Matilde Bolaño García

Tecnologías educativas para la inclusión


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correspondientes a tal nivel para impartirles la formación básica, sino también como la responsabilidad de un esfuerzo público por hacerla general y por tanto integral. Es preciso flexibilizar y modificar el sistema educativo ordinario, proporcionándole recursos materiales, personales y organizativos (p. 82).

      Según Souza y Possebon (2020), las tecnologías sociales permiten para la transformación de escenarios sociales desfavorecidos, en los que no hay que desestimar la importancia de los componentes relevantes del aprendizaje como potenciadores para la equivalencia de oportunidades para las personas con o sin necesidades especiales, han venido a ocupar un papel preponderante en el reto de proveer experiencias de aprendizaje con verdadero sentido inclusivo.

      Por su parte, Heras Rojas et al. (2020) señalan que el desafío docente se hace muy necesario, haciendo hincapié en renovar las aulas educativas a partir de las herramientas tecnológicas, pues tienen la capacidad de adaptarse a estudiantes con necesidades educativas diversas, asociados o no a la discapacidad, y desarrollar en los estudiantes la construcción de su propio conocimiento de manera significativa e innovadora y atendiendo especialmente a quienes tengan más dificultades. En este sentido, López-Gil y Sevillano (2020) argumentan que la atención a la diversidad de educandos y las relaciones entre las categorías del neurodesarrollo infantil se ha resignificado, fortalecido y consolidado gracias al avance acelerado de la ciencia y la tecnología, permitiendo con ello un desarrollo social, en particular los estudios de las neurociencias aplicadas a la educación, el diseño universal del aprendizaje y la introducción de estos resultados en la práctica educativa: escuela, familia y las demás instituciones sociales y educativas en la comunidad.

      Sumado a lo anterior, Rangel Baca (2018), a partir de su investigación documental en el periodo 2005-2015, afirma: “Si bien es cierto las investigaciones de tecnologías en la educación superior han crecido, estas no han sido constantes y mucho menos representativas frente al desarrollo alcanzado por estas herramientas en los últimos años” (p. 133). En el continente americano, otros países siguieron esta línea; Colombia no ha sido la excepción y ha venido incursionando en el desarrollo de ciertos estudios que favorecen la implementación, apropiación y uso de las TIC en la educación.

      En Colombia, la preocupación por la incorporación de políticas públicas educativas que propendan por el mejor aprovechamiento de las tecnologías impulsó en el año 2017 el Decreto 1241 de educación inclusiva, con el propósito de responder a las necesidades educativas del país.

      Adicionalmente, es importante señalar que los resultados de las pruebas PISA 2019, de 79 países participantes, Colombia tuvo un decremento con respecto al año 2015 (año de mejor puntuación) en su desempeño en lectura, ciencias y matemáticas, estando los estudiantes por debajo de los promedios y lejos de los niveles de los países que muestran mayor rendimiento. El sector privado tuvo un desempeño significativamente más alto que el sector público; la misma situación se dio entre las áreas urbanas y rurales, entre zonas geográficas (centro y periferia) y grupos étnicos (sin pertenencia étnica y con pertenencia). Lo anteriormente expuesto deja en evidencia brechas de amplia desigualdad en la calidad de la educación del país.

      Además, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE (2015), establece que, pese a todos los esfuerzos que ha hecho Colombia en estos últimos 15 años, reflejados en reformas, pruebas y bonificaciones, es necesario robustecer las instituciones del sector tecnológico en aras de mejorar la calidad educativa a través de la innovación, y con ello fortalecer la competitividad y productividad que permita una transformación estructural que vaya más allá de la dotación y las leyes.

      Para simplificar, se necesita un cambio de costumbres y creencias en la educación que dé cabida a nuevos procesos de formación y gestión de conocimiento. Que existan procesos pedagógicos que promuevan desde la primera infancia habilidades tecnológicas mediante la utilización de las tecnologías, constituyéndose como recurso en el proceso de aprendizaje. Al respecto, Knobel y Kalman (2020) sostienen que la formación docente es uno de los pilares de la promoción, apropiación y uso de la tecnología. Si la tecnología digital es parte de la transformación de las prácticas educativas tradicionales en las prácticas más progresivas, los docentes necesitan más oportunidades de desarrollo profesional.

      Es sabido que estas tecnologías enriquecen el entorno de trabajo del estudiante al permitirle el acceso a la información y ofrecerle apoyo para el logro de los aprendizajes. Han mostrado una evolución en estas dos últimas décadas a nivel mundial, más con la necesidad y despertar tecnológico que impulsó drásticamente el confinamiento por la pandemia del covid-19. Ahora bien, respecto a su utilización, cabe preguntarnos: ¿es coherente con la realidad y las necesidades o características de mis estudiantes?, ¿habrá apropiación en el momento de implementar las tecnologías?.

      En este orden de ideas, las investigaciones de base que se han utilizado como base discursiva en la presentación de esta obra, Tecnologías de la información y comunicación para la inclusión de estudiantes con necesidades educativas especiales, fue elaborada y defendida como tesis del Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad Rafael Belloso Chacín, cimentada en la creencia de que hay que incorporar las tecnologías en la enseñanza en la diversidad, ofreciendo la posibilidad de un aprendizaje más eficaz, autónomo, lúdico, motivador y ventajoso por la gran variedad de elementos audiovisuales que incorpora, sumando al desarrollo de las capacidades tecnológicas del alumno en esta nueva era del conocimiento. Asimismo, este libro también se nutre de la investigación Uso de las herramientas multimedia interactivas para la enseñanza, que fue tesis de la Maestría en Informática Educativa de la Universidad Rafael Belloso Chacín.

      Las investigaciones surgen de un interés académico centrado en proponer un modelo basado en el uso de las TIC para la inclusión de estudiantes con necesidades educativas especiales y analizar el uso de las herramientas multimedia interactivas para la enseñanza en la educación preescolar; interés que tuvo como antecedentes investigaciones hechas por la autora a nivel de estudio de maestría y doctorado entre los años 2012 y 2018, respectivamente. Estas se desarrollaron en instituciones educativas de las comunas 4 y 6 de Santa Marta, Colombia, sustentadas en la línea de investigación Tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en educación, línea temática de estudio informática y educación, dentro de la línea matricial Educación y desarrollo, perteneciente a la Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín.

      En cuanto a la metodología, ambas investigaciones correspondieron a estudios descriptivos según lo establecido por Hernández-Sampieri y Torres (2018), al señalar que “son los estudios que pretenden recoger datos de manera individual o grupal sobre los conceptos o las variables a los que se refieren” (p. 95). La estrategia aplicada en las investigaciones para obtener la información fue de diseño de campo, transeccional, multivariable y no experimental; debido a que la información fue recolectada en una sola oportunidad, el procedimiento consistió en medir un grupo de docentes y de estudiantes de educación básica en lo referente al uso de las TIC para la inclusión educativa de los estudiantes con necesidades educativas especiales.

      El diseño las investigaciones según las fuentes y el contexto es de diseño de campo, de acuerdo con lo contemplado por Hernández y Mendoza (2018) al definirlo como “aquel en el cual el investigador obtiene sus datos en un ambiente natural, donde los informantes que aporten datos adicionales, permitiendo adentrarse y compenetrarse con la situación de investigación, además de verificar la factibilidad del estudio” (p. 19). Además, correspondió a un estudio transversal o transeccional, “al recolectar los datos en un solo momento, en un tiempo único. Su propósito es describir variables y analizar su incidencia e interrelación en un momento dado (o describir comunidades, eventos, fenómenos o contextos)” (p. 216).

      Según el número de eventos, es de diseño multivariable. Dado su nivel integrativo, respondieron a diseño no experimental. Hernández y Mendoza (2018) lo definen como “aquel en el cual el investigador no manipula las variables y observa los fenómenos tal y como se dan en su contexto natural, para después analizarlos” (p. 214).

      Luego de estas consideraciones académicas y formativas, inició un proceso de configuración en el marco de la línea de investigación: las MITC en los procesos educativos