Aida Toledo

Meter la mano en las entrañas


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pone cara a cara con el tema de las verdades y/o mentiras narrativas, y reconoce que son verdades parciales que pertenecen a un espacio histórico más amplio, y que en estas verdades parciales también se puede estar jugando en el terreno de lo político, lo ideológico, lo militar, pero también en el campo de lo estratégico. Sin pretender la suplantación histórica, estas verdades se convierten en espacios o caminos por lo que se llega a la otra historia, a la historia que se contrapone a la historia oficial; a la historia que no ha sido contada, a la historia de los oprimidos, suplantados, atropellados, negados. Sin caer en eufemismos, y con sutiliza, descubre las múltiples máscaras y las diversas artimañas con la que se ha arropado la «doctrina de seguridad nacional», así como sus múltiples niveles y facetas; para a la par de ello, mostrarnos las diversas estrategias y luchas de los otros por recuperar la voz. De esa forma recupera el debate Stoll-Menchú, que después quedará opacado por lo testimonial comunitario que aparecerá en los informes del «Nunca Más». Desde aquella famosa introducción hecha por Sábato en el «Nunca Más» argentino cuando nos invitaba a ir con Dante al recorrido por el Infierno; o lo que sería en nuestro caso de guatemaltecos, el recorrido realizado por los procesos de la Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi), o el proceso liderado desde Naciones Unidas, Guatemala Memoria del Silencio.

      El valor del trabajo de Aida es no solo que reconstruye, sistematiza y sintetiza el valor de la literatura testimonial en la región en las últimas seis décadas, sino que además aborda conceptos aparentemente tan dispares como la otredad, la construcción de la ciudadanía, el Estado-nación, con el fin de valorar al género testimonial como un género que en esencia rescata la dignidad de las personas desde los espacios de la exclusión y marginación a la que habían sido relegados para posicionarlo como parte de la reivindicación de los derechos humanos de los excluidos.

      El trabajo es valioso, oportuno e importante. Es parte de los procesos generados desde las letras para romper lo que Julio Cortázar habría llamado «años de alambradas culturales». Es también parte de los procesos de «resiliencia comunitaria» por sacar a flote las estrategias y herramientas puestas en marcha por las comunidades por salir adelante, aunque parezca que nuestro tejido social se encuentre tan fragmentado y hecho pedazos. Es decir, nuestra capacidad de seguir adelante, a pesar de tantos golpes y de tantas dificultades. La gran noticia, en medio de todo esto, es que todavía estamos vivos y seguimos apostando por una Guatemala distinta, como la soñaba Monseñor Gerardi.

      2. Médico salubrista. Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). A inicios de los años 90 fundó con la hermana Barbara Ford un programa para la atención de la salud mental de los niños en la Diócesis de El Quiché. Trabajó en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado y fue director de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Guatemala. Fue parte del equipo de monseñor Gerardi como responsable del área de Cultura de Paz y Mediación de Conflictos. Actualmente vive en Paraguay.

      3. En el Antiguo Testamento, Génesis 4:9-10, Dios se dirige a Caín preguntándole: ¿«Dónde está tu hermano Abel»? Contesto: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? Replicó Yahveh ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo». Es Dios cumpliendo el papel de rescatar el relato, o la historia de Abel.

      Es Caín falsificando la historia.

      PRÓLOGO

      ENCADENAR ACONTECIMIENTOS, TESTIMONIOS Y RECEPCIONES

      En lo que quiero insistir es en que los límites mayores

      no dependen ni de la sabiduría ni de la voluntad de los testigos,

      sino de un horizonte de recepción, […]

      Desde el principio en Meter la mano en las entrañas, la autora nos reta a ver el testimonio como género literario. Y lo hace al mismo tiempo que lo contrapone al testimonio histórico, siempre deseoso de rigurosidad y veracidad. Para ser justos, la historia tampoco se aleja de esa oscilación. Quizás cabe recordar que el testimonio, o sea, el relato del testigo que vio o al quien le fue contado y luego lo transmite, agarró fuerza alrededor del recuento histórico en sí y del papel jurídico que pretende apuntalar o desestimar una acusación. De ahí que, historia y justicia vayan de la mano con el testimonio y le den importancia. No obstante, también cada una por su lado le recelan por presentar un fuerte sentido de evidencias no siempre tan evidentes, de partir de perspectivas diferentes según desde donde se mire. La justicia es más condescendiente con el testimonio, duramente observado, pero enfocado en la parte de veracidad demostrable del delito, mientras la historia es más recelosa, sobre todo porque el testimonio es representativo de las formas de memoria, ese uso intencionado del pasado en el presente, que le hace competencia al abordar lo que fue.

      Por su lado, el axioma de todo pasa por el lenguaje dejó abierta la puerta a la ambigüedad, a la incertidumbre, a la intermediación, a las múltiples significaciones, al dominio del sentido, al diverso abordaje oral, escritural y hoy visual que le acompaña. Prácticamente mandó al traste el objetivismo en que se apoyaban historia y justicia. Al menos a la primera la hizo pensar más a fondo su necedad por ver el pasado, desde el presente sí, pero en búsqueda del apego a lo vivido por aquellos que ya no están. Aunque el testimonio es muy viejo como modo narrativo, el giro lingüístico, le dio su toque para entender esa oscilación arriba mencionada y ese carácter híbrido que presentan cada vez más los géneros literarios en la actualidad. Por eso, acostumbrados como estamos a ver memoria desde las ciencias sociales en complicidad con la psicología/psiquiatría, el ejercicio que hace Aida Toledo desde la literatura resulta gratificante –para nosotros los legos– al enfrentarse a uno de los géneros más fructíferos en Latinoamérica, el testimonio ligado a complicados procesos de contra-subordinaciones, de actos violentos y herencias traumáticas del hoy, a partir de la propia voz o de la intermediada, una literatura de la resistencia. Si bien el marco de referencia es la región subcontinental, el aterrizaje es en el plano el guatemalteco, donde existe una prolífera producción con sus bajones y subidas.

      La autora, divide el libro en dos partes: la primera como reflexión teórica y la segunda como análisis ejemplar de diez obras testimoniales emblemáticas. Ambas partes no solo son complementarias, sino tienen su propia lógica expresiva. Se deduce de ello cómo este libro tiene, por un lado, una trayectoria de conocimiento e investigación y, por otro, una práctica de enseñanza alrededor del tema, su carta de presentación. Ella nos recuerda que los testimonios son fragmentos seleccionados que se apegan a una realidad y que se muestran como «formas de verdad» que deben ser relatadas. De esta manera, introduce en la primera parte del libro sus reflexiones teóricas y conceptuales, cuyo centro está en mostrar al testimonio como narrativa híbrida, por sí mismo rompe con toda pureza y delimitación de los géneros, para explicar o su mestizaje o su capacidad de continuum entre uno y otro.

      Ahora bien, la autora no se queda ahí e insiste en desmenuzar ese carácter narrativo ligado a lo injusto, al olvido, al silencio y a lo obviado de las voces invisibilizadas por las historias dominantes, como una de forma de enfrentarlas. De este modo, el testimonio parte de la voluntad de contar algo en función de un colectivo, generalmente no hegemónico, que debe ser escuchado para decir o reafirmarse. Aun cuando sea un relato individual se basa en sus propias categorías culturales. El testimonio relata la experiencia vivida y sus consecuencias y la autora lo hace o hace partiendo de la experiencia latinoamericana, entendida como el eje de renovación del testimonio de finales del siglo XX, en especial, para el caso guatemalteco. Y lo hace a través de una cadena de testimonios que giran alrededor de la experiencia traumática de las luchas sociales, de los sufrimientos, de la guerra, de las militancias, de lo étnico, de la pobreza y del embate de la colonialidad o la modernidad. Esta se expresa como contrahistorias ejemplarizantes, conflictivas e incómodas que se esfuerzan por visibilizar a los suyos y ser comprendidas.

      El recorrido teórico es largo y complejo, especialmente, por recuperar esa dimensión estética de la obra, que es lo que