y asolando y cautivando cuanto y cuantos hallaban […] y así quedó toda aquella tierra lastimada y menoscabada, despoblada y la gente della huía por los montes amedrentada, dejados los muchos muertos y cautivos que della faltaban» (Las Casas, 1981, III: 394-399).
Tras muchos años de violencia, con numerosas muertes de ambas partes, por último el cacique Urraca jamás fue derrotado, si bien su mundo fue destruido para siempre. Como refirió Gonzalo Fernández de Oviedo, cuando hizo mención de las entradas efectuadas en el Darién, lo que sus compatriotas «llamaban pacificar era yermar e asolar e matar e destruir la tierra de muchas maneras, robando e acabando los naturales de ella» (citado en Medin, 2009: 61).
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