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      Sinceramente, en aquel momento creo que recibí uno de los tesoros más valiosos que un ser humano puede recibir. Marta me mostró que el trance se efectúa sin dolor, que verdaderamente HAY vida después de la vida, y de una belleza sin igual, me mostró también que el ser humano puede comunicarse más allá del habla, que somos mucho más que cerebro y, si he de ser sincero, creo que todo lo que ella quiso decirme está grabado en lo más profundo de mi ser, a pesar de que hoy siga sin poder expresar lo que ello significa para mí.

      “Una luz brilla al final. Esa luz es blanca, de una claridad absoluta, y a medida que os aproximáis a ella, os sentís llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que os podáis imaginar.”

      (Dra. E. Kübler-Ross)

      Me encanta encontrar relatos antiguos donde, con el lenguaje propio de su época, nos vienen a confirmar lo que hoy estamos “descubriendo”, fuera de cualquier otra pretensión que no sea la de mostrar fríamente lo que nuestros pacientes nos han contado después de vivir más allá de la muerte.

      Este es el relato de San Salvio de Albi, jerarca de la Galia del siglo VI, a su amigo Gregorio de Tour tras volver a la vida, después de permanecer muerto la mayor parte del día:

      “Cuando mi celda se sacudió cuatro días atrás, y tú me viste muerto, me levantaron dos Ángeles y me llevaron a la más alta cumbre del Cielo y bajo mis pies se veían, no sólo ésta lamentable tierra, sino también el sol, la luna y las estrellas.

      Luego me pasaron por una puerta que brillaba más fuerte que el sol y entraron al edificio, donde los pisos brillaban de oro y plata. Esta Luz es imposible de describir. Este lugar estaba lleno de gente y se extendía en todos los sentidos, tan lejos, que no se veían sus límites.

      Los Ángeles abrieron camino ante mí a través de la muchedumbre y entramos a aquel lugar al cual estaban dirigidas nuestras miradas aun cuando todavía estábamos no muy lejos.

      Sobre el lugar había una nube luminosa, más clara que el sol, y de ella escuché la Voz, que parecía la voz de muchas aguas. Luego me saludaron ciertos seres, algunos vestidos con vestiduras sacerdotales, otros en vestimenta común. Mis acompañantes me explicaron que éstos eran mártires y otros santos. Mientras estaba parado allí, percibí alrededor de mí un perfume tan agradable, que era como si me alimentara, ya que no sentía necesidad ni de comer ni de beber.

      Luego una voz desde la nube dijo: “Que este hombre retorne a la tierra, porque es necesario para la Iglesia.” Yo me prosterné en el suelo y lloré. “Helas, helas, Señor — dije — ¿Por qué Tú me mostraste todo esto, sólo para luego quitármelo?” Pero la Voz contestó: “Ve en paz, Yo te guardaré hasta que te devuelva de nuevo a ese lugar.” Entonces, llorando me fui a través de la puerta por donde había entrado.”

      Algunos consejos para estos primeros días

      No te preocupes demasiado por los demás y aprende a llorar. Deja y acepta que salga todo lo que pase por tu interior sin reprimirte sentimientos de ningún tipo. Has de llorar, debes hacerlo, no quieras controlarte o quedará mucho dolor por salir y, tarde o temprano, podrías empezar un proceso patológico que no lleva a ninguna parte. Si tienes con quien compartir momentos en silencio, alguien cuya presencia o compañía te reconforte, no lo dudes ni por un instante, visítales, serás bien recibido/a y sin tener que dar explicación alguna. Entra simplemente a tomar un café y marcha cuando lo desees, te hará bien.

      Pacta con esas cuatro o cinco personas, no suelen ser más, un mensaje diario al móvil de “Buenos días” y “Buenas noches”. Tú no sabes cómo reconforta algo tan simple como esto, especialmente si vives sólo/a.

      Imponte alguna actividad como andar, arreglar la casa, no dejar de lado tu cuidado personal para nada, y haz de ellos una rutina diaria. Ofréceselo a tu ser querido y muestra con tu buen hacer que eres digno ejemplo del tipo de persona que él, o ella, eran, por haberse fijado en ti y amarte como lo hizo.

      Escribe y escríbele, sigue hablándole, aunque sepas que ya no está aquí, pero… ¿quién sabe?, quizás está leyéndote y siguiendo tus pasos más de cerca de lo que nunca hubieras imaginado. Quizás, sin tu saberlo, está ofreciéndote todo su amor y cuidados. Abre todos tus sentidos.

      No te precipites ni tomes decisiones importantes, ahora es sólo tiempo para llorar. Todo llegará. Yo vacié el armario de su ropa, temiendo que al verla me hundiera aún más, y después me arrepentí como ni puedes imaginar. Incluso para esas “pequeñas” cosas llegará su momento, ten paciencia.

      No valores las reacciones de quienes aparentemente te han defraudado, sencillamente no supieron estar a la altura de tus necesidades, como posiblemente tú en alguna otra ocasión. Nadie sabe lo que estás pasando, a excepción de aquellos a quienes la muerte ya los visitó con anterioridad y, a veces, ni estos. Recuerda que tú mismo/a te has convertido en un completo extraño para ti, imagina cuan no serás para los demás. Céntrate en ti, ocúpate de dar salida a tus sentimientos, deja que salga todo lo que ocurra en tu interior y comparte con quien pueda ayudarte a sentir.

      Busca una librería cercana y cómprate el libro “La Muerte un Amanecer”, de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, te hará bien conocer lo que hoy ya sabemos acerca de la muerte. Saldrás reconfortado/a, máxime cuando nos habla de experiencias más allá de la muerte. Saber que siguen vivos y que su vida transcurre de forma absolutamente placentera te va a ser de gran ayuda. Después sigue con otros autores, te permitirán entender que estamos hablando de algo muy serio y contrastado.

      Pero si tu pérdida ha sido la de un hijo, vigila, porque la complejidad va a ir en aumento. Desde fuera puede parecer que lo vuestro va a ser más fácil de llevar ya que os tenéis el uno al otro, y nada más lejos de la realidad. Cada uno siente y vive el dolor a su manera, y ya no digamos la forma de expresarlo o exteriorizarlo, pudiendo llegar a un nivel de incomunicación y aparente incomprensión muy elevadas que os lleve a cuestionaros incluso la posibilidad de separaros, a pesar de todo lo ocurrido. La imposibilidad de comunicación y cercanía suele darse en infinidad de hogares, y sería una lástima que eso os ocurriera en casa.

      Acercaros con tanta dulzura como podáis y contemplaros buscando aquel ser del que en su día os enamorasteis. Intentad “entrar” en el interior del otro y preguntaros “¿cómo vivía a su hijo/a?”, “¿qué significaba en su vida la maternidad, o la paternidad?”, “¿cómo deben de ser sus pensamientos y sentimientos en este preciso momento?”. Así tantas preguntas como podáis, siempre recordando que no hablas de TU dolor, sino que intentas aprender del suyo. De esa persona que, al conocerte, también proyecto su vida a tu lado, con unas ilusiones, deseos, esperanzas, entrega,…

      Vais a encontraros posiblemente con que incluso en vuestras relaciones sexuales hayan cambios significativos. Hay a quien la libido deja de hacer acto de presencia durante una larga temporada, y hay a quien le aumenta de forma considerable al ser el único instante que en su interior se da un momento de placer y, como tal, de desconexión.

      Entregaros el uno al otro, encontrad la forma de dar soporte a ese chico o chica de quien os enamorasteis perdidamente y echadle una mano, porque anda perdido/a y roto/a como tú.

      Y si tenéis más hijos, aunque pueda parecer imposible hacerse cargo de tanto peso en estos momentos, nos encontramos con seres indefensos que, tras la pérdida de su hermano/a, también pierden a sus padres, punto de referencia y fuente de vida. Haced un pequeño hueco en vuestro interior para ayudarlos a hablar, a exteriorizar sus sentimientos, y hacedles saber que seguís a su lado, aunque también rotos por dentro.

      Pero tú quizás no entres en estos dos ejemplos y hayas perdido a tu madre, padre, amigo, confidente, amante,… No importa, el dolor no tiene tabla de valoración posible, ni tampoco comparación, porque entre otras cosas estamos hablando de la cantidad e intensidad con la que vivíamos la relación. Tu camino va a ser el mismo. En todos y cada uno de nosotros se vivirá de forma distinta, aunque muy parecida y con rasgos idénticos.

      “La muerte no es nada: yo tan solo estoy en el otro lado.

      Yo soy yo, vosotros sois vosotros.

      Lo