al proclamarse en Caspe al pretendiente Trastámara como nuevo rey. La Casa de Aitona se había endeudado de forma creciente desde finales del siglo XIV, situación que no había representado grandes problemas por la protección real, pero el cambio de dinastía supondrá un cambio significativo de escenario: prosperarán las demandas por deudas presentadas en su contra ante la Audiencia Real de Valencia46 y se producirá el secuestro real de las baronías de Castellnovo y Chiva.47
Empero, el periodo de marginalidad de la Casa de Aitona fue relativamente breve. Al instalarse la nueva dinastía, en las clases dirigentes catalanas se operó una corrección de alianzas, de modo que los Cardona y Moncada, marcadamente urgelistas durante el Interregno, pasarán a convertirse en «el fidel partit governamental».48 El nuevo barón de Aitona, Guillem Ramón III de Moncada, aceptará la sentencia de Caspe y trabajará activamente para conseguir la sumisión del conde de Urgell y la pacificación del territorio catalán.
Guillem Ramón III, como primogénito, heredó la rama central de la Casa de Aitona, pero el conjunto patrimonial de la familia se disgregó otra vez, al haber dotado a su hermano Pedro con la Baronía de Vilamarxant y a su hermano menor Juan con las baronías de Castellnovo y Chiva. Desmembraciones sucesivas del linaje «fins al punt que el Casal de Montcada sembla un arbre sense podar».49 Y será precisamente la nueva rama de los barones de Chiva la que continuará el linaje de los Moncada. Las calificadas por Sánchez González como «serie de rocambolescas transferencias entre las tres líneas familiares»50 provocaron que todo el patrimonio de los Moncada se concentrara en la siguiente generación en un único heredero. La extinción de los titulares de las baronías de Aitona y Vilamarxant permitió que Pedro III de Moncada, hijo del barón de Chiva, acumulara en el último tercio del siglo XV un notable patrimonio señorial, en el que iban adquiriendo cada vez más relevancia los dominios valencianos.51
Un patrimonio valenciano que seguirá acrecentándose con los siguientes titulares del linaje. El matrimonio de Gastón I de Moncada con Ángela de Tolsà supuso la incorporación a la Casa de Aitona de las baronías de Beniarjó y de Palma y Ador, ubicadas en la fértil huerta de Gandía, donde se había producido desde principios del siglo XV un auge espectacular del cultivo de la caña de azúcar, con unos resultados económicos envidiables.52 La Baronía de Beniarjó, que incluía el lugar de Pardines y la heredad de Vernissa, había pertenecido a la familia del ilustre poeta valenciano Ausiàs March, pero en 1481 pasó por venta judicial al comerciante valenciano Joan Tolsà.53 Pocos años después, los Tolsà adquirieron también la Baronía contigua de Palma y Ador.54
Los Moncada del siglo XVI ya tendrán una perspectiva marcadamente valenciana, tanto porque en este reino tendrán la parte más valiosa de sus posesiones como por ser la capital valenciana el nuevo solar de la Casa nobiliaria. La centuria del quinientos tuvo otra trascendente novedad para la Casa de Aitona: la vuelta a la participación política, a partir de ahora al servicio de la monarquía de los Habsburgo, responsabilidades de primer orden que ya no abandonarán los Moncada hasta prácticamente la extinción de la línea directa del linaje. Juan de Moncada y Tolsà desempeñó cargos destacados con el emperador Carlos V, fundamentalmente en Cataluña, donde fue virrey y capitán general, y en Sicilia, donde ejerció de maestre justicier. Los servicios a la Corona se vieron recompensados con el anhelado título nobiliario; en el año 1536 el monarca nombró a Juan de Moncada conde de Aitona.55 No menor valor representativo supuso la recuperación del título de senescal, ahora con el nombre de Gran Senescal del Reino de Aragón,56 aunque, como puede inferirse, en este momento ya con un significado meramente honorífico.
Mayores honores y reconocimiento recibió el segundo conde de Aitona, Francisco de Moncada y Cardona. Virrey de Cataluña y, principalmente, de Valencia, donde desempeñó el cargo durante más de quince años, Francisco de Moncada se convirtió en un personaje clave para Felipe II, en un momento en el que la política exterior española consumía los esfuerzos, los desvelos y las rentas del país, y el monarca necesitaba mantener bien controlados los diferentes reinos. Y Francisco de Moncada, en su prolongadísimo virreinato, supo sujetar un territorio potencialmente turbulento en aquella época como el valenciano.57 La recompensa se tradujo en la concesión en 1588 del título de marqués de Aitona. Pero la importancia que tuvo el primer marqués para el linaje no solo residió en la recobrada ascendencia política y el encumbramiento nobiliario, también en la notable ampliación patrimonial. Francisco de Moncada había contraído matrimonio con Lucrecia Gralla, lo que supuso la incorporación a la Casa de distintos bienes patrimoniales, fundamentalmente en la ciudad de Barcelona, de entre los que destaca el palacio conocido como la «Casa Gralla». Pero el mayor incremento de posesiones se produjo entre los años 1566 y 1574 por la compra a Luis Enríquez de Cabrera, del linaje de los almirantes de Castilla, del Condado de Osona y los vizcondados de Cabrera y Bas.
Los primeros marqueses de Aitona tuvieron una activa participación en la política de los siglos XVI y XVII, intervención que podemos considerar poco frecuente, tanto en las responsabilidades asumidas como en su duración, como demuestra que en «les tres generacions següents, els marquesos d’Aitona formaren part del Consell d’Estat de la Monarquia, una situació que no tingueren gaires dels llinatges aristocràtics castellans».58 Solo la muerte en 1670 del IV marqués de Aitona supuso, tras más de siglo y medio, la desaparición de los Moncada de la primera línea política. La prematura muerte del V marqués en la campaña del Rosellón de 1674 impidió el mantenimiento de una posición política privilegiada, pero no mermó el poder territorial de la Casa ni las expectativas de acrecentarlo. Los Aitona supieron aprovechar muy bien su destacada posición, estableciendo fructíferos enlaces matrimoniales con las casas valencianas de Vilamarxant y Bou, lo que permitió la incorporación de los señoríos de Vilamarxant, Callosa d’Ensarrià y Vall de Tàrbena,59 con la Casa aragonesa de Castro, o la extremeña de Medellín, que llevaba asociada diferentes títulos portugueses. Un largo listado de dominios que, como ya sabemos, acabarían en manos de los Medinaceli en el año 1722.
5. AGREGACIÓN DE LA CASA DE COCENTAINA
La última gran incorporación, antes de la revolución liberal del siglo XIX, se produjo por el enlace matrimonial en 1764 de Luis María Fernández de Córdoba, futuro decimotercer duque de Medinaceli, con Joaquina María de Benavides, hija del segundo duque de Santisteban del Puerto. A la muerte en 1782 del duque de Santisteban sin descendencia masculina, su hija primogénita, Joaquina, heredó la Casa de Santisteban, que incluía también los estados de Solera, Cocentaina, Las Navas, El Risco, El Castellar, Malagón y Villalonso, además de otro conjunto de títulos de carácter honorífico. Como ya se ha planteado en epígrafes anteriores, nos centraremos en los dominios valencianos incorporados, en este caso el estado de Cocentaina.
El primitivo Condado de Cocentaina, situado en la zona más septentrional y montañosa del interior alicantino, tiene su origen en la concesión de la villa de Cocentaina por el rey Jaime II de Aragón al almirante almogávar Roger de Lauria. El celebérrimo marino había sido pieza clave en