Кровавая свадьба. Йерма. Дом Бернарды Альбы. Трилогия. Книга для чтения на испанском языке
crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
MUJER (volviéndose lentamente y como soñando.)
Duérmete, clavel
que el caballo se pone a beber.
SUEGRA.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
MUJER.
Nana, niño, nana.
SUEGRA.
¡Ay, caballo grande,
que no quiso el agua!
MUJER (dramática).
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay, dolor de nieve,
caballo del alba!
SUEGRA (llorando).
Mi niño se duerme…
MUJER (llorando y acercándose lentamente.)
Mi niño descansa…
SUEGRA.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
MUJER (llorando y apoyándose sobre la mesa.)
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
CUADRO TERCERO
CRIADA. Pasen…
¿Se quieren sentar? Ahora vienen. (Sale.)
MADRE. ¿Traes el reloj?
NOVIO. Sí. (Lo saca y lo mira.)
MADRE. Tenemos que volver a tiempo. ¡Qué lejos vive esta gente!
NOVIO. Pero estas tierras son buenas.
MADRE. Buenas; pero demasiado solas. Cuatro horas de camino y ni una casa ni un árbol.
NOVIO. Éstos son los secanos.
MADRE. Tu padre los hubiera cubierto de árboles.
NOVIO. ¿Sin agua?
MADRE. Ya la hubiera buscado. Los tres años que estuvo casado conmigo plantó diez cerezos. (Haciendo memoria.) Los tres nogales del molino, toda una viña y una planta que se llama Júpiter, que da flores encarnadas, y se secó.
NOVIO (por la NOVIA). Debe estar vistiéndose.
PADRE. ¿Mucho tiempo de viaje?
MADRE. Cuatro horas.
PADRE. Habéis venido por el camino más largo.
MADRE. Yo estoy ya vieja para andar por las terreras del río.
NOVIO. Se marea.
PADRE. Buena cosecha de esparto.
NOVIO. Buena de verdad.
PADRE. En mi tiempo, ni esparto daba esta tierra. Ha sido necesario castigarla y hasta llorarla, para que nos dé algo provechoso.
MADRE. Pero ahora da. No te quejes. Yo no vengo a pedirte nada.
PADRE (sonriendo). Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda de plata. Lo que siento es que las tierras… ¿entiendes?… estén separadas. A mí me gusta todo junto. Una espina tengo en el corazón, y es la huertecilla esa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por todo el oro del mundo.
NOVIO. Eso pasa siempre.
PADRE. Si pudiéramos con veinte pares de bueyes traer tus viñas aquí y ponerlas en la ladera, ¡qué alegría!…
MADRE. ¿Para qué?
PADRE. Lo mío es de ella y lo tuyo de él. Por eso. Para verlo todo junto, ¡que junto es una hermosura!
NOVIO. Y sería menos trabajo.
MADRE. Cuando yo me muera, vendéis aquello y compráis aquí al lado.
PADRE. Vender, ¡vender! ¡Bah!; comprar, hija, comprarlo todo. Si yo hubiera tenido hijos hubiera comprado todo este monte hasta la parte del arroyo. Porque no es buena tierra; pero con brazos se la hace buena, y como no pasa gente no te roban los frutos y puedes dormir tranquilo.
MADRE. Tú sabes a lo que vengo.
PADRE. Sí.
MADRE. ¿Y qué?
PADRE. Me parece bien. Ellos lo han hablado.
MADRE. Mi hijo tiene y puede.
PADRE. Mi hija también.
MADRE. Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol.
PADRE. Qué te digo de la mía. Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes.
MADRE. Dios bendiga su casa.
PADRE. Que Dios la bendiga.
MADRE (al hijo). ¿Cuándo queréis la boda?
NOVIO. El jueves próximo.
PADRE. Día en que ella cumple veintidós años justos.
MADRE. ¡Veintidós años! Esa edad tendría mi hijo mayor si viviera. Que viviría caliente y macho como era, si los hombres no hubieran inventado las navajas.
PADRE. En eso no hay que pensar.
MADRE. Cada minuto, métete la mano en el pecho.
PADRE. Entonces el jueves. ¿No es así?
NOVIO. Así es.
PADRE. Los novios y nosotros iremos en coche hasta la iglesia que está muy lejos, y el acompañamiento en los carros y en las caballerías que traigan.
MADRE.