Novala Takemoto

Kamikaze girls


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separa la elegancia del mal gusto, para caer con bastante frecuencia en el lado del mal gusto. Por eso las lolitas han sido vilipendiadas desde siempre por los que se creen estilosos. Aparte de Baby, no había ninguna otra tienda lolita en Daikanyama, donde todo tenía que ser refinado y de un gusto exquisito.

      La primera vez que estuve frente a la tienda de Baby, the Stars Shine Bright y vi la puerta de color rosa pálido y los maniquíes totalmente coordinados con la ropa que tenían a la venta, el corazón se me aceleró violentamente. Me puse terriblemente nerviosa, algo completamente impropio de una insolente como yo, imbuida del espíritu rococó. Una vez que entré en la tienda…, ah, ¿cómo expresarlo correctamente? Bueno, esto…, esto…, apareció ante mí un lugar tan dulce como para derretirse. Era un espacio muy pequeño para ser el interior de una tienda insignia: estaba decorado totalmente en blanco y rosa, y en el centro había una mesa blanca con forma de corazón y un sofá rojo intenso. Cualquiera que viera ese panorama estaría a punto de soltar: «¡Menuda estupidez! Como si no fuera poco pequeña la tienda ya, van y ponen un sofá y una mesa; con eso y con cinco personas que entren ya estará llena». Pero pese a esos inconvenientes, priorizar lo bonito de la tienda frente a lo práctico era tan típico de Baby, the Stars Shine Bright que no pude sino renovar el respeto que sentía por la única casa que me había conmovido como ser humano.

      No había ni un solo cliente en la tienda, aunque era domingo. Tuve la suerte de tener la tienda para mí sola durante un momento muy feliz en el día de mi debut. Aunque no había incienso ni ningún aroma flotando en el ambiente, yo tenía la sensación de que brotaba una fragancia fantástica dentro de la tienda, lo que hoy en día me sigue pareciendo extrañísimo. No paraba de suspirar largamente mientras contemplaba la ropa ahí colocada, como si no hubiera nadie más en la tienda. Ese día compré un cárdigan bastante chic con mangas estilo princesa bordadas con encaje negro y un bolso blanco marfil con una corona sobresaliendo en su parte delantera.

      —No será usted la señorita Ryūgasaki, ¿verdad? —preguntó una dependienta muy bonita cuando estaba esperando en una de las dos cajas. Sorprendida, contesté:

      —Sí. Pero ¿cómo sabe usted quién soy?

      A lo que la dependienta se rió alegremente como una muchacha y dijo:

      —Llevo todo el rato pensando: «¿Será ella?». Es que lleva puesta nuestra falda babydoll blanca con puente sobre nuestra blusa de corte princesa, y un mini sombrero con unas rosas blancas de encaje Schiffli. También lleva unas bailarinas Rocking Horse. Suelo estar de vendedora en la tienda como ahora, pero también me encargo de las ventas de la web. Así que, aunque no conozco las caras de las clientas que hacen los pedidos por internet, recuerdo sus nombres y controlo muy bien el tipo de prendas que llevan. Además, suele dejar comentarios en el tablón de nuestra página web. Hace mucho puso que todo lo que llevaba era de nuestra tienda menos el calzado, que eran unas bailarinas Rocking Horse. Por eso le he preguntado si era la señorita Ryūgasaki.

      No importa cuántas veces haya comprado ahí, hay fanáticas de Baby como yo a montones, y aun sabiendo mi nombre por mis pedidos de internet, no conocía mi cara, y a pesar de todo eso se acordaba de alguien tan poco especial como yo. ¡Sabía quién era solo con ver cómo iba vestida, pese a acabar de conocerme! Me hizo tan feliz que de golpe me sentí a la vez como si fuera una clienta súper-VIP y como si un amor platónico me confesara que me quiere. Fue muy emocionante.

      A partir de ese momento, mis sentimientos hacia Baby aumentaron de manera imparable. Pero es que, vamos, ¿podría ser de otro modo? Desde entonces, mi cuerpo no podía evitar ir una vez a la semana a Daikanyama, desplazándome una distancia digna de un pequeño viaje sin importar lo terriblemente largo que fuera el camino. Todo por tu culpa, Baby, the Stars Shine Bright. Has hecho que no pueda vivir sin ti. Pensar en ti hace que —mmm, no me importa que me llamen desvergonzada— se estremezca todo mi cuerpo, mmm, se me suben los colores. Antes de darme cuenta, mi cuerpo te busca y no lo puedo resistir. ¡Guau! Ahora mismo me estoy empapando solo de pensar en ti. ¡Mmm! Qué pervertida. ¡Sí! Ya no hay vuelta atrás. Hazme lo que quieras. ¡Más, más! ¡Te deseo! ¡Dámelo todo! ¡No puedo resistirlo más! (¡Oh! Pero ¿qué estoy escribiendo? Si sigo así, nunca podré ser una chica casta y pura de Mitsui Rehouse).

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