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Comunicación e industria digital


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de comunicación y marketing digital en las instituciones de educación superior

       Rolando Rodrich Portugal

       Presentación

      El presente libro reúne las conferencias magistrales y las ponencias más destacadas del XIV Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social, organizado por la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (Felafacs) y por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, en octubre del 2012. Este gran evento tuvo un talante celebratorio muy especial, pues coincidió con los cincuenta años de nuestra casa de estudios; con los cuarenta de su Facultad de Comunicación y con los treinta de la Felafacs. Sin duda alguna, lo más valioso de este tipo de experiencias reside en el cúmulo de afectos activados y cultivados. Por eso, el tejido y la consolidación de nuevas y fecundas relaciones humanas, la consecuente articulación de personas en redes interactivas productoras de conocimiento y de acción conjunta, será siempre la mejor recompensa.

      Estamos en una época en la que la ecología mediática digital nos hechiza y nos transporta hacia un sinfín de simulacros, nos hace ubicuos, nos contacta con alguien, con algo, en tiempo real. Nos arrebata, nos atrapa, nos divierte o nos angustia, nos interesa o nos amenaza, nos acaricia o nos atormenta. En suma, nos afecta.

      Vivir —decía Ortega y Gasset— es hallarse cada cual a sí mismo en un ámbito de asuntos que le afectan. La vida se encuentra a sí misma a la vez que descubre el mundo. Vivir es ocuparse con lo otro que uno mismo es. Mundo, sensu stricto, es lo que nos afecta.

      Pues bien, todo ese mundo que emerge y se actualiza merced al uso de las tecnologías de la información y la comunicación resulta hoy más próximo que nuestra propia ciudad, más próximo que el cielo sobre la tierra, más próximo que el paso del día a la noche, más próximo que la tradición y costumbres que heredamos, al menos los que no somos nativos digitales, quienes, ante toda esa vertiginosa agitación y proliferación de estímulos, hemos llegado a sentir cierta pérdida de arraigo. Pero lo que desde un punto de vista parece pérdida, desde otro se configura como gananciosa mutación, tremenda y fascinante: las tecnologías cambian y nos cambian. Nos ensimisman y nos alteran. Como extensiones de nuestros cuerpos, los medios se remedian para devenir interfaces, prótesis cada vez más ajustadas a nuestros sentidos. Potencian así lo sensorial, lo sensitivo, lo sensible, lo imaginable, lo inteligible. Podemos decir que el hombre de hoy ya cuenta con antenas intangibles que funcionan sin tregua, en el acto, recibiendo y emitiendo señales, haciendo del orbe una aldea compacta, como presagiara McLuhan.

      Esa relación fundamentalmente técnica con el mundo como totalidad, comienza en el siglo XVII en Europa, pero hoy, a nivel global, aparece como una revolución radical de nuestro modo de ser, de comprender, de comunicar. Es difícil prever las transformaciones que se avecinan. Lo seguro es que el desarrollo de las plataformas digitales, sobre todo nanotecnológicas, se efectuará con mayor velocidad y no podrá ser detenido. Estamos cada vez más estrechamente cercados por un complejo campo de energías, de fuerzas cuyos flujos interactivos condicionan intensa y extensamente el ambiente imaginario y el clima comunicacional de nuestro tiempo. Ese tenso y denso ecosistema cuya líquida aceleración ha dejado atrás e incluido al de los medios de masas anónimas y desconectadas, transita así hacia colectividades conectadas que conforman redes sociales de diverso jaez. Los poderes que en todas partes y a todas horas nos retan, acosan, arrastran y dispersan bajo algún dispositivo de mediación o remediación, hace rato han desbordado nuestra voluntad y capacidad de decisión, sumiéndonos en una envolvente tecnocultura o tecnoesfera cuyo comercio de mensajes nos convierte en prosumidores. Reina la compulsión de hacer de todo noticia, de dar y de recibir información hasta del más mínimo detalle cotidiano, de comentar sin cesar sobre cualquier situación. Los nativos digitales, en especial, en su sobredosis de información, desinhiben con naturalidad su intimidad y debilitan así su necesidad de privacidad; no se imaginan otro modo de profundizar una relación si no es a través de las redes sociales, viven literalmente ‘enredados’, lo que obligaría a re-significar esa palabra. En fin, conectan en simultáneo con varias personas en función de diferentes temas u ocupaciones, protagonizan la metamorfosis de la industria del entretenimiento al extremo de unir inextricablemente los juegos y espectáculos con las tareas laborales o escolares.

      «Encontrarse», según Ortega, es la primera categoría de nuestra vida. Este libro no es otra cosa que el testimonio de un encuentro que invitó a la comunidad académica latinoamericana a reconocerse en un «nosotros», a reflexionar, a meditar sobre algo muy próximo: el devenir de la industria digital, sus tendencias, escenarios y oportunidades; pero también sus amenazas, fortalezas y debilidades.

      Las perspectivas tecnológicas para la educación superior contemplan, desde el año 2012, horizontes de implantación de un conjunto de cambios en los criterios y procedimientos de la enseñanza, el aprendizaje y la investigación; los cuales perfilan, a su vez, un conjunto de tendencias y desafíos.1

      Así, las aplicaciones móviles, la computación en nube, el contenido abierto, los entornos colaborativos, son fenómenos cuyo horizonte de implantación bordea el año, o quizá menos. Por lo demás, las tabletas, el aprendizaje basado en juegos, los entornos personales de aprendizaje y la geolocalización, ofrecen un horizonte de implantación con un rango de dos a tres años. Por último, las analíticas de aprendizaje, las aplicaciones semánticas, los cursos masivos abiertos en línea y la realidad aumentada, ostentan un rango de entre cuatro y cinco años para ser implantados. Asimismo, prospec-tivamente, aparecen diez tendencias, a saber: (i) la pretensión de poder trabajar, aprender y estudiar cuando se quiera y desde donde se quiera; (ii) la multitud de recursos y relaciones disponibles en Internet obliga a los educadores a revisar su papel en los procesos de creación de sentido, asesoramiento y acreditación; (iii) los cambios en la enseñanza inducen a la mayoría de las universidades a situar la capacitación de los docentes como un elemento estratégico; (iv) el empoderamiento social y ciudadano de los jóvenes propiciado por las tecnologías extiende su lógica al ámbito educativo; (v) una cultura formativa-educativa se expande en base al uso de tecnologías y coloca la centralidad del aprendizaje en el estudiante; (vi) los administradores tienen la voluntad de considerar nuevos métodos para combinar la formación presencial y la asistida por las tecnologías; (vii) las tecnologías están, cada vez más, basadas en la nube, las nociones de soporte de TIC están descentralizadas; (viii) se incrementa el deseo de los estudiantes de usar su propia tecnología para el aprendizaje; (ix) la creciente disponibilidad de ancho de banda está cambiando radicalmente los comportamientos de los usuarios en la enseñanza, el aprendizaje y la investigación; (x) el aula volteada (o flipped classroom), el nuevo paradigma de la pedagogía moderna, está tomando cada vez más auge tanto en la educación secundaria como en la superior.

      De aquí se desprenden los retos principales que, en materia de tecnología digital, enfrentan las universidades: (i) transformar las estructuras institucionales atendiendo a modelos de la sociedad del conocimiento; (ii) incorporar de manera eficiente y eficaz las tecnologías para la docencia y la investigación; (iii) promover el desarrollo de competencias digitales para el desarrollo de la disciplina y de la profesión; (iv) flexibilizar el acceso y planificar experiencias de aprendizaje abiertas; (v) ofrecer tecnologías e implementar prácticas acordes con una formación personalizada y personalizable; (vi) identificar mecanismos que estimulen y promuevan la innovación docente apoyada en las TIC; (vii) realizar investigación en red sobre educación superior; (viii) centrar la evaluación de la innovación educativa en una cultura que añada tecnología a los modelos educativos; (ix) implementar mecanismos de apoyo a la actualización de conocimientos y competencias del mundo digital; (x) garantizar la competitividad y sustentabilidad de la institución educativa.

      Empero, más allá de lo que esos horizontes de implantación, esas tendencias y esos retos puedan suponer o implicar, lo verdaderamente inquietante no es que el mundo de la comunicación y, en particular, el de la educación superior, se tecnifique por completo. Mucho más inquietante es que el ser humano no esté preparado para esa transformación universal; que la tecnología —como temía Einstein— sobrepase nuestra