Ira Franco

La reina está muerta


Скачать книгу

lados. Un sol con arroces negros, como les llaman los astrónomos. Los soles con manchas, como el nuestro, producen llamaradas que a veces afectan las comunicaciones en la Tierra. «Los investigadores catalogan las llamaradas solares de acuerdo a la cantidad de rayos X que provocan. Las llamaradas tipo C son las más débiles, seguidas por las M. Las X son las más potentes». Cuando mi mamá se pone X es extraordinaria, pero quema. Lo más impresionante de acercarse al Sol, si esto fuera posible para un ser humano, no debe ser la luz ni el calor, sino el barullo de las flamas. El Sol debe hacer un tipo de música que nadie ha escuchado jamás, un concierto de fuego.

      (20 AÑOS)

      ¿Verdad que es guapísima? Pregunto cuando le enseño la foto. Es una foto de estudio en sepia que la muestra con el cuello y los brazos totalmente desnudos, el pelo hecho un croissant en la parte de atrás de la cabeza y su mirada de: soy-un-animal-del-bosque, un-amiguito-de-Bambi, como si para esa fotografía no tuviera ya tres hijos y un divorcio. Ahora veo que quizá mi madre era bonita de joven, pero todas las jóvenes de esos años lo eran: el sepia disimula las imperfecciones en la piel y la foto fue tomada en uno de esos buenos días donde todo está dispuesto por un profesional que ya tiene el ángulo medido. Creo que ahora todos somos más feos. Las instantáneas tomadas en cualquier situación nos hacen ver espantosos, tal como somos. Cerramos los ojos, hacemos una sonrisita zalamera, magnificamos un emoción mediocre. Somos feos, qué se le va a hacer. Todo se registra, pero no todo permanece. ¿Cuál es el filtro? ¿Qué inundación, qué guerra, qué cajón? Si algún día tengo hijos sabrán que fui muy fea, les tocará parecerse a mí en los ojos o tendrán mi nariz sin la salvedad de ningún estudio fotográfico ni croissant en la cabeza. Van a verme y pensarán lo que tradicionalmente se piensa en esos casos: «Mi madre era fea, pero era mía».

      (19 AÑOS)

      Ayer quisimos estar un ratito juntas, pero nos peleamos. No es raro. En estos días las cosas no van muy bien. Tuve que irme. Hubiera sido mejor quedarme, aun con el silencio que suele sobreponerse entre nosotras cuando estamos peleadas, pero no pude. La mayor parte de las veces, me da miedo hablar con mi hermana.

      «Te dije que usaras esta y no aquella. Te dije que fueras conmigo. Te dije que no era así». Es muy probable que algún día me vuelva a limpiar los mocos, como cuando éramos pequeñas, pero ahora no podemos ni tocarnos un centímetro, un sentímetro. Es igual, de todas formas no entiendo nada de lo que quiere. Quiere cosas de mí, como que no tire los vasos llenos de líquido en las mesas. Yo no puedo hacer eso, nunca he podido. Quiere cosas como que me consiga un novio guapo, con los ojos azules, que me case, que sus sobrinos sean lindos y ella pueda salir a la calle y presumirlos. Quiere que yo sea feliz. Y yo no puedo hacer eso, nunca he podido. Salí de la casa leyendo para no decir nada. Tomé unos folletos que estaban en la entrada y cerré la puerta. «Lavamos su alfombra. Garantizado». Me gustan los folletos. Tienen ese tono como de amigo de toda la vida, casi quieres invitarles un café. La educación que te dieron te dice que tal vez deberías hacerlo. A veces hasta les pagarías para que se quedaran. Se supone que tengo una especie de síndrome en mi destino, me lo dijo una mujer con acento extranjero que me leyó mi carta astral: «Durante el curso de tu vida, personas entrarán y pensarás que son importantes, pero así como llegan se van. Solo vienen a enseñarte algo. Así ocurrirá de aquí a que te mueras. Esta es la vida que te tocó. Aprovéchalos». Todavía me dijo: «Aprovéchalos y déjalos ir». Estuve a punto de aventarle un zapato en la cabeza. Claro que no era su obligación decirme algo agradable, pero luego pensé ¿por qué me lo hizo más triste avisándome?, ¿no es exactamente lo que nos pasa a todos? Como si no nos pasara a todos, desde siempre. Tenía una amiga, Yedid, en la primaria. Buscábamos un lugar para ocultarnos debajo de las escaleras y aguardábamos el estruendo de las jovencitas de secundaria. Les veíamos bajar corriendo al recreo con aquellas piernas peludas, gorditas, que rompían el elástico de las calcetas blancas. Zapatos de goma negra, de escuela privada de monjas. Al bullicio de la salida al recreo le llamábamos «El paso de las elefantas». Era absolutamente real la sensación de que nos aplastarían si no nos manteníamos ocultas. Nos tomábamos del brazo y cerrábamos los ojos, y cuando todo había pasado, cuando el barandal de la escalera dejaba de temblar, nos poníamos a reír. Me veo, como si pudiera salir de mi cuerpo, me veo tomada del brazo de Yedid y me acuerdo de lo que me dijo la del acento extranjero. «Déjalos ir». Pues aunque no hubiera querido: a Yedid la expulsaron las putas monjas un mes después de que la conocí. Íbamos en primero de primaria.

      (Se me caen los vasos llenos de líquido en las mesas, cuando los demás están pasándosela bien. Tengo eso. También siento que cada vez que no encesto un kleenex en el basurero algo muy malo me va a ocurrir. Ya he leído esto del kleenex, no es exclusivo, lo siente todo el mundo. Si suena el teléfono en la próxima media hora es señal de que puedo ganarme la lotería. Les pasa sobre todo a las personas solas).

      (15 AÑOS)

      Hace calor. Al salir del metro compré un Boing de guanábana que me refrescó. Odio la Coca-Cola. La Coca es tonta, simplona, aguada y me pica los labios. En cambio, amo el Boing. Me conformo con el de tamarindo o el de fresa, pero en esta parte de la ciudad, el sabor guanábana abunda. Todo un hallazgo. La estación bien puede estar en esta ciudad. ¿Dónde estoy? Si me dijeran que lo estoy imaginando les diría que están locos, pero en el fondo tendría que aceptar que no pueden probar que este lugar existe. Un lugar existe cuando has pasado mil veces por allí y cuando tu familia o tus amigos quedan de verse en esa esquina, o cuando los periódicos, los libros o las leyendas hablan del lugar, lo validan, lo hacen real. La realidad, decía mi papá —¿o lo decía del tiempo? Mi papá me dejaba sentarme junto a él para leer. Leíamos juntos, cosas distintas, nomás para acompañarnos y yo me reía si pasábamos la página al mismo tiempo—, es aquí; tú y yo leyendo en este cuarto y no existe nadie más en esta casa, aunque tu mamá y tu hermana estén arriba vistiéndose para salir un domingo por la tarde, la realidad es mi nariz, porque me la veo y eso a veces, porque no puedo verme la cara, ¿te das cuenta? Nunca podrás ver tu cara. Pero claro que la veo, papá, en los espejos, papá, ¿qué, nunca has visto un espejo? Esa no es tu cara, nena, ese es el reflejo de tu cara. Lo más que puedes alcanzar a ver, y solo si te asomas con un ojo cerrado y miras dolorosamente hacia abajo, es tu nariz.

      Hasta hoy, este puesto con Boings de guanábana no existía y puede ser que no exista, que sea un escenario ficticio para que, enloquecidos todos, podamos sentir que algo nos ata al piso o para que yo piense que, efectivamente, estoy en un lugar, a punto de llegar a otro.

      Sé que si mañana tengo que caminar por aquí (si este lugar está aquí) volveré al mismo puesto por un par de triangulitos extras de Boing, tal vez unos cinco o seis para la semana entera. Si mañana tengo que venir acá es porque mi mamá aún está en terapia intensiva y me tocará quedarme de guardia y voy a necesitar todos los Boings de guanábana posibles. Está bien. Tampoco es como si me fuera a acabar los Boings. Hay para todos. Pongo play pongo play pongo play. Son pilas nuevecitas, las probé con la lengua y todo para saber si no se les salía el ácido. No sé cuánto duran unas pilas nuevas. Pongo play. Me encontré este cassette en un coche. Estaba a punto de sentarme en él así que me lo eché a la bolsa. Tiene una etiqueta tachada con pluma Bic verde. No sé quién canta, pero me gusta. Me gustan los audífonos y ponerle play. Sweetness, sweetness I was only joking…

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек,