Brenda J. Elsey

Futbolera


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Ethan y Blain, Matthew y Leah, Layla y Josh, Claire y Jonathan, Mariola, Susan, Laura Wagner, la multitud de CSL, especialmente Marc y Drew (¿o Drew y Marc?) y Ascary Arias, Randall, Lisa, Molly, Charlie, Jeff y Stephanie, Sam Amago, William Thomas, Sophie Adamson, Alchemy y la fiambrería de Neal. Todos ustedes juegan un papel importante en mi cordura. La academia de Sporting Clube Portugal en Chalandri, Grecia, me dio un lugar para trabajar mientras mis hijos practicaban un deporte que aman y aprendían a maldecir en griego. A la administración y entrenadores, muchas gracias. Un agradecimiento especial a Mario Gavalas y Stavros Raptis. Ευχαριστω Tzeni por esos deliciosos cappuccinos freddo. El patriarcado es fuerte en Grecia, donde es más común que sean los padres y no las madres quienes llevan a los niños a las prácticas de fútbol.

      Gracias a todos los padres y amigos griegos (demasiados para nombrarlos individualmente) por escucharme destruir su idioma y tener tanta paciencia. Muchos hicieron lo posible por ayudar: Antonis, Dino y Penny, Thanos y Ntina, Ariti, Giannis y Ntina, Elias y Roma, y Giannis. Gracias a Victoria Kalonarou por proporcionarme un excelente lugar donde vivir, pensar y trabajar.

      A los gatos de Kalisperi Sevastis, especialmente a Isaiah, Steph y Berry. La familia de Eva en Grecia (los Drellas, Zaxaropoulos y Tiggelis) ευχαριστουμε πολυ por cuidarnos tan bien. Y, por supuesto, Evanthia, Sofía Ariadne y Rafael Nikolaos: me mantuvieron concentrado y me ayudaron de descansar cuando era necesario; sin ustedes todo esto hubiera sido mucho menos divertido, los quiero. Finalmente, a Ginger y Helen, las amo… ojalá, Bill estuviera aquí para esto.

      Palabras de Brenda: Nunca hubiera escrito este libro sin Josh, en los últimos años solía recordarme las implicancias contemporáneas que tenía nuestro trabajo, lo que me ayudó a continuar. Estoy eternamente agradecida por su inteligencia, buena naturaleza y amistad. En Hofstra, me gustaría agradecer a todos mis colegas en el departamento de historia, quienes me han alentado de una manera increíble. También quiero agradecer especialmente a Benita Sampedro y Vimala Pasupathi.

      También a Simon Doubleday y Susan Yohn, quienes, siempre que podían, me aconsejaban con la redacción de este libro y me ayudaban a equilibrar la enseñanza y la investigación. Hay tantos amigos en los que me he apoyado a lo largo de los años, Ernie Capello, Chandler Carter Melissa Connolly, Enrique Garguín, Paul Gootenberg, Alberto Harambour, Jorge Iturriaga, Zilkia Janer, Ana Julia Ramírez y Angie Thompson. Para los chicos del “shark crew”, saben quiénes son, sigan haciendo lo suyo. J. Edward Durrett, gracias por hacerme reír, casi a diario, durante tantos años. Jessica Stites, por varias razones ha sido una hermana del alma. Los Bardfield-Mañons, los Kramers y los Rose-Cortinas han hecho del Valle del Hudson un hermoso lugar para vivir. Todas las semanas, Shireen Ahmed, Lindsay Gibbs, Jessica Luther y Amira Rose Davis me ayudan a mantener mi ánimo y mi cerebro trabajando como parte del podcast “Burn It All Down” sobre el deporte y el feminismo. Chicas, las amo.

      Gracias a mi familia, los Browns, los Steeles, los Elseys y sus respectivas familias, especialmente a mi madre, Joan y mis hermanos.

      Si bien mis hijos no me ayudaron a escribir este libro, me llenaron de alegría y risas durante el proceso. Todo mi amor para Julieta, Luna y Maya, tres realmente es un número mágico. Y a su padre, Enrique, estoy eternamente agradecida por su apoyo. Nos vemos en la canoa, de una u otra forma.

      “¿Por qué seguiste jugando?, toda la homofobia y la humillación, sin ganar un peso, ¿por qué?, ¿por qué no te dedicaste a algo más fácil?”, le pregunté a Marina, una exjugadora del equipo nacional de fútbol femenino argentino. Estábamos en un café en Queens, Nueva York, en un frío día de invierno. Había emigrado a Estados Unidos en 2010 para buscar oportunidades de jugar fútbol a nivel profesional. Aunque su sueño de una carrera pagada no se habían hecho realidad, Marina seguía jugando y arbitrando cuando no limpiaba oficinas en su trabajo nocturno. Ella me respondió: “mientras más dificultades había, más lo quería. No tenía educación, ni dinero, mi única arma era mi talento para el fútbol. Es todo lo que quería hacer”1. La reacción de Marina refleja la de miles de mujeres que han practicado deportes organizados en América Latina desde finales del siglo XIX. Su exclusión es clave para entender cómo se desarrolló el género y la sexualidad en la región. Las comunidades y actividades femeninas dentro del deporte también son clave para comprender la historia social. Este libro se centra en las relaciones de las mujeres con las asociaciones cívicas, incluidos los clubes deportivos, los equipos de educación física y las ligas sindicales, y la importancia que el deporte tiene en sus vidas.

      Hay muchos íconos de mujeres poderosas en la historia de América Latina: la mexicana Adelita, la argentina Eva Perón, la brasileña Escrava Anastacia. Ya sean símbolos reales, imaginarios o mixtos, sirven como puntos críticos para comprender la vida de las mujeres en la región. Si bien estas figuras fueron excepcionales de una forma u otra, el enfoque tiende a centrarse en las actividades que las hicieron conocidas, más que en la experiencia común más mundana. Futbolera es una forma engañosamente directa de referirse a una niña o mujer que juega fútbol. Si bien las futboleras han desaparecido y reaparecido a lo largo de los siglos XX y XXI, en su mayoría, han sido ignoradas en las historias populares del deporte y en la historia latinoamericana en general. Como tales, sirven como metáforas para su aparición en la narrativa histórica. Cuando el término se utilizaba en el debate público, era una forma de referirse a una mujer que iba “demasiado lejos”, una farsante o monstruosidad. Las futboleras de hoy tienen hambre de su historia, que aún no se ha escrito y que este libro intenta reconstruir. Desde las federaciones internacionales hasta las nacionales, las organizaciones justificaban su falta de apoyo a las atletas en base a la supuesta falta de tradición que existía y porque se consideraban como recién llegadas al deporte. Esta obra discute la historia del papel de la mujer en otros deportes además del fútbol, pero está motivada por la intención de entender a las futboleras y a las deportistas más ampliamente, y meditar sobre su significado para entender el género, la clase, la raza y la sexualidad en América Latina.

      La narración de la historia puede conferir legitimidad a los sujetos, al igual que puede negársela en la misma instancia. Descuidar la participación histórica de las mujeres en el deporte latinoamericano ha servido para naturalizar las diferencias de género en la sociedad y para justificar la negación de recursos para las atletas. Centrarse en las actividades de las mujeres dentro del deporte ilustra su creatividad y sentido de comunidad. El desinterés de los medios en el deporte femenino ha dejado a los historiadores con un rastro difícil de seguir.

      Con frecuencia, son las propias atletas quienes conservan la historia del deporte femenino, al proporcionar sus recuerdos, fotografías, camisetas y recortes de prensa a los periodistas e historiadores. Al igual que la historia de los espectáculos de samba o drag, estas entusiastas conservan los detalles de sus actuaciones como materia prima que los historiadores luego tejen en la narrativa. Este no es un intento de dar voz a las que no tienen, ni de hacer un recuento exhaustivo de la historia deportiva de las mujeres, sino más bien registrar y situar los rastros disponibles y, con suerte, abrir nuevos caminos para la investigación.

      Para entender a las futboleras, hay una historia más larga que entender, una que involucra la construcción del Estado en América Latina. Los programas de educación física fueron parte de la expansión de las agencias estatales que formaron nuevas escuelas e institutos para educar a los estudiantes en toda la región a fines del siglo XIX y principios del XX. Los regímenes de educación física diferían entre países y también se basaban en objetivos nacionales y adaptaciones locales. Este libro revisa el caso de América Latina con cautela y aspira a utilizar casos comparativos para resaltar la heterogeneidad de la región. Es fundamental tener en cuenta la crítica de Walter Mignolo a la idea de América Latina, quien demostró que el término supone una subyugación de los pueblos indígenas y africanos2. De hecho, los expertos de todo el continente americano diseñaron programas para reemplazar cualquier comportamiento indígena o africano por hábitos europeos. En las primeras décadas del siglo XX, trabajaron en gran medida bajo el supuesto de que solo los europeos habían adoptado tradiciones de cultura física dignas de la política estatal.

      Es