alemanes, etc).
El hecho es que el Kempis es posiblemente el libro más editado (y por consiguiente leído), después de la Biblia, de toda la literatura cristiana. Y a pesar de todos sus defectos, también hoy vale (luego insistiremos en ello).
En España
Las traducciones del original latino fueron y son innumerables. Muchas no se conocerán nunca, pues siendo un libro pequeño y de mucho uso, no habrá quedado ningún ejemplar de las numerosas traducciones.
En España la primera conocida es de 1482 en catalán: nispreu del mon..., estampat en Barcelona. Y otra en Valencia en 1491. La primera conocida en castellano es de 1493 en Sevilla, impresa por Menardo Ungut Alemano y Estanislao Polono. Su único ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional. Y se atribuye el texto a Gersón. Luego se multiplican las ediciones: Burgos, Toledo, Zaragoza, Barcelona, anónimas hay en la Biblioteca Colombina de Sevilla y en la de El Escorial. La traducción de la misma es muy deficiente.
Por estas ediciones (o por otras) el Contemptus mundi o Gersoncito se leyó por todos los espirituales españoles del XVI. Y una nueva edición apareció en Sevilla en 1536 de los tórculos de J. Cromberger con este título: Contemptus mundi, agora nuevamente romançado y por muy mejory más apazible estilo que solía tener.
En una nueva edición hecha en Évora en 1555 por Andrés de Burgos, que lleva añadidas unas oraciones que el padre Luis de Granada tomó de diversos autores. Fácilmente todo, traducción y oraciones, se atribuyó a Granada. En otras ediciones repetidas (Alcalá, Pamplona, Turín) se atribuyen las correcciones a un padre de la Compañía de Jesús. Por fin en Sevilla en 1587 se hace una con este encabezamiento: «Contemptus mundi, el más cumplido que hasta ahora se ha impreso. De nuevo corregido por un padre de la Compañía de Jesús conforme al original latino, y en la antigua y común traducción que reformó el padre Maestro Juan de Ávila. Con un breve tratado de oraciones y ejercicios de devoción, recopilado de diversos y graves autores por el muy reverendo padre Luis de Granada. Con licencia en Sevilla en casa de Juan de León. Año 1587». ¿Quién es el autor? ¿Juan de Ávila? ¿Luis de Granada? Hasta en las traducciones es discutido el Kempis. J. Tarré fue el primero en atribuirla a Ávila (en Analecta Sacra Tarraconensia, 1942, 111118). Luego le siguieron los grandes avilinos L. Sala Balust y F. Martín Hernández, y hasta el famoso M. Bataillon. Pienso que es un texto corregido, por quien fuese, de las ediciones antiguas en el que ponen sus manos Granada y Ávila y quizá el P. Diego de Guzmán sj, discípulo fervoroso de Ávila y que andaba por Andalucía en esos años. Ávila mismo dice en el prólogo de 1564 para la edición corregida del Audi filia: «Yo no he puesto en orden cosa alguna para imprimir sino una Declaración de los diez mandamientos, que cantan los niños de la doctrina, y este tratado de ahora». Es verdad que Granada en la tercera parte del libro de la oración (Lisboa, 1556) publica de Ávila Otra breve regla de vida cristiana, que figura al comienzo también del Audi filia de ese mismo año. Todo fue pues a la vez.
Por la doctrina del prologuillo al Kempis, por el estilo, por el vocabulario, por la crítica interna..., puede ser de ambos, de Ávila y Granada, y otros... Entonces no se daba importancia, sino excepcionalmente, a estas cosas de autores y editores. No había ley de propiedad literaria ni demasiados escrúpulos para copiarse, o añadir o quitar unos a otros (cf sobre este tema F. Martín Hernández, en su prólogo a la ed. del Kempis de la BAC, Madrid 1975).
Nuestra edición
En 1656 salió en Amberes, en la imprenta plantiniana, la edición del P. J. Eusebio Nieremberg, que es la de 1536, retocada y modernizada por él. Esta edición tuvo varias reediciones que a veces la desfiguraron. En 1935 (Barcelona) Viada y Lluch le devolvió su rostro primitivo.
Esta traducción de Nieremberg es la que aquí reproducimos. Su castellano es fluido y elegante, y bastante ajustado al latín. Es también un tanto perifrástica, pues dada la concisión latina del Kempis, y además en breves sentencias, se hace necesario traducir con cierta amplitud (una palabra necesita a veces una frase), pero lo importante es que no se traicione el sentido y a ser posible se respeten la fuerza y viveza de muchas palabras y expresiones. Cosa que respeta en general el P. Nieremberg. Mientras no poseamos una edición verdaderamente crítica del original latino no se puede pedir mucho más, pues las aproximaciones diversas las habrá para todos los gustos.
El hecho es que el Kempis se ha editado y leído por millones de lectores. San Ignacio lo hizo popular entre su Compañía, que fue un medio de propaganda para él mismo. Granada y san Juan de Ávila lo recomendaron en sus escritos y con su nombre. Santa Teresa lo manda tener para sus monjas en las Constituciones. Los elogios de santos y espirituales son innumerables.
Sería interesante rastrear su huella en san Juan de la Cruz, que es tan personal, tan él, pero que en cuanto a purificación del corazón, serenidad del alma y dulce encuentro con el Amor, conecta magníficamente con el Kempis, al que sin duda leyó como todos entonces. Hasta en la nota de cierto individualismo espiritual coinciden los dos: olvidos de los místicos.
Cabe preguntar: ¿por qué este fenómeno multitudinario durante siglos? Por su sencillez y su unción devota, por su mesura dentro de sus exigencias radicales, por su insistencia sobre el recogimiento y cultivo suave de la interioridad. Sí, le falta «sociología», visión universal eclesial, pero un escritor no tiene obligación de hablar de todo, piensa en temas concretos, y en que su público también lo va a ser: Kempis escribe para sus canónigos regulares y sus «devotos». Pero el alma del incompleto y desordenado librito desbordó sus posibles previsiones. Hay, a pesar de las explicaciones que se ocurren, algo providencial y misterioso en ello.
Pero se comprende que hoy, en nuestra cultura laocentrista el Kempis sea menos apreciado (a veces hasta ha sido despreciado). Sin embargo es un clásico de la literatura espiritual cristiana que siempre se leerá. La misma sequía de vida interior que sufrimos hará volver a muchos, hasta a no cristianos, a buscar en sus páginas una palabra de paz.
Baldomero Jiménez Duque
Ávila, 15 de enero de 1997
Bibliografía
A la ya citada en el texto, que es la principal, pueden añadirse los artículos del Dictionnaire de Spiritualité (París) siguientes:
T. Rudolf M. van Duk, Thomas Hemerkem a Kempis, 15 (1991) 817-826.
A. Ampe, Imitatio Christi, 7 (1971) 2338-2368.
Debonguie, Devotio moderna, 3 (1957) 727-747.
M. van Woerkun, F. Radewijns, 5 (1962) 427-434.
J. Tiecke, G. Groot, 6 (1965) 265-274.
W. Lourdaux, Gerard Zerbolt de Zustphen, 6 (1965) 284-289.
R. G. Villoslada, Rasgos característicos de la devotio moderna, Manresa (1956) 315-350.
A. Huerga, Devotio moderna, en AA.VV., Historia de la Espiritualidad II, Juan Flors, Barcelona 1969, 15-50.
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