que calificamos de malos y contrarios a la ética, a los principios o los códigos de convivencia que en cada momento se dan en la sociedad. Por ello sería utópico pensar que podemos ir a un mundo ideal en el que todos estemos felices y encajados de manera absoluta y permanente. Además, en general, lo que para unos sería arreglar el mundo para otros supondría un gran desarreglo y ello con multitud de versiones y matices. Por otra parte, es claro que cuando el ser humano arregla algo en sociedad, surge otro nuevo problema o conflicto fruto de un nuevo estadio evolutivo. Por ello este libro se mueve en la dimensión de la observación de lo que ocurre y en la de hacer cierta predicción intuitiva de lo que va a ocurrir.
Nos encontramos anclados en mentalidades que no conciben una sociedad con formas diferentes de rentabilidad o con sistemas de motivación de la actividad humana no basados en el dinero tal y como hoy funciona. Y ante ello me pregunto, y pregunto a los lectores, ¿nuestros hijos, preferimos que vivan en el mundo más productivo del universo o en el mundo más amable? Seguro que desde Marte esta pregunta la podremos contestar mejor.
Por ello la predicción de este libro no es la de que la productividad y la competitividad vayan a ser abandonadas en pro de aspectos emocionales y espirituales. Pero sí tengo la firme convicción (y confieso que me gustaría) de que tales aspectos cederán bastante espacio, por imposición del juego de fuerzas del sistema, en favor de la búsqueda de un verdadero bienestar emocional, humano y espiritual. Solo así tenderemos a un más sano (aunque siempre inestable) equilibro que corregirá el exceso de peso que hoy hay en el lado de la balanza de los aspectos económico-financieros tradicionales. Y esto no es algo que vaya a ocurrir, sino que, en mi opinión, ya está ocurriendo, como veremos a lo largo de este libro.
No niego sin embargo que el libro muestre un cierto sueño respecto a la evolución de la sociedad. Pero es un sueño basado en ciertas lógicas antropológicas que ojalá se impongan a otras. Y es por tanto un sueño de los que hay que tener para construir una sociedad, no solo que sea mejor, sino en la que todos nos sintamos mejor. ¿Cuántas cosas de hoy fueron antes soñadas por alguien en el pasado? ¿No se ha cumplido acaso, al menos parcialmente, el famoso sueño de Martin Luther King?
Y aunque el libro debiera también estar escrito desde Marte para describir fenómenos y diagnósticos sin mi implicación personal, juicio o preferencia de unas cosas sobre otras, confieso que ello me ha resultado imposible y no puedo por tanto negar que en ocasiones se me verá el plumero respecto a lo que es una evolución deseable, seguramente acopladas a mi propia conveniencia.
PRIMERA PARTE
Una sociedad cegada y secuestrada por sus caducos paradigmas
Permítame el lector que comience con una mini fábula que ilustra bien fenómenos de ceguera y secuestro similares a los que se dan en nuestra sociedad.
La fábula de los airis
Un mundo peleado por el oxígeno
Había una vez, hace muchos muchos años, una gran colonia humana que poblaba y dominaba el norte del planeta Tierra en la llamada Tierra del Aire. Ocupaba todo el espacio del hemisferio norte pues el sur estaba ocupado por una enorme laguna. Los miembros de esta colonia, llamados airis, vivían en la abundancia de una naturaleza que resultaba más que suficiente para satisfacer sus necesidades. Gozaban de una vida plena con un buen equilibrio entre el trabajo necesario para cubrir sus necesidades biológicas y el cuidado de su dimensión lúdica, social y espiritual.
La desgracia invadió la colonia con la llegada de un gran meteorito, que al caer sobre la Tierra desencadenó unos nefastos fenómenos ambientales que transformaron el aire de la atmósfera haciéndolo irrespirable. Solo algunas nubes y corrientes de aire respirable permanecieron en la Tierra, lo que permitió que una parte de los airis pudiera sobrevivir. Repentinamente la vida se había complicado y resultaba muy difícil vivir, lo que despertó agresivas conductas y peleas entre los pobladores para ocupar y aprovechar esas corrientes y nubes de aire respirable. Ante la escasez e importancia de ese aire empezaron a referirse a él como AR, convirtiéndose en el bien más preciado y en el centro y foco de atención e interés de todos los pobladores.
La carencia de AR despertó la inquietud e iniciativa ciudadanas y la creatividad para encontrar formas para sobrevivir y asegurarse el AR. Comenzó a desarrollarse el ingenio para encerrar las nubes de AR en redes y para captar y envasar las corrientes de AR, que con ahínco se buscaban por la atmósfera. Y, para vivir, los airis crearon trajes-escafandra con depósitos para llevar AR y poder salir con normalidad al aire libre. Con el paso del tiempo habían creado grandes depósitos y acumulaciones de AR, así como una red y mecanismos para transporte y uso del aire, lo que permitió comerciar con él. Algunos empresarios acumulaban grandes cantidades de AR mientras otros carecían de él y su carencia llegó a causarles enfermedad o incluso la muerte.
Ante la importancia del AR como bien vital, gradualmente se implantaron las «Unidades de Aire Respirable» o AER€OS como moneda de cambio para el tráfico de otros bienes y servicios que la comunidad producía. Con el tiempo, los precios de los intercambios en la sociedad se acabaron fijando en AER€OS. Y, tratándose de un bien vital para la supervivencia de los airis, la captación, gestión, el uso, almacenamiento y explotación de los negocios relativos al AR fueron objeto de regulación y quedaron sujetos a concesión. Había nacido la primera actividad económica regulada supervisada por el «Banco de AER€OS de la Tierra del Aire». Poco a poco, y sin nadie darse cuenta, el mundo se iba impregnando de concepciones y sistemas de funcionamiento basados en el uso de AER€OS. Los sueldos de los airis y los precios de las cosas se fijaban en AER€OS, que se convirtieron en las unidades de referencia y el lenguaje para la presupuestación y planificación de actividades.
Muchos siglos después de la catástrofe del meteorito, la sociedad había alcanzado gran desarrollo y prosperidad, a la vez que existían importantes excedentes de AR. Los laboratorios iban innovando con tratamientos que desarrollaban los pulmones de los airis para permitirles cierta tolerancia a respirar el aire que antes resultaba totalmente tóxico. Con ello y con el paso de los siglos el aire se fue haciendo gradualmente respirable para más y más airis hasta convertirse en un bien abundante y naturalmente accesible para todos.
El mundo ya tenía excedente de AR, que ya era accesible a cualquier ciudadano con normalidad. No obstante, para respirar al aire libre fuera de las viviendas y centros de trabajo era imprescindible contar con los «permisos de respiración» concedidos por las empresas concesionarias explotadoras de AR.
Con ello y con el paso del tiempo, en todas las instituciones de la sociedad, el intercambio mercantil, la fijación de precios y la concepción del funcionamiento del mundo se encontraban anclados en el sistema de AER€OS. Al igual que ocurre hoy con los recursos naturales como el agua, la pesca, las minas e incluso el viento y el sol, cuyo uso y explotación se encuentran sujetos a concesión, nadie podía explotar el AR ni respirarlo libremente de la atmósfera sin contar con la correspondiente concesión. Solo dentro de las viviendas de cada uno el uso o respiración del aire era libre.
Así, las concesiones y la gestión de los AER€OS se fueron concentrando en manos de poderosos y la acumulación de AER€OS se fue convirtiendo en el «leit motiv» para muchos airis. que veían en el incremento de sus cuentas corrientes de AER€OS una fuente de seguridad, reconocimiento, estatus y poder. Sin darse cuenta, la colonia de airis había creado todo un sistema socioeconómico basado en la ficción y la regulación, que, paradójicamente, se había convertido en la gasolina para su propio funcionamiento.
Las dinámicas de sostenimiento de la actividad social y de creación de riqueza basadas y medidas en el complejo sistema de AER€OS y su correspondiente contabilidad provocaron el nacimiento de una nueva clase social gestora de los AER€OS. En paralelo surgía también un descontento derivado de las diferencias y de la frustración de observar que, siendo un bien excedente, su uso se encontraba regulado y limitado. Muchos airis con pocos recursos no podían apenas salir de