Fernando Vivas Sabroso

En vivo y en directo


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sobre temas polémicos también estuvo entre las preocupaciones primeras de los Delgado. Para el efecto tuvieron, desde sus días iniciales, dos programas, Mesa redonda y Ante el público, donde la palabra grave y las expresiones adustas, eran sus únicos dudosos atractivos. César Miró se dejó ver en alguno en ellos, pero ya en diciembre de 1959 hizo su ingreso al canal un prestigioso colaborador de la prensa escrita que haría escuela en televisión, Alfonso Tealdo. Su estilo cortante y su afán por estimular la polémica y mantener distancias con sus invitados, hizo de Ante el público el primer y auténtico programa político de la televisión, es decir, un espacio donde la discusión y los discursos de los invitados sometidos a las preguntas de un panel de periodistas azuzados por Tealdo (Luis Loli, Mario Herrera Grey, Jorge Luis Recavarren y Arturo Salazar Larraín, entre otros), buscaban sin mayor trámite influir en la opinión pública. Ante el público será más tarde sucedido por Pulso y Tealdo se repartirá el trabajo con el director Jorge Luis Recavarren.

      El invitado inaugural fue Ramiro Prialé, del Apra, y en enero de 1960 el arquitecto Fernando Belaúnde haría su primera y comentada aparición en pantalla, para no hablar del estentóreo bofetón del periodista de izquierda Genaro Carnero Checa al controvertido ex líder comunista Eudocio Ravines, y ahora hombre de confianza del ministro Beltrán, emprendiéndola contra los opositores como Carnero Checa, que habían tomado la bandera de la nacionalización de los yacimientos petrolíferos de la Brea y Pariñas, la misma que agitará Velasco para su golpe de 1968. Este primer escándalo televisado de nuestra vida política tuvo su clímax en un sopapo en off —se oyó un ruido seco y la imagen se distorsionó, pero en la radio de casa, Panamericana, se oyó además que Carnero decía a Ravines “¿cobarde?, ¿a quién has llamado cobarde?”— seguido de un mitin improvisado en las afueras del canal con contusos y detenidos. El rochabús dispersó a los televidentes enardecidos mientras el senador por Arequipa Alfonso Montesinos pronunciaba un discurso en favor de la causa de Carnero Checa, el primer y único televecino capaz de traspasar la pantalla con su arrebato cívico. Estaba en su casa, a pocas cuadras del 13, cuando oyó a Ravines, salió disparado, ingresó al canal con su carnet de prensa y se abalanzó sobre su atónito enemigo. Ravines, alicaído, tendrá más tarde en canal 9 el espacio político Vanguardia en TV (1965) asistido por una debutante María Elena “Manie” Rey Daly enrolada por Gaspar Bacigalupi. Con el paso de los años la aldea política conocerá destapes y polémicas de impacto —como la de Luis Bedoya Reyes y Jorge Grieve Madge por las elecciones al municipio de Lima en 1966— y se irá proveyendo de programas de opinión negociada, relaciones públicas, spin doctors, guachimanes y tanquetas.

       Panorama desde el cerro

      Para la Navidad de 1959 un televisor seguía siendo el regalo más preciado. Se estimaba en 80 mil29 el número de aparatos existentes a fin de año en la capital. Los canales y sus anunciantes decidieron capitalizar el espíritu navideño de fin de década. El canal 4 había celebrado el 15 de diciembre su primer aniversario con un show de Mario Clavel, cantante argentino de mucho cartel, y Juan Sedó preparaba con su club infantil vivos cuadros navideños. El 9 anunciaba la puesta en escena de una bizarra ópera navideña yanqui, Anabel y los visitantes nocturnos.

      El 13 no se quedó atrás. Armó un show de antología para ser televisado desde el cerro San Cosme que, invadido en 1946 por pobladores armados de esteras, fue el primer hito de la ola migratoria serrana sobre la capital que había dado forma a una barriada aérea suspendida en torno al cerro, un “pueblo joven” como los cientos que nacerían en los años venideros. La carencia de unidad móvil (recién en el verano de 1960 los Delgado tendrían operativo su primer equipo rodante) fue resuelta con un pacto sui géneris. Los equipos del canal 7 fueron desmontados y trasladados a San Cosme para hacer las veces de unidad móvil. Así, el 24 de diciembre, Alfonso D’Allesio, animador radial de origen mexicano, condujo un show de excepción donde desfilaron, entre otros, Chabuca Granda, Fetiche y el Ballet de Panamericana. Sin duda, el panorama desde el cerro antes de comenzar la nueva década era auspicioso para la televisión, pues el gusto de las masas que empezaban a sobrepoblar Lima era aún un terreno virgen para explotar y encontró en Genaro Delgado Parker un interlocutor desprejuiciado y populachero como el negocio mandaba. Pero ese mismo panorama también anunciaba brechas, carencias y conflictos sociales que asustarían a cualquier empresario.

      Desde que oyó hablar de ella el ingeniero Alfonso Pereyra quiso hacer televisión. Era la lógica consecuencia de una pasión científica por la comunicación a distancia que se hizo efectiva cuando manejó un equipo de radioaficionado, aún antes de que el Perú tuviese su primera emisora radial (OAX, 1926). De ahí en adelante su presencia como fundador, socio o consultor técnico era obligada en cada paso trascendente de la radio en el país.

      Al concretar el proyecto para fundar radio El Sol, Pereyra ya estaba firmemente decidido a invertir en televisión, bautizando su empresa como Compañía de Producciones Radiales y de Televisión. Había viajado a Estados Unidos en 1948 y ahí había tenido ocasión de apreciar los avances de la televisión.30 Unos años después, en 1955, organizó con bombos y platillos unas pruebas de circuito cerrado en el hotel Bolívar. Entonces Pereyra avizoró su canal privado. El diario El Comercio, queriendo ampliar sus intereses a la radio, había ingresado como fuerte accionista a El Sol. Pereyra hizo una intensa campaña de convencimiento a sus nuevos socios —además de Luis y Pedro García Miró por El Comercio, estaban Iván Blume y los hermanos Santiago y Carlos Acuña— hasta que en 1958, ante la experiencia del canal 7 y los anuncios del 4, decidieron lanzarse a la aventura. La RCA Victor se encargaría de la provisión de equipos y la NBC, una de las tres grandes cadenas norteamericanas, asesoraría la instalación y programación del canal, además de incluirlo en su red nominal de estaciones afiliadas. En realidad, más allá de la asesoría teórica y del prestigio del consultor, y, por supuesto, de una provisión de series de estreno (sin hablar de representación exclusiva, pues la NBC ya había hecho negocios con el 4) este trato no significaba nada para el futuro del canal.

      La NBC no invirtió dinero en el 9, se limitó a enviar un texto de Robert W. Sarnoff (su presidente de directorio) para ser publicado en El Comercio donde con gran deferencia mencionaba la “procesión de nuestro Señor de los Milagros” entre una lista de grandes eventos mundiales tales como “las Olimpiadas, el rally de Montecarlo y el festival musical de Edimburgo” que transmitiría la televisión del futuro en nuestros hogares. Y junto con el texto llegó Edward Roth, gringo consultor que cayó simpático a todos por sus vanos esfuerzos de hablar en español y al que se destinó una oficina que casi nadie visitaba y de la que salía para tropezarse con los técnicos en los pasillos. Madrugador, llegaba a las 8 de la mañana al canal y se iba a primeras horas de la tarde, antes de que comenzaran las transmisiones y los problemas.

       El día de la bendición

      Adelantándose a la fundación de Panamericana Televisión, el domingo 2 de agosto de 1959 se inauguró el canal 9 de radio El Sol, con una misa oficiada por el arzobispo Juan Landázuri Ricketts en el local de la emisora ubicado en la avenida Uruguay. Tras el agua bendita y los acordes del Himno Nacional el presidente del directorio, Luis García Miró, dio las palabras de bienvenida. Evidentemente, la inversión del diario sobrepasaba el aporte del propio Pereyra, que quedaba de ejecutivo principal en un directorio dominado por los Miró Quesada y, en menor medida, por integrantes del poderoso grupo Prado y por socios de América, canal 4.

      El discurso de García Miró,31 hombre improvisado en la novedad de la televisión que ocupaba el cargo por razones familiares (su pariente Óscar Miró Quesada, el popular Racso, sí era un fanático de la novedad), insistió en la presencia de la NBC como cadena tutelar de El Sol a la que se agradecía por “su magnífica labor en organizar la estructura comercial del canal”. Sorprendente atribución de una función que debía ser la preocupación principal de los nacionales e indicio del temprano colapso económico que sufriría el 9 pocos meses después.

      Pereyra,