Jotamario Arbelaez

X se escribe con J


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a Jaime, era nadaísta, marzo 4 (1969)

       De Jaime a Jotamario, 69, año del amor, martes 11 de marzo

       De Jaime a Jotamario, domingo 20 de abril de 1969

       De Jotamario a Jaime, 1969

       De Jotamario a Jaime, 15 de mayo de 1969

       De Jaime a Jotamario, mayo 25 de 1969

       De Jotamario a Jaime, 1 de junio de 1969

       De Jaime a Jotamario, viernes 6 de junio de 1969

       De Jotamario a Jaime, Años Turcos

       De Jotamario a Jaime, Años Turcos, agosto 69

       De Jaime a Jotamario, marzo 19 de 1970

       De Jotamario a Jaime, febrero 9 de 1983

       De Jaime a Jotamario, febrero 13 de 1983

       De Jotamario a Jaime, febrero 21 de 1983

       De Jaime a Jotamario, abril 5 de 1983

       De Jotamario a Jaime, 26 de abril de 1983

       De Jaime a Jotamario, abril 30 de 1983

       De Jaime a Jotamario, mayo 6 de 1983

       De Jaime a Jotamario, mayo 10 de 1983

       De Jotamario a Jaime, mayo 16 de 1983

       De Jotamario a Jaime, mayo 26 de 1983

       De Jotamario a Jaime, 20 de noviembre de 1984

       Notas al pie

      Hemos rescatado estas cartas, de cuyo conjunto faltan más, confiadas a nosotros por el maestro Jotamario Arbeláez. No solo son un magnífico ejemplo de cartas bien escritas, en las que dos amigos nadaístas –muchachos entonces– hacen gala de sus estilos muy particulares, sino de los momentos que vivió el nadaísmo entre 1965 y 1984.

      La narración de sus afugias personales, de sus búsquedas literarias, de las dificultades para sostener las publicaciones que crearon y fomentaron, nos muestran a una Colombia literaria efervescente, intensa y, muy por el contrario de lo que suele repetirse sobre esa época de la literatura en el país, al tanto de los movimientos de vanguardia que se sucedían en otras partes del mundo.

      Presentamos, con enorme satisfacción, estas cartas, como una manera de unirnos a la celebración de los 60 años del Nadaísmo en Colombia y como un homenaje a la obra de dos grandes escritores colombianos: Jaime Jaramillo Escobar y Jotamario Arbeláez.

      Las editoras

       Presentación

       De Jotamario Arbeláez a Jaime Jaramillo Escobar en Medellín

      Villa de Leyva, marzo 26 de 2018

      Poeta X-504 Jaramillo, presente:

      Quién iba a creerlo. Llegamos al año 60 desde cuando surgimos como insurgentes, los vivos y nuestros muertos que continúan sentados a nuestra mesa. Con ellos tomo café todo el tiempo, más que con los del más acá que viven más lejos. A estas alturas de la saudade, una reminiscencia indeleble es la de verme vecino de tu asiento en la conferencia que en el 59 dictaba en La Tertulia Gonzaloarango, él de 28, tú de 27 y yo de 18. Él había sido en su pueblo tu compañero de bachillerato y yo estaba por reprobarlo. Adherimos a su corriente precaria, que nada tenía de corriente. Me invitaste a tu máquina de escribir, y cuando a ella llegaba porque tú salías a trabajar, encontraba a su lado las cuartillas humeantes de Los poemas de la ofensa que a través de ti iban surgiendo en las noches. De ella extraje a tus hojas de papel Bond, “Santa Librada College”, “Los inadaptados de Marilyn” y “El profeta en su casa”. Ya ves. Se nos va borrando el camino que a ninguna parte llevaba pero hicimos lo que quisimos, con el beneplácito final del mundo que empezamos contraviniendo. Planteamos seguir en desacuerdo con el mundo cuando el mundo nos concediera la razón. Y en vez de concedérnosla se volvió nadaísta el mundo. En cambio creo que nosotros mientras cumplimos cambiamos. No digamos de ser ni de parecer, tampoco de estilo, sino de parejas y de parajes. Las angustias existenciales de la primera época fueron finiquitando sobre los lechos mortuorios y los nupciales. A la par con Eduardo Escobar, que nació con la vocación montaraz, vivo ahora en el santo campo, ése que no podía ver ni en pintura, reconciliado con los animales de monte porque ya los de la ciudad se amansaron. Escribo contra el paisaje temas bucólicos y a medida que avanzo siento el aplauso cerrado de las chicharras. He desempolvado a Teócrito y a Virgilio y estoy atisbando a la primera pastora para endilgarle un idilio. Retrocedí del jet a la mula, y en la más orejona voy entrando a la plaza mayor de Villa de Leyva en esta Semana Santa con el Ramos de mi apellido. Aquí estoy con mi mujer que me masajea y una perra que me está enseñando a ladrar y las 20 cajas que me quedan de los archivos del nadaísmo a partir de las que tuviste a bien obsequiarme, por allá por el año 70, de donde tantas sorpresas han emergido. Y eso que a la Biblioteca Piloto doné otras tantas, que son hoy asombro y deleite de los jóvenes extraviados pero estudiosos y de adultos rememorantes. La Biblioteca Luis Ángel Arango está en pos de adquirir el resto creciente, porque aún de los que murieron cada día surgen páginas nuevas. Es lo justo, pues se están celebrándolos 60 años de dos Arango, el que le dio el nombre al nadaísmo y el que se lo diera a la Biblioteca. Mi estudio entre los robles –que bauticé La montaña mágica por estar al pie del cerro y de la laguna de Iguaque, de donde surgió Bachué con su hijo de brazos a poblar la tierra–, está presidido por ese cuadro de Leandro Velasco donde figuramos al lado de Elmo y de José Rafael Arango y del propio pintor, que me entregaste por el precio simbólico e irrisorio de 20 pesos y ahora quién sabe cuántos millones valdrá, aunque habría que restaurarlo