Enrique Blanc Rojas

Sabor peruano


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de Ellas Rugen Records.

      Yma viaja a Cusco y se presenta en Machu Picchu, en un emotivo concierto del que no queda registro. De regreso a Estados Unidos, incorpora arias operísticas a su repertorio e incluso una versión cantada de “Claro de luna” de Debussy.

      En 1954 protagoniza junto a Charlton Heston El secreto de los incas, una megaproducción de Paramount Pictures. Por si fuera poco, lanza Mambo!, uno de sus álbumes más apreciados y, probablemente, el favorito de sus fans posmodernos. Con este disco recorre Asia y encandila al público de Pakistán, Afganistán, Persia, Birmania y Japón. Los grandes estudios, amantes de su imagen y sonido, la invitan a participar en la comedia Música de siempre con Libertad Lamarque y Edith Piaf, y en la película de aventuras Omar Khayyam, entre otras. Pronto se da cuenta de que su apretada agenda de conciertos, programada por Moisés, no le permite desarrollar una carrera alterna.

      Los problemas migratorios no son ajenos a las aves migratorias, por lo cual “la soprano alada”, como le gustaba ser llamada, obtiene la nacionalidad estadounidense en 1955, después de nueve años de residir allí. El Perú se muestra ofendido ante este hecho (a pesar de que Yma no renuncia a su nacionalidad peruana) y encuentra en él un motivo más para desacreditar su trabajo y cuestionar su amor por su tierra.

      Por esa época, Vivanco vuelve a sorprender a Yma con descendencia fuera del matrimonio. Esta vez, ha procreado gemelos con su secretaria de veinte años de edad. La cantante queda devastada y a la traición se suma el escándalo. La relación nunca se recupera de este acontecimiento. Pero el show debe continuar, así que su intenso ritmo de presentaciones no se detiene. Responde el llamado de Broadway y pasea su hechizo atemporal por los teatros más lujosos, así como por los programas de televisión más importantes de la época. En 1977, el lanzamiento de su quinto álbum, Legend of the Jivaro, es opacado por un nuevo oprobio: se acusa a Vivanco de evadir impuestos durante siete años al mismo tiempo que una prueba de paternidad lo obliga a contribuir al sustento de sus vástagos. El divorcio cae por su propio peso y culmina un año después, pero durante este desagradable proceso, la resquebrajada pareja se presenta en Cuba y Las Vegas, para cumplir con los compromisos pactados.

      Fuego del ande, su último disco con Capitol, presenta una entrañable selección de clásicos peruanos como “La Molina” (sobre las penurias en tiempos de esclavitud), “La flor de la canela” (una emblemática canción de Chabuca Granda) y “Vírgenes del sol”, un fox andino de Jorge Bravo de Rueda, declarado Patrimonio Cultural de la Nación. Tras una breve gira, Yma se toma un merecido descanso en soledad en Madrid, pero no por mucho tiempo, pues la deuda millonaria de impuestos debe ser pagada. Para responder a las voces suspicaces que lo acusaban de fugarse para evadir sus problemas fiscales, Moisés hace alarde de sus méritos: “En el debut, como homenaje a nuestro arte, se hizo volar quinientas palomas, los aplausos se prolongaron por cuarenta minutos y los héroes de la última guerra se acercaron para regalarnos sus condecoraciones”. La soprano alada es tratada como una reina, el líder Nikita Jruschov le rinde tributos y le destina un jet privado.

      En 1960, Hollywood, su nuevo hogar, le otorga una estrella en el Paseo de la Fama, convirtiéndola en la primera latinoamericana y la única peruana en ostentar ese honor. A la par, la industria norteamericana empieza a relegarla en pos de nuevas figuras, siguiendo la lógica de su maquinaria. Afortunadamente, la Unión Soviética la invita a cumplir con una agenda de presentaciones de dos semanas que se convierten en seis meses de triunfo arrollador. Veinte millones de personas acuden a ver a Yma en ciento ochenta y seis conciertos por cuarenta ciudades rusas, y en 1961 graba un disco en vivo con la orquesta sinfónica del Teatro Bolshói.

      En 1965, Yma retorna al Perú para ver a su madre y dar algunos conciertos. Lamentablemente, su visita se ve oscurecida por críticas y cuestionamientos. Aún no se reconoce el valor de la fusión musical, por lo que la llaman “traidora de la tradición musical folclórica”. Con amargura, comprende que el crecimiento de su fama internacional es proporcional al de las resistencias que genera en su país de origen. Incluso un divulgador del huayno tan culto como José María Arguedas hace duros comentarios sobre ella. En su libro Nuestra música popular y sus intérpretes, afirma: “Pero lo que hace Yma Sumac no es, por supuesto, estilización de la música india: es deformación pura. Emperatriz Chávarri hace de la canción india un simple espectáculo”. Para “El Tayta”, la música debía ser el reflejo de un proceso de evolución cultural y social.

      Paradójicamente, podríamos decir que el arte de Yma y Vivanco daba cuenta del progreso cultural y social de dos jóvenes migrantes andinos que adaptaron su propuesta para triunfar en el exterior después de ser rechazados por la industria cultural de su país. La transgresión que se le atribuye a la pareja no fue más que una vocación innovadora que en el siglo XXI sería la norma: la mezcla, la reinterpretación de géneros y de unx mismx, el mashup, la globalización. Hoy la fusión es apreciada en tanto mantiene las manifestaciones culturales tradicionales con vitalidad, cuestionándose y reinventándose. Con ese arrojo, Vivanco fue uno de los más grandes difusores del folclor peruano, incorporando novedosos arreglos y creaciones pentatónicas que permitieron imaginar la música andina más allá de su impronta tradicional. Lejos de una sociedad que los condenaba a ser los vencidos, eligieron convocar a esos dioses andinos que yacían ocultos en la naturaleza, su naturaleza, y hacerlos brillar. “Finalmente el viaje a los orígenes es más importante que los orígenes mismos”, concluiría Julia Kristeva.

      Ese mismo año, regresa a Estados Unidos, personificando trágicamente ese cliché que dice que nadie es profeta en su tierra. Al poco tiempo, se separa para siempre de Moisés Vivanco, quien se traslada a España para evadir sus deudas y continuar su carrera como compositor. Yma sigue presentándose en conciertos, galas y programas televisivos pero su repercusión no es la de antes: la demanda por lo exótico y el glamour decaen frente a la revolución sexual y la experimentación psicodélica, el rock salta sobre la mesa y se apodera del micrófono. Las apariciones de la diva se hacen cada vez más raras y crece su fama de persona con la que es difícil trabajar; harta de lidiar con managers, decide hacerse cargo ella misma. Quizá debido a esa actitud punk y a su experimentalismo sin límite, los rockeros se sienten atraídos hacia ella, al punto de que tres de ellos la ayudan a producir y grabar su primer disco después de doce años: Miracles, una joya psicodélica con logrados temas como “El cóndor pasa”, en clave de rock andino, y la fascinante “Magenta Mountain”, donde su voz parece llevarnos a otra dimensión, sentados en una barca de agua cristalina. Aunque es retirado del mercado por disputas entre Yma y sus colaboradores, con el tiempo se vuelve un disco de culto que la inserta en la cultura pop, y personalidades como Yoko Ono, Nina Hagen, Cindy Lauper y las vocalistas de The B-52’s reconocen su influencia.

      Al viajar a Lima a visitar a su madre, un grupo de jóvenes le arroja comida y la insulta por “no representar al Perú como debería”. No regresará a esa tierra hostil sino hasta treinta y dos años después.

      En Estados Unidos, la creciente comunidad gay, ávida de íconos e himnos, la adora por su glamour y su precoz noción de la performatividad de la identidad, de la creación de unx mismx, de abrazar su condición de rara avis y dejarla volar. Después de todo, Yma también es parte de una minoría postergada y le da la vuelta al mundo. Su derrotero nos recuerda que la identidad no es estática, ni la propia ni la de una nación, porque ¿quiénes tendrían la autoridad de determinar la representación correcta de nuestra identidad o validar su autenticidad? ¿Quién distinto a unx puede afirmar o negar cómo se siente por dentro, lo que dice el canto de los pájaros?

      Yma ensaya su retiro entre 1976 y 1983, primero en soledad y, más tarde, cuidando animales en un parque natural de Los Ángeles, buscando la armonía de la naturaleza. Convertida en una figura de culto (y dada por muerta por muchos), reaparece, modifica en las entrevistas los aspectos desagradables de su pasado y cuenta su historia como considera que debió ser. Sus últimas grabaciones son I Wonder, banda sonora de la película La bella durmiente de Disney, y Mambo ConFusion en 1991. En 1997 se despide de los escenarios en el Festival de Jazz de Montreal. A sus setenta y seis años, la princesa inca se retira, mientras sus canciones siguen orbitando en la cultura popular.

      Un día, su ostracismo es interrumpido por una llamada que ya no esperaba. El gobierno peruano la invita a su tierra natal a recibir