en la que convivían nazis, socialistas, comunistas. Una inflación descontrolada hizo del ahorro algo inútil; los berlineses vivían en un presente que trataba de olvidarse del futuro inmediato en el que quizá no habría para comer.
Berlín se convirtió en el centro de movimientos de vanguardia. Walter Gropius fundó la escuela de arquitectura de Bauhaus. El dadaísmo se trasladó desde Zurich y echó raíces entre los artistas [...]. Berlín se nutría de altas dosis de modernismo con las novelas de Alfred Döblin, del teatro de Bertolt Brecht y las radicales composiciones musicales dodecafónicas de Alban Berg y Arnold Schönberg, y albergaba una extraordinaria industria fílmica ejemplificada por el trabajo de F.W. Murnau, G.W. Pabst, Fritz Lang y Josef von Sternberg. El modernismo cultural y la revuelta en contra de la tradición habían sido prevalentes en ciudades europeas como Viena y París; ahora estos valores se asentaban en el Berlín weimariano (Makari, 2012: 478).
Unos años antes Berlín había rechazado el freudismo. Ahora Abraham escribía a Freud, “Berlín clama por el psicoanálisis.”
Melanie Klein compartía con frecuencia la vida relajada de la gran ciudad (museos, conferencias, bailes, cenas, cafés...), con una amiga inglesa, Alix Strachey, también psicoanalista, y que se analizaba igualmente con Abraham. En su correspondencia con su esposo, James Strachey, Alix describe a la Melanie de ese momento:
Se arreglaba elaboradamente, como una especie de Cleopatra de profundísimo escote, fleco y colorete... Excitada y temerosa, con la determinación de tener mil aventuras... Una especie de Semíramis heterosexual vestida con la mayor elegancia, esperando arrojarse sobre alguien repentinamente (Meisel y Kendrick, 1985: 167).
En 1925 Melanie conoció a Chezkel Zvi Kloetzel, un periodista y escritor de libros infantiles y sostuvo con él una relación amorosa intermitente que duraría hasta la muerte de Kloetzel en 1951.
Desde 1921, Melanie había comenzado a trabajar como psicoanalista de niños en el marco de la Policlínica. Entre ese año y 1925, trató a veintidós pequeños pacientes que habían de ser el punto de referencia de la creación del psicoanálisis infantil. En 1922 mudó su consultorio a su casa y al año siguiente empezó a emplear juguetes como parte del tratamiento.
Alix Strachey era también un miembro activo de la élite cultural inglesa. En la casa de Leonard y Virginia Wolf, en el barrio londinense de Bloomsbury, se reunía un grupo de amigos, entre los que se contaban Alix y James —y de manera central Lytton, hermano de James— que tuvo una influencia inmensa no sólo en la vida cultural de Inglaterra sino, de varias maneras, de Europa y del mundo. Los Wolf sostenían Hogarth Press, la editorial en la que las obras de Freud y Klein serían publicadas. Relacionados por vínculos familiares, o de amistad, los participantes del grupo fueron los escritores, pintores, críticos de arte, filósofos, psicoanalistas más influyentes de Inglaterra. George Moore, Bertrand Russell, el propio Ludwig
Wittgenstein, tres de los filósofos más importantes del siglo, estuvieron asociados directa o indirectamente con el grupo. El economista John Maynard Keynes, inspirador de la economía de post guerra y el mayor artífice del Estado de bienestar, figura central de la política, siempre dispuesto a intervenir en favor de sus amigos, constituyó una gran ayuda para que intelectuales y psicoanalis-
tas continentales pudieran residir en Inglaterra. Bloombsbury, pues, influyó profundamente en el pensamiento ético, literario, estético, económico, filosófico y psicoanalítico tanto como en las actitudes modernas frente a la sexualidad, el feminismo, la política.
En este clima estimulante y altamente favorable, Alix promovió un ciclo de conferencias de Melanie Klein en Londres en enero de 1925 para la Asociación Británica de Psicoanálisis. “Las tres semanas que pasé en Londres dando dos conferencias por semana —escribiría Melanie— fueron una de las épocas más felices de mi vida... Esas tres semanas fueron muy importantes en mi decisión de vivir en Inglaterra” (Grosskurth, 1991: 153).
La temprana muerte de Abraham, la hostilidad de los colegas frente a una mujer sin estudios formales y que proponía las más osadas teorías y emprendía las más atrevidas aventuras analíticas y, sobre todo, la entusiasta recepción de sus ideas en Londres, la decidieron a emigrar. En 1926, Melanie Klein se instaló en Inglaterra con Erich. Pronto llegó Melitta, de 24 años, a reunirse con su madre y su hermano menor. Hans permaneció en el continente hasta su muerte unos años más tarde.
En ese tiempo Melanie Klein era, para Alix Strachey, a la vez la única analista de niños que sabía lo que hacía y una persona confusa. “Su mente es un horrible desorden; sin embargo, creo que contiene la clave de muchas cosas.” “Una mujer más bien limitada..., pero es tan extraño cuando se descubre lo perspicaz y realmente inteligente que es en sus análisis.” “Es una mujer loca. Pero no hay duda de que su mente está llena de cosas de gran interés” (Meisel y Kendrick, 1985).
Los primeros años de Londres fueron el inicio de una productividad y un reconocimiento que no cesarían de crecer. Pronto se encontró analizando a los hijos de Ernest Jones, el patrón del psicoanálisis inglés, su admirador, y quien la había invitado a residir en Inglaterra. Muchos de los hijos de los colegas ingleses pasaron por su consultorio al tiempo que ella observaba y pensaba..., y escribía.
La International Journal of Psycho-analysis, fundada por Freud en 1910 y dirigida entonces por Jones, dio cuenta de esa etapa en que cristalizaron los principios teóricos y clínicos del psicoanálisis de niños. La importancia del juego en el desarrollo infantil; los estadios tempranos del complejo de Edipo; la calidad de las primeras ansiedades; la formación del pensamiento a través de la simbolización… Los puntales del psicoanálisis kleiniano fueron puestos en los primeros cinco años que siguieron a su llegada a Londres. Esos escritos (doce trabajos seminales) se recogieron en su primer libro, dedicado “A la memoria de Karl Abraham con gratitud y admiración”. El psicoanálisis de niños (1932), escrito en alemán, fue traducido al inglés por Alix Strachey. En los agradecimientos Klein menciona a algunos de quienes entonces formaban su mundo de relaciones: Ernest Jones, Edward Glover, Alix y James Strachey, Nina Searl, Joan Riviere y su propia hija, Melitta.
El entusiasmo que causaron en Londres las ideas kleinianas parece reflejado en un incidente recogido por Winnicott: James Strachey, su analista, habría interrumpido una sesión para hablarle, emocionado, de Melanie Klein (Winnicott, 1993: 225).
Pero las diferencias con la teoría clásica produjeron una creciente hostilidad en Viena. La discusión con Anna Freud que ya había surgido desde 1927 a propósito de las distintas maneras de concebir el psicoanálisis infantil comenzaron a tornarse amargas.
Un episodio depresivo tal vez desencadenado por la partida a Israel de Kloetzel, el amante intermitente que la visitaba, y por la muerte de Sandor Ferenczi en 1933, la llevó a emprender un tratamiento con Silvia Payne. En abril de 1934 su hijo Hans cayó por un precipicio durante una excursión por las montañas. Melitta sentenció: suicidio. Y aunque Erich, el hijo menor, lo negó categóricamente varios miembros de la Sociedad Británica lo creyeron. Melanie habría sido la culpable por su deficiente desempeño como madre.
En un estado de profunda conmoción describió —en “Contribuciones a la psicogénesis de los estados maníaco depresivos”, (1935)— uno de los intentos más exitosos de elaborar las propias emociones. El pensamiento británico en torno a la teoría de las relaciones objetales proviene de la ideas contenidas en ese texto.
Después de las prohibiciones nazis en Alemania a partir de 1933, las asociaciones psicoanalíticas de Viena y de Londres fueron las únicas que quedaron vivas. Los embates vieneses contra Melanie Klein no cesaban. Ernest Jones en su papel del más eficiente diplomático organizó en 1935 una serie de intercambios entre ambas asociaciones para analizar la obra de Klein y mantener la discusión en un nivel científico. Melitta, distanciada de su madre, acusó a Klein de plagio, de no entender la naturaleza del amor materno; Glover, en otro tiempo amigo, ahora apoyó a Melitta, su paciente. Otto Fenichel y Michael Balint atacaron; Nina Searl, Ella Sharpe, John Bowlby, John Rickman, algunos de ellos amigos, ex pacientes, supervisados, se mantuvieron a distancia y evitaron el compromiso (Zaretsky, 2012: 385ss).
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