Noemí Lustgarten de Canteros

El cuerpo en la experiencia psicoanalítica


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en términos freudianos, el sempiterno acecho del Padre Gozador ante los fallos estructurales del Padre de la Ley de Tótem Tabú.

      Volviendo a Freud, en la primera formulación la castración recae sobre el sujeto, pérdida del pene; en la segunda, la castración recae sobre el Otro materno. La castración de la madre remite al encuentro con la madre pulsional. Ahí aparece la angustia. Dentro de la primera acepción distinguimos la angustia de castración, como propia del terreno del complejo de Edipo correspondiente a la etapa fálica, en el que se instituye el superyó. En cambio, en las angustias primitivas de desintegración, de intrusión, de separación corresponderían a los fallos en la constitución del narcisismo, efecto de traumas primarios por falla de sostenimiento previo al estadio edípico, y a la temática de la castración. Si incluimos la segunda acepción de castración, donde la castración se corre del lado del sujeto al lado del Otro, las angustias primitivas ligadas sin duda a la constitución del narcisismo, a sus fallos, no dejan de articularse a la cuestión de la castración y la irrupción de la pulsión como traumática, incluyendo la temática de la intrusión pulsional de la madre por ausencia de mediación simbólica en el psiquismo materno.

      Este déficit de castración simbólica en la madre la llevaría a exponer al infans en un encuentro a destiempo con la Castración del

       La angustia en la clínica

      Ante este marco epocal, ¿cómo repensar la cuestión de la angustia en la clínica? ¿Qué hace un analista en su clínica ante la angustia? A veces, nos encontramos con pacientes que sienten intensas angustias. Otras, con la ausencia de angustia como afecto vivenciado por el paciente y el registro de la angustia del lado del analista, soportado a través de la contratransferencia, como sucede en las patologías de escisión, en la obra de Winnicott, y como aparece en el terreno de la psicosomática.

      ¿Qué hace un analista ante estas situaciones? ¿Interpreta sentidos? ¿Introduce construcciones a través de la palabra? ¿Verbaliza el registro afectivo nominando el afecto? ¿Interviene de otros modos ante este registro, además de verbalizar o, a veces, en lugar de verbalizarlo?

      Desde diferentes líneas teóricas dentro del psicoanálisis, entre las que se inscriben Winnicott y Lacan, ante ciertos desafíos clínicos donde aparece la angustia del lado del analista, nos encontramos con un quehacer del analista que puede incluir o no la palabra pero, en tal caso, no en tanto su valor como vehículo de un sentido reprimido o construido. Dentro de esta línea de intervenciones, encontramos las ideas acerca del acting y el acto analítico en Lacan y las de sostén, manejo y confiabilidad del marco en Winnicott, ideas entre las que he trazado un puente en capítulos anteriores.

      Recordemos que Winnicott en la conducta antisocial invita a detectar la esperanza contenida en la agresividad o molestia del antisocial, que busca recuperar los cuidados hogareños del sostén arrebatado. Un sostén vivenciado y que fue abruptamente perdido en un momento madurativo en que se esboza la capacidad de registrar la deprivación ambiental. Ante estas situaciones postula el valor del manejo, que consiste en ofertar un sostén firme que sobreviva a los embates de agresividad. Lo esencial es recuperar la confiabilidad del marco a través del manejo adecuado. Esta capacidad de manejo dependerá del modo de tramitación de la angustia del analista ante estos desafíos.

      Dentro de su teoría acerca de los tres registros: Simbólico, Imaginario y Real, Lacan entiende el “acting” como un llamado al “Gran Otro de la Ley”, del “Orden Simbólico”, como una interpelación al Otro al sentirse a merced de quedar identificado con el “resto”, el “desecho”, una de las versiones del objeto a, sin morada en lo simbólico. Interpelación que toca el enigma humano acerca del lugar en el Deseo del Otro.

      Podemos ver en ambas descripciones, más allá de las diferencias intrateóricas, una amenaza de “exclusión”, de “caída”, de “desalojo”, y un llamado angustioso de sostén. Ante este tipo de cruces interteóricos, podemos plantearnos si no hay un riesgo de caer en un reduccionismo, donde se pierde la riqueza que cada concepto guarda dentro de la coherencia intrateórica. En mi opinión, estas críticas, si bien pueden responder a un deseo de preservar la claridad conceptual, pueden surgir ante un temor al borramiento de las diferencias entre los conceptos, efecto de la utilización de una lógica binaria basada en el principio de no contradicción, profundamente arraigada en nuestra condición de sujetos modernos provenientes de una tradición de pensamiento occidental regida por una lógica identitaria. Por ello, propongo la utilización de una lógica que trascienda el binarismo. Una lógica que “tolere la paradoja al modo winnicottiano” para abordar la intertextualidad dentro de las diferentes teorías vigentes hoy en el psicoanálisis.

      En La angustia en Freud, Lacan y Winnicott (1999) sostuve que esta lógica que tolera la paradoja permite que se produzca un interjuego —en este caso Winnicott-Lacan— productor de un plus de significación; un “espesor metafórico” que enriquece nuestro trabajo clínico. Además de marcar diferencias desde la lógica identitaria, con la lógica que rige la transicionalidad, podemos rescatar los matices que aporta cada perspectiva, cada punto de vista. Hablar de matices nos lleva a ir más allá del logos, a establecer puentes entre lo inteligible y lo sensible. Accedemos de este modo a otro pensar, un “sensible pensar” tan necesario en el mundo actual y en la clínica actual.

      Creo que de este modo nos inscribimos dentro de corrientes actuales del pensamiento contemporáneo, que nos traen una dimensión lúdica del pensar y una toma de distancia con el pensamiento sistemático regido exclusivamente por la razón y por lógica de la identidad. En el artículo La resistencia del pensar (2006) Cragnolini trae la idea de “razón imaginativa”. Sostiene que la razón busca lo universal, en tanto “La imaginación multiplica perspectivas, recoge sentidos diversos, teniendo en cuenta precisamente las singularidades; lo característico de una idea de razón imaginativa sería la posibilidad de abarcar sin síntesis, sino en estado de tensión constante ambos aspectos, lo universal y lo singular […]”

      Y agrega:

      Lo propio del perspectivismo […] la generación de perspectivas implica la posibilidad del cambio de las mismas, de acuerdo a las circunstancias y a su valor “al servicio de la vida”. Esa necesidad de los nihilistas decadentes (Nietzsche) de detenerse en los “extremos” es una voluntad de aseguramiento de lo real […] enmascarada en la idea de voluntad de verdad. El carácter provisional de las perspectivas […] no busca seguridades últimas, fundamentos […] opera a partir de un continuo movimiento que genera sentidos como modo de enfrentamiento con lo caótico, pero que recrea esos sentidos en una tarea continua de disgregación de los mismos. (p. 20)

      Pensar