de Edith Barr, y luego con Danzas y canciones del Perú conducido por el “Carreta” Jorge Pérez y Nicomedes Santa Cruz, según la temporada, y hasta por Tania Libertad, que protagonizó sonora renuncia en 1977, cansada de ser mal vista por sus colegas cuando cantaba valses de Juan Gonzalo Rose con la afectación y pretensión exportables más difíciles de hallar en Cecilia Bracamonte, la musa de Polo por aquel entonces, en Jesús Vásquez y las grandes del criollismo, en Las Limeñitas, en la joven Iraida Valdivia, Lucía de la Cruz, Rafael Matallana, los oficiosos Hermanos Zañartu y un largo etcétera.
La voz criolla del 5 se promovió como nunca: se volvió insistente, oficialista, autobombástica, pagó contratos a muchos intérpretes, se alimentó con el Trampolín a la fama donde saltaron Lucha Reyes y Cecilia Barraza, halagó a Perú Negro con décimas de Nicomedes, dio espacio al Ande y a sus cantores, a la guardia vieja, a la nueva y también a los huachafos que nunca faltan y aquí sobraron. La música criolla era el son oficial del nuevo régimen militar y había que anunciarla con muchas cuerdas y percusión. El canal 4 también la repicaba en sus espacios musicales, aunque no con la organicidad del rival. De todos modos mantuvo en el vecino 9 los Arpegios del Perú, conducidos modestamente y con mucha propiedad por Elsiario Rueda Pinto, caballero criollo.
Pese a esta parafernalia folclórica hubo un divorcio imprevisto: el criollismo musical abandonó a la ficción costumbrista. El folclor oficial se sostenía en la garganta de Jesús Vásquez y Pastor Zuzunaga, ¿para qué alternarlo con trabajosos sketchs? El aporte de la Backus se hizo prescindible porque había un género capaz de asumir el relevo del tipo y la costumbre (aunque no de absorber toda la enjundia de Donayre y de su churrigueresco Pablo Zambrano, zambo criollo iniciando proceso de “achoramiento” que se coló en los intersticios de El festival Cristal del cuento). Tratábase de la comedia en sketchs breves pero sin compromiso musical; un humor progresivamente localista que, aunque siguiera importando gags de Argentina, supo crear, en El tornillo y en los programas de Tulio Loza coescritos por Polo Campos, suficientes caracteres para poblar el callejón que la televisión populista había abierto al tránsito de blancos venidos a menos, cholos y migrantes.
Con apoyo oficial, el criollismo tuvo una presencia inflada en los setenta. El 5, además de sus auspiciosas “danzas y canciones” (complementados en 1976 con un fugaz Y se llama Perú de Edith Barr) reflotó en 1971 el Festival de la canción peruana, cuyo primer tema ganador fue la baladavals Si un rosal se muere de Juan Gonzalo Rose, el hit de presentación de Tania Libertad. Ese mismo año Pedrín Chispa produjo en el 7 Déjame que te cuente limeña antes de pasar al 4 con Los criollos somos así. También teníamos, como en la radio, almuerzos criollos los fines de semana, transmitidos en vivo desde el restaurante El Chalán. La muerte de Lucha Reyes en pleno Día de la Canción Criolla (31 de octubre de 1973), tras haber estrenado el vals premonitorio Mi última canción de Pedro Pacheco, dio a la música costeña el toque místico contra el que complotaba su burocrática fanfarria.
El canal 7 insistía en el asunto criollo con Una noche con lo nuestro, prolongación de Nuestro folklore puesto en escena en el Teatro Pardo y Aliaga. Luego vino Jarana y el Rincón criollo de Lorenzo Humberto Sotomayor, el autor del hermoso vals Corazón. Los del 7 se salieron del libreto oficial presentando otros aires musicales en Comienza el espectáculo (1976) conducido por Ofelia Lazo y en Vibraciones (1977), grabado en la discoteca La Miel y conducido por Jaime del Águila y Camucha Negrete, pero volvieron al redil con un Perú folclórico de Esmila Zevallos, con la Noche peruana y la Antología del criollismo de Martha Chávez (homónima de la congresista fujimorista y conocida como “La Peruanísima”) y con sus espiritualmente afines espacios de la “Dama del verso” Cecilia del Risco. El 4 tuvo una efímera Hora costeña (1977) animada por Carola Duback. Pero el homenaje más orgánico al criollismo lo ejecutó Mario Cavagnaro (1926-1998), quien con el Telecentro recién fundado en 1974 produjo para este canal un itinerante Viva mi pueblo que recorría sones y costumbres de distintas plazas limeñas y nacionales, similar a la temporada que había tenido años atrás en el 5. La devolución de los medios dejó al criollismo con nichos estrechos, sin horas estelares y expuesto a cierto ánimo vengativo de los canales que lo habían promocionado y financiado por mandato oficial.
Canal 4 de la Luna
El dúo Nicanor Gónzalez Vásquez y Antonio Umbert Féllez entró en histórica desventaja cuando en sus inicios optó por la unidad móvil como principal arma competitiva, mientras los Delgado Parker se prendaron del videotape. Escogieron lo vistoso sobre lo productivo; el movimiento efímero sobre la teatralidad grabada y enlatada para la exportación. Cuando dejaron de producir novelas en vivo asumieron su derrota en la batalla del folletín, pero nunca se sentirían perdidos del todo. No tenían por qué. La cobertura nacional fue una meta primordial desde que América empezó a recorrer las plazuelas del mercado limeño con la móvil y, por eso, su expansión territorial durante los sesenta fue considerable.
La especialidad de América fue la variedad. Mientras más sonora, mejor. Juan Silva, empresario de artistas jalado del 5, barajó contratos con estrellas de todas partes —Pedro Vargas, Olga Guillot, Paul Anka, Charles Aznavour, Maurice Chevalier, Nelson Pinedo, Armando Manzanero— que animaron varias horas de prime-time alternando con voces locales. Cuando la música cesaba siempre había un enlatado yanqui o mexicano que salvara la jornada y, a partir de 1968, también pujaron por el horario estelar los estrenos de Pablo de Madalengoitia, jalado del gran rival a condición de multiplicarse en concursos culturalistas y ficciones con fórum. Usted es el juez, gran cast, académica realización, exteriores filmados y sentencia final de Pablo fue el programa-orgullo del canal.
Lo demás eran pequeñas alegrías, inocentes travesuras como las de Rodolfo Rey que en “Cachirulo y sus cuatronautas” (véase, en este capítulo, el acápite “Vuelta de tuerca”) tomó la posta del Tío Johnny, jalado traumáticamente por el 5, evitando una crisis depresiva a los tíos Nicanor y Antonio. A fines de 1968, dignos segundones del 5, satisfechos de su buen ojo para los enlatados y de su modesta pero indeclinable audiencia fija, el dúo lanzó un aviso por el décimo aniversario del canal:
Nos ocurrió hace 10 años ser la primera televisora comercial del Perú [...]. Hoy volvemos a vivir la misma fogosa emoción al ver nuestro canal convertido en adulto con un público fiel que lo quiere y lo aplaude [...]. 10 años que nos enorgullece haber vivido con nuestro transmisor alerta a la voluntad del espectador que es el único destinatario de nuestro trabajo.52
Orgullo ¿de qué? De estar vivos y producir exclusivamente para la audiencia nacional. Poca cosa. Los dueños de América tenían que ser picados en su honor para responder agresivamente. Miren cómo replicaron al canal 5 en agosto de 1969, cuando éste, envanecido por el boom de sus novelas, quiso apropiarse, publicando ratings apabullantes y metáforas celestes (“El canal 5 de la Luna”), del éxito de la transmisión vía satélite de la llegada del Apolo XI a la Luna:
Canal 4 de la Tierra. Es así como nos seguiremos llamando mientras no podamos instalar estaciones retransmisoras en la Luna, porque eso de estar hoy en la Luna, suena a historieta y si le sumamos a esto que además de estar acompañados de Armstrong, Aldrin y Collins nos acompañaron no sé cuántos limeños, usted no nos creería. Lo que sí le podemos decir y nadie lo puede negar es que desde Chimbote hasta Marcona (10 estaciones retransmisoras) miles de peruanos siguieron paso a paso las incidencias del trascendental viaje del hombre a la Luna, y como si esto fuera poco, sólo unos días después y por Fiestas Patrias esta millonada de peruanos (también de la Tierra como del 4) desde sus hogares y sin moverse de ellos estuvo con nosotros (en el 4 de la Tierra) viendo el mensaje presidencial y al día siguiente sólo el 4 pudo ofrecer sin perder un solo detalle (incluyendo los mirage que vuelan tan alto) la gran parada militar y esa misma tarde (¡qué tal 4!) las carreras de gala desde el Hipódromo de Monterrico y no dijimos que teníamos cientos de personas trabajando (sólo las necesarias), no hicimos alarde de equipos que no teníamos (transmitimos con los de siempre que son muy buenos) y aquí estamos, en la Tierra, para llevarles como siempre desde la Luna o cualquier sitio los mejores