capacidad para tomar decisiones; por la búsqueda de una identidad propia diferente de los padres; por el apoyo que encuentran en los iguales; porque no perciben a sus padres como adecuados continentes; porque no se sienten bien integrados en su familia; en algunos casos, sienten un deseo de castigarles porque consideran que han sido injustos con ellos; y, probablemente, porque busquen con sus conductas llamar su atención con el deseo de que vuelvan los ojos hacia ellos y verificar que sí son queridos, pero como ellos desean ser queridos y ser importantes para sus padres. Voy a exponer algunos casos de adolescentes que viven esta experiencia y que nos facilitarán la comprensión de cómo es este proceso que puede llevar a este estado de desadaptación e insatisfacción.
1. Ejemplos de casos
Caso 1: Gabriel es un adolescente de 14 años, pertenece a una familia acomodada, sus padres trabajaban los dos desde antes de nacer él. A los pocos meses de nacer, cuando su madre se incorpora a trabajar, el niño es cuidado por una niñera durante unos pocos meses, después le cuidó otra niñera, esta se marchó cuando tenía dos años y luego le cuidaron unos familiares hasta que entró en el colegio. Ha estado en varios colegios donde le han ido diciendo a la madre que era inquieto, pero iba sacando los cursos hasta que ha llegado a la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria) y empieza a suspender, no está integrado con sus compañeros y muestra un comportamiento rebelde en el colegio y en casa, hace lo contrario de lo que le dicen sus padres y, cuando le regañan, sobre todo por sus malas notas y para que estudie más, piensa en marcharse de casa, llegando a cumplir esta decisión de irse en un momento que le dejan solo sus padres.
Entre las cosas que cuenta Gabriel como explicación de su rebeldía, esta el haber sido cuidado por niñeras. Me dice que los niños que han estado con una niñera, cuando se va, se tienen que acostumbrar a otra, y que le parece malo porque ya le han cogido cariño y se han acostumbrado a sus normas y es un cambio muy grande, que el niño se vuelve rebelde porque los padres le han estado dejando solo y un niño con esa edad no comprende que sus padres se van para conseguir dinero, sino que lo que el niño siente es que está abandonado. En cuanto a su comportamiento rebelde añade: «Lo que quiero manifestar es que me he sentido solo y que si me quieren controlar, pues ahora no va a ser tan fácil».
Al llegar a los primeros años de adolescencia comienza a portarse mal, sus padres en un primer momento no le dan importancia, lo atribuyen a la edad; es desobediente, contestón, se enfada continuamente, no atiende a sus consejos. Los padres con el tiempo empiezan a inquietarse por este comportamiento al que se refieren como: «se está haciendo agresivo» y que va en aumento, les amenaza diciendo que un día se irá de casa, y así lo hizo. Gabriel un día se marchó sin decir nada, y esto les asustó mucho. Esta fue una de las razones que llevó a los padres a hacerle una evaluación psicológica y, otra, que empezó a suspender muchas asignaturas al comenzar la ESO.
Al preguntarle por qué había decidió marcharse de casa y por qué amenaza a sus padres con que se iba a ir, me contesta: «A mis padres no les importo. Nunca me han cuidado ellos, cuando yo les he necesitado no les he tenido, ahora ellos que no crean que tienen ningún derecho sobre mí, porque ahora ellos a mí no me importan». Cuando le pregunto desde cuándo está pensando esto, me contesta: «Desde que tengo 3 o 4 años».
Caso 2: Juan, adolescente de 16 años, es el último de seis hermanos, tiene el sentimiento de que sus padres son muy injustos con él. Viene al psicólogo porque ha tenido problemas judiciales por robar a otros adolescentes de menos edad, por malas notas en el colegio y porque su comportamiento es malo, en general, con sus padres y con sus hermanos. Con sus amigos se lleva bien y añade que también son hijos de familias con problemas.
Juan ha sido cuidado por su abuela desde los tres meses de vida hasta que entró en la guardería. Cuando le pregunto por qué se porta mal, dice que es su forma de ser, porque sus padres le hacen menos caso a él que a sus hermanos. Pone como ejemplo que siempre que ocurre algo malo le echan la culpa, tanto en casa como en el colegio, y que tiene miedo de que siempre le regañen a él, que le gustaría que sus padres le hicieran más caso, que le regañasen menos, y así se portaría mejor, que cree que está distanciado de su familia.
Cuenta también que considera que sus padres son injustos con él porque tampoco le quieren comprar un ordenador y todos sus amigos lo tienen menos él, y siente mucha vergüenza cuando está con ellos porque hablan de lo que hacen con el ordenador y él no puede decir nada. Los padres le dan como razón que no hay dinero, pero él piensa que para lo que les interesa a ellos sí hay dinero.
Caso 3: Ana es una adolescente de 16 años que va mal en los estudios, ha suspendido casi todas las asignaturas y es muy rebelde. Se relaciona mal con los padres, especialmente mal con la madre y desde siempre, con el padre se lleva algo mejor. Los padres cuentan que siempre ha sido inquieta con afectividad inestable. Fue cuidada por la madre durante los tres primeros meses de vida, después la cuidó una niñera. La mala relación con Ana ha sido desde muy pequeña, pero ha ido creciendo a medida que se hacía mayor, los padres lo atribuyen a que la niña piensa que ellos quieren más a sus hermanos que a ella. Cuentan también que se la ha castigado mucho desde pequeñita, porque cuando se le dice que no haga una cosa, la hace inmediatamente y a continuación se la castiga.
Ana me dice: «Comparada con mis hermanos, a mí se me castiga mucho, parece que están esperando que haga algo para castigarme; muchas veces que mi hermana y yo hacemos algo, me castigan a mí; si discuto con mis hermanos, mi madre siempre me quita la razón; cuando saco buenas notas, no solo no me felicitan sino que me dicen que lo podía haber hecho antes; estas situaciones me parecen muy injustas».
Caso 4: Otro adolescente, Javier, de 15 años, de familia acomodada, está repitiendo curso y no quiere estudiar, y discute mucho con la madre por los estudios. Es un niño muy introvertido y no habla ni dentro ni fuera de casa. En los test del colegio en el aspecto afectivo ha dado muy bajo, el padre ni existía y la madre y los hermanos con puntuaciones próximas a cero. Solo tiene relación con algunos compañeros del colegio, en el entorno de casa no tiene amigos, no sale los fines de semana.
Javier me cuenta que a su padre no le ve nunca; cuando él se levanta, el padre ya se ha ido, y cuando llega a casa, él está acostado, y que siempre ha sido así. Me dice: «Me pongo muy triste cuando veo que a otros niños les lleva su padre todas las mañanas al colegio en el coche y a mí nunca me ha llevado mi padre, y porque no puedo jugar con él y no me lleva a ningún sitio».
También cuenta que no sale de casa porque le da miedo ir solo por la calle, tiene miedo de los atracadores y añade: «Mi madre es muy protectora y no me deja salir, por ejemplo a Sol, por si me atracan o me pasa algo, y esto me parece muy mal».
Caso 5: Susana, adolescente de 15 años, tiene ansiedad ante los exámenes, unos días antes del examen empieza a sentir mucha angustia y cuando llega el día del examen no va al colegio para no tener que hacerlo.
Susana me dice: «Lo que me agobia es pensar que voy a llegar al examen y no voy a saber nada y lo voy a entregar en blanco, y también el tiempo, que va en mi contra, porque tardo mucho en estudiar, esto también me agobia y mis padres que me dicen que tardo mucho en estudiar. Yo creo que si lo hago mal les desilusionaría, sí, ahora dicen que lo que importa no es la nota sino lo que aprendes, pero luego cuando llegas a casa lo primero que miran es la nota y los profesores también, y por mucho que digan que no es, eso es mentira».
Susana ha sido criada por su abuela, recuerda que se llevaba muy bien con su abuela, que la llevaba de paseo y que hablaba mucho con ella. Al preguntarle por su madre y sobre cómo era la relación con ella contesta: «Pues no sé cómo era la relación, buena, normal, no me acuerdo, no sé, como ella se iba a trabajar antes, es que con mi madre no sé, hablaría, no lo sé, no estoy segura, como mi abuela era la persona con la que me gustaba estar». Al preguntarle por la relación con su padre contesta: «No sé, me acuerdo que cuando estábamos en casa de mi abuela siempre se dormía en el sofá y cuando nos sentábamos en la mesa del comedor, siempre me decía que estudiara, y me enfadaba; siempre me decía no podía ver la televisión hasta que no dijera la lección».
Caso 6: Enrique, adolescente de 13 años, es el último de cuatro hijos. A los pocos meses de nacer el niño, fallece el padre, y la madre le deja al cuidado de una niñera