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El silencio es la música del alma
Manuel J. Fernández Márquez
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Manuel J. Fernández Márquez
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ISBN: 9788428561389
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Prólogo
Parecería imposible que, en medio de la polifonía de la vida, pudiéramos escuchar las melodías del silencio como deleite espiritual de nuestras almas. Nuestra mente está cargada de palabras estiradas y nuestra consciencia embotada, oscura, incapaz de iluminar nuestras dimensiones más profundas, donde el silencio es soplo de vida, es suspiro y es puntos suspensivos donde el alma canta melodías infinitas.
El ruido entorpece y perturba, interfiere y estorba. El barullo nos hace emigrar de nuestra propia armonía, de nuestro ser interior para convertirnos en caminantes errantes, descentrados de nuestra propia vida y protagonistas de nuestro propio desorden corporal, mental y afectivo.
Manuel J. Fernández Márquez, en El silencio es la música del alma, nos ayuda a regresar al lugar desde donde hemos huido, a mi yo profundo, para sintonizar con los acordes interiores de mi propio ser en una relación armoniosa conmigo y con los demás, en el encuentro de las manos y la unión de nuestros corazones. Nos hace recobrar ese silencio de nuestro interior profundo donde podríamos ser nosotros mismoznuestros propios reyes, como diría W. Shakespeare.
El silencio es don del que ofrece y el P. Fernández Márquez, en este tesoro de su fructífera inspiración, nos ofrece ese don como meditación de su creatividad, como figura de pausa, soplo de aliento, solaz en la escritura musical de la vida. El autor en este libro no solo hace del silencio la canción del alma que respira en cada flor y vuela en cada pájaro, el silencio también es un maestro que nos habla, nos enseña, nos guía y nos introduce en el manantial de su sabiduría de la que el bullicio de la vida agitada nos destierra.
El silencio en esta obra es un seductor que con sus mágicos encantos, en cada verso y cada estrofa, seduce y cautiva la palabra, con ella intima en su interior para que ella encuentre su más clara contradicción en su pretensión de querer explicar y darle nombre a todo y para que vuelva al mundo renovada, regalada a nuestros labios y revestida de su significado más profundo. ¡Qué sería de la palabra si no existiera el silencio!
Jesús M. de León, sj.
Santo Domingo, R.D.
20 de mayo de 2010.
Presentación
El silencio es un tesoro y un milagro.
Es un milagro y un misterio que sólo podemos sentir y vivir en el centro de nuestra alma.
El silencio es «algo más», infinitamente más que estar callados o habitar un lugar o espacio donde no hay ruidos ni sonidos.
El silencio existe. Es una melodía infinita, eterna y amorosa, una música sin notas, porque las contiene todas.
El silencio es, existe, aquí y ahora, donde estás tú y donde estoy yo, en el centro de cada cosa, de cada persona y de cada criatura y envolviendo el aire que respiramos y toda la creación.
Descúbrelo.
Siéntelo.
Escúchalo.
Saboréalo.
Experiméntalo.
Vívelo.
El silencio es un sonido del ser, de la misma esencia de Dios, es una melodía de la música de Dios que resuena en el hondón del alma sosegada.
Sólo la experiencia del silencio interior nos abrirá las puertas a la paz, a la quietud y la armonía de todo nuestro ser en comunión con Dios y con toda la creación.
El silencio es la melodía de Dios que transforma toda nuestra existencia en música de Dios, en transparencia de Dios, en mitad de la vida.
Gusta y saborea cada palabra, cada frase y cada párrafo de estos textos, leyéndolos lenta…, lentamente y en silencio, una y otra vez las mismas palabras, sintiéndote todo tú presente mirando, percibiendo, sintiendo y escuchado cada palabra. Deja que ella te hable al corazón y te revele su misterio.
La lectura silenciosa y contemplativa de estas páginas, que han brotado del silencio, puede ayudarte a despertar tu silencio interior y abrirte las puertas al silencio sagrado y divino, a la melodía y la música de Dios en tu alma.
1. Introducción
El silencio es un sonido inefable más allá del ruido, que sólo percibe el alma sosegada.
Escucha, escucha en silencio la música que existe a tu alrededor, escucha el susurro del viento y la brisa fresca que acaricia tu rostro.
Escucha el silencio de las cosas, porque las cosas están en silencio, pero cada objeto tiene su propia música.
Escucha el sonido de tus pasos, el crujido de la puerta, el sonido del agua de la fuente o del grifo, el sonido de tu boli, de las hojas del libro que estás leyendo, el sonido de cuchillo cortando el pan y del vaso al colocarlo en la mesa.
Escucha los sonidos de tu alrededor, de los coches, de la música ambiental y de las palabras que salen de los labios de la persona que está a tu lado.
Escucha el silencio y el sonido de las cosas, del aire que respiramos, del espacio que existe entre las cosas, de la luz y de la sombra, escucha el silencio y el sonido de tu propia respiración.
Silencios y sonidos nos envuelven en todas las situaciones que vivimos. Siempre estamos rodeados de sonidos y silencios, porque las personas, los objetos, las cosas, están silencio y tienen su propia música.
El silencio y el sonido son dos notas de la misma música, que se alternan entre sí, en la sublime danza y armonía de toda la creación.
Sonidos que perciben mis sentidos, acarician mi corazón y esponjan mi alma. Silencios que acarician mi rostro, serenan mi corazón y besan mi alma.
Sonidos y silencios, música de toda la creación que resuena en todo mi ser y se escucha con los cinco sentidos, con la mente, con el corazón y con toda el alma.
Pero el silencio, en su misterioso secreto, esconde notas que sólo se perciben en el alma sosegada, en el centro del alma. Notas que vienen de la otra orilla, donde la tierra se funde con el cielo, donde lo sagrado y divino se transparentan en cada cosa y en cada criatura.
Así, es posible que un día escuchemos, más allá de los sonidos y silencios, el mismo Silencio, sagrado y divino, que es la música del alma.
El Silencio, misterioso y sagrado Silencio, esconde en su ser la presencia de una palabra, un beso y una calma infinita, que llenan tu alma de la misma música de Dios.
El Silencio sagrado y divino es la música del alma, es la presencia amorosa del Espíritu de Dios, que nos transforma por