Nicolas Bourriaud

La Exforma


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portadilla
Bourriaud, NicolasLa exforma / Nicolas Bourriaud. - 2a ed.Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2021.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descargaTraducción de: Eduardo Berti.ISBN 978-987-8388-76-21. Arte Contemporáneo. 2. Estética. I. Berti, Eduardo, trad. II. Título.CDD 701.17

      los sentidos / artes visuales

      Título original: L’exforme

      Traducción de Eduardo Berti

      Editor: Fabián Lebenglik

      Diseño: Gabriela Di Giuseppe

      Producción: Mariano García

      2ª edición en Argentina

      © Nicolas Bourriaud

      © Adriana Hidalgo editora S.A., 2021

       www.adrianahidalgo.com

      ISBN: 978-987-8388-76-2

      Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

      Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial. Todos los derechos reservados.

      Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d’aide à la publication Victoria Ocampo, a bénéficié du soutien de l’Institut Français d’Argentine.

      Esta obra, publicada en el marco del Programa de ayuda a la publicación Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo del Institut Français d’Argentine.

      Disponible en papel

      Índice

       Portadilla

       Legales

       Introducción I. El inconsciente proletario

       El drama del Hotel PLM Saint-Jacques

       Louis Althusser releído por Philip K. Dick

       “Línea de masa” y cultural studies

       II. El ángel de las masas

       Historia y accidente

       Heterocronías

       Escombros

       Inconsciente, cultura, ideología y fantasmagoría

       III. El proyecto realista

       Courbet y el grueso dedo del pie

       El arte, el trabajo y el desecho

       Epílogo

       Acerca de este libro

       Acerca del autor

       Otros títulos

      Tiempo atrás, las cosas y los fenómenos nos rodeaban; hoy parecen amenazarnos bajo la forma espectral de desechos recalcitrantes que nunca acaban de desvanecerse o que persisten después de su evaporación. Algunos estiman que la solución pasaría por establecer un nuevo pacto con el planeta, instaurando así una era donde las cosas, los animales y los seres humanos estuviesen en pie de igualdad. Mientras tanto, vivimos en pleno exceso, entre archivos atestados, productos cada más vez perecederos, junk food y embotellamientos, mientras el capitalismo se atreve a soñar con un mundo de transacciones “sin fricción” en el que las mercancías, englobando con este término a los seres y a las cosas, circularían sin ninguna clase de obstáculo. Pero nuestra época es también la del residuo energético, la de la toxicidad durable de los residuos nucleares, la de la saturación de las áreas de almacenamiento y los efectos dominó causados por los desperdicios industriales en la atmósfera o en los mares.

      Nuestro imaginario del residuo encuentra su expresión más fogosa en la economía: de los junk bonds a los activos tóxicos, el universo de las finanzas parece invadido por productos nocivos, por materiales peligrosos que se entierran en los balances de oscuras sucursales o en carteras de inversión. En cualquier caso, lo real del mundo globalizado, acosado por el fantasma de lo improductivo y de lo no-rentable, en guerra contra las personas y las cosas que no parecen consagradas al trabajo ni activas de cara al futuro, se revela allí con claridad. Hemos visto crecer de manera considerable la esfera de lo residual: esto se vincula de ahora en adelante con lo no asimilable, lo prohibido, lo inutilizable, lo inútil... Un residuo, nos informa el diccionario, es lo que cae cuando se fabrica una cosa. El proletariado, esa clase social de la que el capital puede disponer con libertad, ya no se encuentra únicamente en las fábricas: atraviesa el conjunto del cuerpo social y designa a un pueblo de desposeídos cuyas figuras emblemáticas son el inmigrante, el clandestino, el sin techo. Si antaño se definía al proletario como el obrero privado de su fuerza de trabajo, nuestra época ha extendido la definición hasta incluir a quienes de ahora en adelante se ven privados de su experiencia, no importa cuál sea esta, y forzados a reemplazar en su vida cotidiana el ser por el tener. La relocalización de la producción industrial, los vastos “planes sociales” [downsizing] y el retroceso de la política de protección social, así como el endurecimiento de las leyes que rigen la inmigración, traen como consecuencia la formación de zonas grises en las que vegeta el excedente humano: desde el trabajador sin papeles hasta el desempleado de larga data. Aún así existe, desde luego, una “economía de la impureza” a todas luces visible: es aquella donde progresan los que le quitan las escamas a los pescados, los que recogen la basura, los que cargan los muebles pesados en las mudanzas, los descuartizadores... en fin, las categorías sociales que abarca, en India, la casta de los “Intocables”.

      La “ronda fantasmagórica” descrita por Karl Marx en El capital parece adquirir hoy un nuevo aspecto. Este libro se propone analizar, con las máquinas ópticas que proporciona el arte contemporáneo, los efectos de esta mutación en nuestros modos de pensar o de sentir.

      Si resulta posible ver el aspecto de esta ronda en una época determinada, esto es gracias a los vínculos que existen entre el arte y la política. Desde inicios del siglo XIX, arte y política fueron moldeados por la fuerza centrífuga creada por la Revolución Industrial: movimiento de exclusión social, por un lado; rechazo categórico, por el otro, de ciertos signos, objetos o imágenes. Es el modelo de la termodinámica lo que reina aquí: la energía social produce un residuo, generando zonas de exclusión en las que se apiñan en completo desorden el proletariado, los explotados, la cultura popular, lo inmundo y lo inmoral: el conjunto subvaluado de todo lo que no se podría ver. La “ronda fantasmagórica”, por no hablar de la fantasmagoría específica producida por una época en particular, se basa en cómo se orquestan los vínculos regulados entre el centro y la periferia, en cómo se organiza la colisión entre lo oficial y lo rechazado, entre lo dominante y lo dominado, hasta hacer de la frontera entre unos y otros el lugar mismo de la dinámica de la Historia. A partir del siglo XIX, las vanguardias políticas y artísticas se fijaron como objetivo hacer que lo excluido pasase del lado del poder, a modo de contrabando o a plena luz del día. En otras palabras, derrocar a la máquina termodinámica, capitalizar el rechazo al capital, reciclar los supuestos desperdicios para hacer con ellos una fuente de energía. De esta manera el movimiento centrífugo debía invertirse, para llevar al proletariado hasta el centro, para llevar lo desclasado a la cultura y lo devaluado a las obras de arte. Dos siglos más tarde, ¿esta dinámica centrípeta produce aún energía?

      La ideología, el psicoanálisis y el arte representan los principales campos de batalla de un pensamiento