de Naya rezumaba irritación.
—Podemos hablar de ello más tarde, ¿de acuerdo? ¿Mencionó lo que quería?
—No. Se sorprendió al saber que estabas en P & T para reunirte con los socios sobre si ibas a representar a un asesino, —dijo Naya, todavía enfurecida.
—Presunto asesino, —murmuró Sasha, mientras subía las escaleras hacia el cuarto piso, donde había dejado su coche. Sus tacones repiquetearon en las escaleras, pero no hicieron nada para ahogar a Naya.
Empujó la puerta para abrirla y, por costumbre, escudriñó el aparcamiento. No vio nada extraño.
Al otro lado del teléfono, Naya seguía quejándose.
—Lo que sea, Mac. ¿Por qué todo tiene que ser alto secreto contigo? No me cuentas nada; no le cuentas nada a tu novio.
De repente, se dio cuenta: Naya no estaba enfadada; estaba herida.
Sasha apretó el teléfono entre el hombro y la oreja, desbloqueó la puerta del coche y metió el bolso dentro. Exhaló, larga y lentamente, y aclaró su mente antes de meterse en el coche y responder a Naya.
—Tienes razón. Lo siento. No te conté lo de Leo porque no estaba preparada para hablar de ello. No le conté a Leo lo de Lang porque me soltó la noticia antes de que tuviera la oportunidad. Estoy tratando de procesar todo, ¿de acuerdo? No te estoy ocultando nada, —dijo Sasha con voz suave.
Naya se aplacó al instante. Su tono cambió de molesto a preocupado. —Bien. ¿Cómo estás, Mac?
—No lo sé. ¿Podemos hablar de Lang un minuto?
Mientras esperaba a que Naya aceptara, arrancó el coche y lo sacó del lugar.
—Claro, por supuesto.
—Somos un equipo. Si realmente te opones a que representemos a Lang, no lo haremos. Pero creo que si te reúnes con él, estarás de acuerdo. Especialmente por esas fotos. Alguien las tomó y se las envió por correo a Ellen. Ese alguien podría haberla matado, ¿verdad?
—Tal vez, pero, Mac…
—Sólo mantén la mente abierta. Llámalo y organiza una reunión en la oficina mañana por la mañana. Después de eso, te prometo que te escucharé. Pero primero escúchalo a él.
Naya suspiró. —Bien. ¿Vas a volver a la oficina?
Sasha miró el reloj del salpicadero. Casi las cuatro y media.
—No, a menos que lo necesite.
—No, estás bien. Tienes que leer esas respuestas de descubrimiento y darme tus comentarios, pero están en el sistema. Hazlo desde casa esta noche.
—Gracias, Naya.
—Claro. Tómatelo con calma, ¿de acuerdo, Mac?
Sasha aceleró mientras la rampa del garaje la sacaba del mismo y se adentraba en la primera ola de tráfico de la hora punta. Tenía que hacer una parada antes de volver a su condominio.
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