataluña provenientes de los gobiernos civiles. Estos estudios son útiles; lo que sucede es que a menudo acaban en 1964, cuando se adopta una nueva ley de asociaciones al amparo de la cual se podrán crear, por ejemplo, las asociaciones de vecinos. Esta ley, aunque muy restrictiva inicialmente, abre algunas posibilidades de asociacionismo formal, legal, en una dictadura que negaba las libertades individuales.
En relación con la temporalidad del fenómeno de la sociabilidad contemporánea, encontramos dos ejemplos significativos, como las comisiones en los centros de trabajo o las asociaciones de vecinos en los barrios (Molinero e Ysàs, 2010), que son ejemplos de una gestión inteligente dentro de un marco de oportunidades muy reducido, muy restrictivo, porque la dictadura mantiene su componente represivo hasta el final. Se ha hablado mucho de otros aspectos de sociabilidades vinculados a identidades políticas, por ejemplo los trabajos de Jordi Canal (1998) sobre carlismo, que de hecho es el introductor del concepto en España, y que ha hecho estados de la cuestión y presentado a Agulhon a la comunidad historiográfica hispánica.
El Grupo de Investigación Consolidado, Ideologías y Sociedad en la Cataluña Contemporánea (ISOCAC) de la URV, dirigido por Montserrat Duch, se reconoce en la investigación de ámbito más local de los trabajos sobre el área reusense que publicó el difunto Pere Anguera (1977-1999), primer catedrático de la URV (1997). Fieles o solidarios con la genealogía de la historia social, nuestra investigación en la actualidad se concreta en el proyecto «Los espacios y la memoria de la sociabilidad popular en la Catalunya del siglo XX», que tiene como investigadora principal a la catedrática Montserrat Duch (HAR-2011-28123). En este volumen se avanzan algunos estudios parciales sobre una temática quizá menospreciada, quizá poco a la moda-page, pero de gran fecundidad para la historia sociocultural y el conocimiento de los procesos de politización de la mayoría del pueblo. En este volumen se incluyen cuatro estudios de miembros del grupo: Ramon Arnabat sobre la sociabilidad de los toneleros, Antoni Gavaldà sobre sociabilidad rural contemporánea, Jordi Roca sobre sociabilidad liberal durante el siglo XIX y Xavier Ferré y Montserrat Duch sobre sociabilidad en el posfodismo.
La mayor parte de los textos que se encuentran en este volumen están relacionados con el curso de verano organizado por el grupo de investigación ISOCAC de la URV en Tarragona el verano de 2013 «Història de la sociabilitat contemporània: de l’associacionisme a les xarxes socials». Curso en el cual intervinieron también Giovanni Levi, Pere Gabriel, Jordi Canal y Susana Tavera. No hemos incluido ninguna aportación sobre el entorno de las fiestas, un espacio de sociabilidad por antonomasia (Uria, 2003), de vida en la calle, de mezcla pero a menudo también de confrontación en comunidades humanas que rivalizan para afirmar su identidad y posición social (Isnengui, 1994). No se precisa mucha lucidez para saber que los espacios de sociabilidad no son necesariamente armónicos, sino que, en ellos, en este cara a cara, en este «étre ensemble» que definió Agulhon, se viven también contradicciones, conflictos, peleas.
Somos partidarios de huir de los tópicos de que la sociabilidad sea un concepto en el que quepa todo; debemos diferenciar asociacionismo formalizado respecto de los movimientos sociales como la acción colectiva que culmina y se fortalece a partir de expresiones de sociabilidad de carácter más espontáneo y no intencional sobre la esfera pública. Y tenemos que discernir muy bien, porque a veces confundimos las cosas porque a los mismos entes, los líderes sociales, a menudo, los encontramos por todas partes en los espacios locales, propio de la microhistoria. Como, por ejemplo, se puede ver en las contribuciones más holísticas de este volumen que reúne perspectivas, miradas y análisis de diez historiador@s. Ahora bien, hay que emplear los conceptos con propiedad porque, de lo contrario, no acaban de explicar prácticamente nada. Por lo tanto, nos hacen falta nuevas y más ambiciosas perspectivas metodológicas y, como siempre, la necesidad de insistir en el equilibrio entre teoría y práctica y entre microhistoria y perspectivas teóricas, que a menudo provienen de la sociología, como aprendimos de Carlo Ginzburg (1994) y Giovanni Levi (1993).
Manuel Castells (1997) habla de tres tipos de relaciones fundamentales en la historia de la humanidad que tienen su diacronía: relaciones de poder, relaciones de producción y relaciones de experiencia. La sociabilidad fundamentalmente remite a las relaciones de experiencia, al contexto, a las lógicas de las relaciones entre las personas. Los espacios de sociabilidad son muy importantes desde el punto de vista del equilibrio de las personas que participan en ellos (Barbichon, 1991; Pellegrino, Lambert y Jacot, 1991; Guereña, 2003; Uría, 2003a). O incluso podríamos entender el porqué de las causas que hacen que se acerquen o que la ruptura del pacto biográfico lleve a establecer distancias y exclusiones. Los espacios de sociabilidad que no son movimientos sociales, que no son asociaciones formales, que a menudo son espacios espontáneos y que quizá derivarán en formalización, aunque no necesariamente, son, y esto nos parece muy relevante, agencias de significación; dan sentido de conciencia, de pertenencia, de identidad a las personas en su individuación y a los grupos más o menos grandes, más o menos estables. Los espacios de sociabilidad responden a necesidades humanas de todos los tiempos y de todas las culturas. Por ello, pensamos que, lejos de considerarlo una categoría débil, queremos enfatizar aquello que ya en la declaración de sentimientos de Séneca Falls en 1848 y antes de la declaración de independencia americana se proclamaba, en sendos documentos fundadores de la contemporaneidad occidental, que aspiraban a una sociedad de ciudadanos libres que tuvieran derecho a la felicidad (Nash, 2004; Duch, 2012). En cualquier caso, el espacio es un elemento muy importante en la historia humana; de hecho, la historia no deja de ser el estudio de la humanidad en el tiempo y el espacio (Schlögel, 2007).
Una contribución a la sociabilidad
Este libro se organiza de modo cronológico y combina reflexiones de ámbito catalán, español y europeo sin renunciar a la perspectiva comparada. La primera contribución, de carácter general, es la de Pere Solà (catedrático de Historia de la Educación en la Universitat Autònoma de Barcelona): «Apuntes para una historiografía de la sociabilidad catalana contemporánea en una perspectiva mediterránea comparada», en la cual reflexiona sobre los últimos decenios de debate conceptual e historiográfico en torno al desarrollo del Tercer Sector, el capital social y la educación informal (y popular) en Cataluña, con comparaciones que afectan al ámbito mediterráneo.
Jordi Roca (investigador Beatriu de Pinós en el grupo ISOCAC-URV) aporta el único texto dedicado plenamente al siglo XIX, antes del fordismo: «Del liberalismo exaltado al democrático a través de las sociedades patrióticas (1820-1854), una forma de sociabilidad política liberal», en el cual realiza un seguimiento de las sociabilidades liberales durante la primera mitad del novecientos, centrándose en las sociedades patrióticas.
A caballo entre los siglos XIX y XX, en pleno fordismo, se sitúa el trabajo de Ramon Arnabat (profesor de la Universitat Rovira i Virgili), «“Conscientes, enérgicos y pensadores”: sociabilidad, sindicalismo y movilización de los toneleros españoles», en el que analiza diversos aspectos sociales relacionados con los trabajadores de oficio, concretamente los toneleros, durante el último tercio del siglo XIX y el primer tercio del XX. En la misma cronología se inserta la contribución de Manuel Morales (catedrático de Historia de la Universidad de Málaga), «“El porvenir de la libertad”: cultura y sociabilidad republicanas en los siglos XIX y XX», un texto sintético, ambicioso, de carácter interpretativo, fruto de sus numerosas investigaciones, y en el cual se llama la atención sobre cómo los republicanos se valieron de diversas otras formas y espacios de sociabilidad en su intento por articular la sociedad civil (las escuelas nocturnas para adultos, las sociedades corales, la calle y el barrio, los cafés y las tabernas o las reboticas y trastiendas de no pocos talleres artesanales), es decir, para las relaciones interpersonales y para la propaganda política.
Entrando ya de lleno en el siglo XX, pero aún dentro del fordismo, Enrique Moral Sandoval (profesor de la Universidad Complutense de Madrid) presenta «Las Casas del Pueblo en el socialismo español», donde reflexiona sobre el espacio de la cultura socialista en el primer tercio del siglo XX, y en el que traza los antecedentes y realiza un análisis desde una perspectiva comparada de las Casas del Pueblo, espacios de sociabilidad que albergaron en un elevado número de poblaciones a las organizaciones socialistas, así como a un amplio grupo de entidades de diverso tipo inspiradas directamente por estas. Espacios de