Mariano Ruperthuz

Freud y los chilenos


Скачать книгу

tienen una mayor tradición, tampoco desarrollan mayores antecedentes sobre el psicoanálisis. Así investigaciones clásicas como las de Ricardo Cruz-Coke17 o Armando Roa18, que dan cuenta de la evolución de la medicina mental en Chile, no extienden demasiado sus márgenes para incluir de manera pormenorizada al freudismo19. Acto seguido, los trabajos recopilatorios más recientes sobre la historia de la psiquiatría chilena, se dedican en extenso a pensar la historia de la fundación y desarrollo de los establecimientos psiquiátricos en el territorio nacional, desde una perspectiva cronológica y principalmente descriptiva20. Cuando hacen referencia al psicoanálisis se dedican a comentar los aportes pioneros de Germán Greve Schlegel y Fernando Allende Navarro, además de centrarse en la figura del “fundador” del psicoanálisis en Chile, Ignacio Matte Blanco. Desde esta óptica el psicoanálisis es el sinónimo de una práctica médica especializada21.

      Por otro lado, una renovación la presentan los trabajos que en estos últimos años en Chile ha realizado el “Grupo de Estudios en Historia en las Ciencias [GEHC], equipo interdisciplinario que ha fomentado la creación de instancias de investigación y diálogo acerca de la Historia de las Ciencias en Chile y América Latina, dando especial cabida a la historia de la medicina, la psiquiatría, la eugenesia y la criminología22. Por último, debo mencionar que estos últimos años se han abierto nuevas instancias para pensar la historia del psicoanálisis chileno. Por ejemplo, el trabajo realizado por Silvana Veto (2012) acerca del psicoanálisis en los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet, específicamente la desaparición de Gabriel Castillo Cerna, médico psiquiatra, egresado del Instituto de Formación Psicoanalítica de la APCH23.

      Así y luego esta revisión, puedo afirmar que el estado del campo donde se inserta la presente investigación, justifica plenamente su presencia e intención, ya que los respectivos campos de “los saberes psi” en Chile no han generado investigaciones históricas que logren abordar la complejidad que implicaría la historia del psicoanálisis . Como lo señalé, el psicoanálisis es uno de los sistemas de pensamiento más influyentes y relevantes del último siglo, su incidencia va más allá del mundo de las ciencias, compenetrándose significativamente en la cotidianidad de los miembros de varios espacios culturales y sociales. Por ello, quise tomar partido en este panorama y proponer un trabajo que abordara, de manera profunda y especialmente novedosa, la llegada e implantación de las ideas de Freud en nuestro país.

      Sin embargo, a mi modo de ver, esta simple declaración de intención no es suficiente y es necesario delimitar las herramientas conceptuales para llevar a cabo esta tarea, ya que la bibliografía muestra también que existen distintos modos de encarar y conceptualizar la historia del psicoanálisis. Cada perspectiva tiene su implicancias específicas y quiero dejar claro desde qué óptica pude afrontar este problema. Por ello, en el siguiente apartado repasaré dichos “estilos”, para luego, una vez hecha esta revisión, plantear cuál será la modalidad que adopté en este trabajo.

      La evidencia muestra que, dentro del campo de investigaciones que intentan abordar la historia del psicoanálisis, existen modos bien definidos de encarar y pensar su historia, generando verdaderas tendencias historiográficas perfectamente distinguibles. Estos “modos” o “estilos”, según Plotkin (2003), serían principalmente tres: los trabajos centrados en la figura de Freud como único autor y creador del psicoanálisis. En este grupo de abordajes –donde se reúnen los trabajos del mismo Sigmund Freud, Ernest Jones24, Peter Gay25 y Louis Breger26 27, entre otros– Freud es representado como un verdadero héroe solitario, donde sus descubrimientos no reconocerían casi ninguna genealogía y en la cual la teoría freudiana sería una especie de creación ex-nihilo. Estas propuestas de historización del psicoanálisis tienen tanta antigüedad como el mismo psicoanálisis. Los primeros trabajos dedicados al tema se escribieron casi en “tiempo real” por el mismo Freud a medida que fue visualizando la importancia y repercusión de sus ideas, lo mismo que los motivos políticos de su movimiento. Con esto se inauguró una corriente historiográfica muy fuerte que tuvo su origen al interior del movimiento psicoanalítico y que se distinguirá significativamente del estilo de los trabajos que vendrán desde fuera de él28.

      Para ser más concreto, esta veta fue inaugurada con el trabajo freudiano Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico de 191429, reforzándose posteriormente con otros escritos en los que Freud explicará, desde su particular punto de vista, el nacimiento del psicoanálisis. Ellos están plagados de significantes tales como “lucha”, “causa”, “resistencia”, “incomprensión” y “rechazo”, los que circularán a lo largo del tiempo – hasta hoy inclusive– caracterizando la historia y especialmente el origen del psicoanálisis.

      Una afirmación de Freud en esta línea es la siguiente:

      “Siendo el propósito del presente trabajo trazar la historia del movimiento psicoanalítico, no habrá que extrañar su carácter subjetivo ni la preponderancia en él de mi propia persona. El psicoanálisis es, en efecto obra mía. Durante diez años fui el único en ocuparme de él, y todo el disgusto que su aparición provocó cayó sobre mí, haciéndome contemporáneo de las más diversas y violentas críticas” (Freud, 1996 [1914], p. 1895).

      Si se contrasta la afirmación anterior con lo que comúnmente se sabe del origen del psicoanálisis, se pesquisa cierta ambivalencia de Freud para reconocer la participación de “otros” en “su” descubrimiento. Llama particularmente la atención el cambio que tuvo Freud a través el tiempo con respecto al papel de Josef Breuer –por señalar a uno de los participantes más significativos– en el nacimiento del psicoanálisis. Para muchos, incluyéndome, daría por sentado que los conocidos Estudios sobre la Histeria de 1895, de autoría de Breuer y Freud, sentaron las bases para los posteriores desarrollos psicoanalíticos. Sin embargo, y aunque al parecer Freud pensaba lo mismo, en un breve lapso, cambió su opinión al respecto. Así lo evidencian sus palabras de 1909 cuando presentó el psicoanálisis al público norteamericano, las que se diferencian de su trabajo de 1914. Así, Freud abre sus conferencias norteamericanas diciendo:

      “Si constituye un mérito haber dado vida al psicoanálisis, no es a mi a quien corresponde atribuirlo, pues no tomé parte alguna en sus albores. No habría yo terminado mis estudios y me hallaba preparando los últimos exámenes de la carrera cuando otro médico vienés, el doctor Josef Breuer, empleó por primera vez este método en el tratamiento de una muchacha histérica (1880-1892)” (Freud, 1996 [1910], p. 1533).

      Lo anterior marca la existencia de una genealogía intelectual de la cual el psicoanálisis era heredero, participando dentro de un conjunto de descubrimientos anteriores en el campo científico que lo vio nacer. Esta influencia “externa”, si es que puede llamar así, no sólo apuntaría a las personas que estuvieron directamente relacionadas con Freud – como Charcot, Breuer o Fliess– sino que también al contexto intelectual de la época. Pero el mismo Freud, cinco años más tarde de este reconocimiento, reivindicará, en palabras de López-Ballesteros (1996), su exclusiva paternidad en el nacimiento del psicoanálisis:

       “Cuando en 1909, y desde la cátedra de una Universidad americana, se me ofreció la primera ocasión de hablar públicamente sobre el psicoanálisis declaré, movido por la importancia del momento para mis aspiraciones, no haber sido yo quien diera vida al psicoanálisis. Tal merecimiento había sido conquistado por otro –por el doctor Josef Breuer– en una época en la que yo me hallaba entregado a la preparación de mis exámenes finales (1880-82). Posteriormente varios benévolos amigos míos me han reprochado haber dado con tales palabras una expresión desmesurada de agradecimiento hacia el doctor Breuer. Hubiera decidido presentar, según lo había hecho en otras ocasiones anteriores, el “método catártico” de Breuer como un estadio preanalítico, situando el punto de partida del psicoanálisis en mi abandono de la técnica hipnótica y mi introducción de las asociaciones espontáneas del enfermo. A mi juicio, es indiferente iniciar la historia del psicoanálisis con el método