que mantiene en forma la mente y el cuerpo. Conjugación de fuerza y saber. Luis Alberto Ayala Blanco experimenta consigo mismo para negar la vida y encontrar en la renuncia a la originalidad y esperanza en el humanismo, un láudano que alivie la inutilidad de la existencia, a pesar del joie de vivre propagado como catecismo del modelo neoliberal a través de su culto a la salud y el hedonismo mercantil. Estupidez ilustrada hace añicos la blandenguería intelectual que hoy en día encuentra sus mejores argumentos en la corrección política: “El individuo de la posthistoria. Ese híbrido de última promesa y absoluto desencanto [...] Pero ¿a qué se refiere Calasso con posthistoria? A la inversión del mundo, la absorción de todo en una sola entidad: la sociedad.”
La salud mental corresponde a los enfermos musculosos y lúcidos que resisten a los enemigos de la heterodoxia.
Agudo lector de Calasso, a quien dedica un perfil ensayístico y se convierte en referencia omnisciente, Ayala Blanco opta por la brevedad diacrónica en su exploración por el pensamiento zen —“un necesario respiro de paz e inteligencia”—, el aforismo y la epístola, el cine, la pintura, el pensamiento literario y la filosofía atenea. Entrevista a Satanás, quien se reconoce un simple subalterno de Dios —que es mujer—, en tiempos del #Metoo apuesta por la atracción sexual entre hombre y mujer devolviéndoles su genitalidad, ¿o sería más propio decir su animalidad que nos hace diferentes pero complementarios? Universo infinito y paradójicamente acotable, como propuesta situacionista de una deriva que conduce a la Nada. Al vacío. El nihilismo como exégesis. En su diálogo con Calasso como artífice de la divagación argumentativa, apunta sobre el poder de la pluma del erudito florentino: “se encuentra lejos de la transparencia y la caricaturesca autonomía de lo moderno, más bien es una fuerza que emana de un saber críptico”.
Toda idea que vale la pena escribirse es una prueba de la búsqueda inútil de inmortalidad. El oxímoron que exhibe nuestra insignificancia hace más evidente nuestra fallida condición de especie superior.
Como diatriba contra la democracia y la inutilidad de la existencia, Estupidez ilustrada goza de libertad estilística atendiendo un factor que en su esencia nos lleva de nuevo al pensamiento de Max Aub: “siempre que pude evité la monotonía, que es otro crimen”. Para Luis Alberto Ayala Blanco es otro ejemplo de estupidez intelectual. Como Talleyrand, a quien dedica un ensayo, es un descreído. De su libro inclasificable se pueden reconocer los vicios de la moral ilustrada tal y como Lichtenberg señala en uno de sus punzantes aforismos: “Se puede inferir que el hombre es la más noble de las criaturas por el simple hecho de que ninguna otra criatura ha puesto en duda tal afirmación.”
Pues bien, aquí les dejo Estupidez ilustrada, ojalá y sirva este pararrayos.
Primavera del Coronavirus 2020
Estupidez
ilustrada
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