el concepto de diseño. Óscar Guayabero considera que el diseño (ahora entendido como el resultado de la práctica de diseñar) constituye una mediación. Esta es una tesis honda y productiva para entender por qué es tan importante el diseño en el mundo contemporáneo. Nunca la experiencia del tiempo profundo, el tiempo de la naturaleza, ha sido tan intensamente sentida en la humanidad. Desde las pasadas proclamas de la era posmoderna acerca del fin de la historia a las ansiedades que por fin ha comenzado a producir la evidencia del agotamiento de recursos no renovables, de la creación de un entorno urbano tóxico, del cambio climático y de la progresiva degeneración biológica del planeta, se extiende una conciencia de estar en un tiempo de transición no ya histórico, sino telúrico.
Aunque toda práctica de producción humana entraña diseño (Marx afirmaba que es el diseño, la anticipación, lo que diferencia al edificio del arquitecto de la celdilla de cera de la abeja), la omnipresencia del diseño pertenece al capitalismo de consumo, a la estructura económica en la que la reproducción de los trabajadores y la sociedad deja de ser un siempre cálculo de supervivencia hasta el día siguiente a convertir el consumo en el motor de la economía. Fue un cambio progresivo que comenzó en el siglo XIX, cuando el movimiento Arts & Crafts en el Reino Unido abogó por considerar la casa y la habitación humana como un entorno estético dedicado a la experiencia de la belleza. William Morris creía que pronto o tarde el diseño entraría en las casas de los obreros, por entonces infectos lugares tal como los describe Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. Los grandes movimientos de transición de siglos del Art Nouveau, De Stijl, Bauhaus y otros difundieron la idea de fundir la utilidad con la belleza y lo simbólico. Para bien o para mal, estos primeros diseños que tuvieron las mejores intenciones dieron lugar a lo largo del siglo XX a una transformación radical del objeto de consumo, fuera una lata de sopa o un edificio de apartamentos para la clase obrera.
En este libro, Óscar Guayabero distingue con finura entre el diseño como medio y el diseño como mediación. El ser humano es una especie producto de un medio que solo en parte le ha sido dado por las contingencias geográficas. El medio humano es un resultado de las prácticas de producción y reproducción que llevaron a cabo especies de homínidos anteriores al Homo sapiens. La antropogénesis tuvo lugar en entornos de cultura material que crearon espacios de presión evolutiva tan importantes como los de los nichos ecológicos. La especie humana se ha desenvuelto en la historia en un medido sociotécnico que denominamos «cultura material». Esta cultura material está formada por las redes de artefactos diseñadas y producidas por el arte de los miembros de las culturas: tejidos, herramientas, cultivos, murallas, templos… El medio que constituye la cultura material abarca desde la piel al conjunto de la sociedad y del territorio. Es un medio que ha producido el increíble éxito biológico de la especie en el planeta, hasta llegar a esta era que llamamos Antropoceno, en la que la huella humana adquiere proporciones geológicas.
Este carácter de medio solo en parte es intencional, «diseñado». Como estudió Jared Diamond en varios de sus libros, la actividad ciega productiva de muchas culturas fue creando las condiciones de su colapso por agotamiento de los recursos del medio natural. El medio humano y el natural se entrelazan, pero no siempre lo hacen de una manera virtuosa. A gran escala, se han producido históricamente ciclos autodestructivos en los que el medio sociotécnico acaba con la potencialidad del medio ecológico para sostener a una sociedad humana.
Junto a este carácter de medio creado por el diseño, el entorno de objetos prefigurados y construidos por la capacidad proyectiva forma a la vez una «mediación». El término mediación connota una capacidad transformatoria de los sujetos que se desarrollan en ese entorno que no lo tiene el concepto de medio. Las identidades contemporáneas deben tanto a la cultura intelectual como a la cultura material: los cuerpos y las almas son productos de la mediación de un entorno diseñado que actúa como productor al mismo tiempo que como producto. El interés que tiene el texto de Óscar Guayabero es que nos hace pensar sobre la responsabilidad educativa y formadora del diseño. Siempre se ha encomendado a la cultura escrita e intelectual la función de formar (Bildung) a la humanidad, pero lo cierto es que la constitución de nuestras formas de ser debe tanto al entorno de objetos diseñados como a los mensajes que portan o que se reciben a través de los medios de comunicación y de la escuela. De ahí la llamada a diseñar un entorno que cambie las direcciones autodestructivas de nuestra cultura. Diseñar objetos que contribuyan a formar seres humanos solidarios con la vida, habitantes de la nave terrestre, compasivos con todo sufrimiento humano o animal y mediaciones para formas de vida solidarias.
No llega pronto este mensaje. Al contrario, en una cierta medida hay que achacar a un diseño productor de adicciones, de indiferencia a la huella ecológica, parte de la responsabilidad de la sociedad humana en la génesis del Antropoceno. Automóviles individuales diseñados para derrochar energía fósil, habitáculos energéticamente ineficientes, culturas de un turismo adictivo y destructivo de los entornos. El llamar la atención sobre esta responsabilidad, que alcanza desde la empresarial a la misma práctica de diseño, es una tarea cada vez más necesaria y complementaria de otras presiones culturales y políticas que podemos poner en marcha para cambiar la dirección de esta civilización autodestructiva. En la mente utópica de William Morris, el diseño debería producir a la vez una vida feliz y una vida buena. Es uno de los grandes proyectos culturales de nuestro tiempo: rediseñar el mundo, rediseñar esta nave que, como la nave de Neurath, debe ser reconstruida sin poder llegar a puerto, sin que se hunda en las aguas a pesar de sus graves daños.
Introducción
Este libro tiene como base el trabajo «El diseño de medio a mediador. Estudio sobre la situación actual del diseño y su papel en la sociedad e hipótesis sobre escenarios poscovid» (1) que realicé como encargo de la ESDESIGN Escuela Superior de Diseño de Barcelona. Este centro de enseñanza online se marcó como objetivo generar herramientas de conocimiento y pensamiento sobre el diseño y el mundo actual para intentar encontrar caminos, como diseñadores y como sociedad. Este fue el primer documento que intentaba dar una mirada transversal al diseño y sus retos en escenarios poscovid. El libro se elaboró durante los meses del primer confinamiento y tuve la suerte de contar con textos sectoriales de otros profesionales: Jordi Blasi, Mireia González, Esther Rico y Bernat Sanromà.
Quiero agradecer tanto a la escuela como a mis colegas la oportunidad de realizar este pequeño estudio que no tiene más intención que intentar abrir ventanas de oportunidad para el entorno del diseño, sin menospreciar las prácticas más ortodoxas, pero dando cabida a estrategias y espacios de trabajo que quizás no han sido lo suficientemente explorados.
1- Estudio «El diseño de medio a mediador. Estudio sobre la situación actual del diseño y su papel en la sociedad e hipótesis sobre escenarios poscovid»: https://www.esdesignbarcelona.com/sites/default/files/el_diseno_de_medio_a_mediador_oscar_guayabero_informe_esdesign.pdf
Estamos a un día de…
Tenemos todos presente el concepto the day after, uno de esos conceptos que han venido a resumir un sinfín de escenarios posapocalípticos que hemos visto muchas veces en novelas o películas. Los hay de varias clases, pero se resumen en que los seres humanos hemos enviado el planeta al garete y vivimos una suerte de neoprehistoria, o distopía tecnofascista, ya sea por frío, por inundaciones, por pandemias provocadas, por falta de combustible o por calor extremo. En todos esos «días después» se muestra el ingenio de los humanos (los pocos que han sobrevivido) para crear herramientas y, sobre, todo armas. También, en la mayoría, el sistema financiero no existe, pero sigue vigente una especie de capitalismo rupestre. A mí, el diseño para ese momento no me interesa, espero morir de los primeros si llega el caso. A mí me interesa, sobre todo, el diseño para el día antes del apocalipsis. En términos temporales, si consideramos la presencia humana en el planeta, estamos justo ahí, un día antes del colapso. No sabemos si será en cinco, diez, cincuenta o cien años, pero, en cualquier caso, y como decía, en términos globales teniendo en cuenta la presencia de vida «inteligente» en el planeta Tierra, esos años representan un día, incluso unas horas o solo unos minutos