días más tarde, leemos en otro editorial del mismo periódico:
En España se ha producido la casi radical modificación de las condiciones políticas [...]. Hoy España puede presentarse en Bruselas como una democracia seria, de las que tienen curso normal en la Europa libre.
¿Cómo extrañarse de que ante tal ímpetu democrático en El Alcázar, órgano de los excombatientes, se dispararan las alarmas?:
Se quiere enterrar la época más gloriosa de nuestra historia, la que empezó un 18 de julio cuando el pueblo español se alzó en armas para reconquistar la patria destruida por marxismos y separatismos.
Nos faltaba en esta fiesta de elogio y refutación de la democracia, Blas Piñar, personaje de una fidelidad tan inmutable al régimen del 18 de julio que, probablemente, superara al mismo Franco en entusiasmo y energía franquistas. El búnker le quedaba pequeño a este exaltado de la extrema derecha, que en un discurso recogido por la revista Fuerza Nueva el 27 de febrero de 1976 afirmaba que todo el esfuerzo gigante de la Cruzada estaba a punto de venirse abajo no porque «el enemigo, rehecho y fuerte, haya arrebatado las posiciones a los que ganaron la Victoria, sino porque los mismos que la lograron con inmenso sacrificio la entregan sin rubor y sin respeto».
Y, sin embargo, la democracia era todavía una estación lejana. Resultaba difícil adivinar la salida del túnel, pero el Rey y Torcuato Fernández-Miranda tenían planes para hacer realidad lo que ahora era solo una fantasía.
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