Además, mi pobre madre no andaba bien de salud y tenía otras dos hijas que alimentar. De ese modo se quitaba una boca de encima y me daba la oportunidad de buscar fortuna en la Corte. Así que me facturó con su primo sin preocuparse de indagar más detalles, acompañado de una extensa carta, escrita por el cura de nuestro pueblo, en la que recordaba a Diego Alatriste sus compromisos y su amistad con el difunto. Recuerdo que cuando entré a su servicio había transcurrido poco tiempo desde su regreso de Flandes, porque una herida fea que tenía en un costado, recibida en Fleurus, aún estaba fresca y le causaba fuertes dolores; y yo, recién llegado, tímido y asustadizo como un ratón, lo escuchaba por las noches, desde mi jergón, pasear arriba y abajo por su cuarto, incapaz de conciliar el sueño. Y a veces le oía canturrear en voz baja coplillas entrecortadas por los accesos de dolor, versos de Lope, una maldición o un comentario para sí mismo en voz alta, entre resignado y casi divertido por la situación. Eso era muy propio del capitán: encarar cada uno de sus males y desgracias como una especie de broma inevitable a la que un viejo conocido de perversas intenciones se divirtiera en someterlo de vez en cuando. Quizá ésa era la causa de su peculiar sentido del humor áspero, inmutable y desesperado.
Ha pasado muchísimo tiempo y me embrollo un poco con las fechas. Pero la historia que voy a contarles debió de ocurrir hacia el año mil seiscientos y veintitantos, poco más o menos. Es la aventura de los enmascarados y los dos ingleses, que dio no poco que hablar en la Corte, y en la que el capitán no sólo estuvo a punto de dejar la piel remendada que había conseguido salvar de Flandes, del turco y de los corsarios berberiscos, sino que le costó hacerse un par de enemigos que ya lo acosarían durante el resto de su vida. Me refiero al secretario del Rey nuestro señor, Luis de Alquézar, y a su siniestro sicario italiano, aquel espadachín callado y peligroso que se llamó Gualterio Malatesta, tan acostumbrado a matar por la espalda que cuando por azar lo hacía de frente se sumía en profundas depresiones, imaginando que perdía facultades. También fue el año en que yo me enamoré como un becerro y para siempre de Angélica de Alquézar, perversa y malvada como sólo puede serlo el Mal encarnado en una niña rubia de once o doce años. Pero cada cosa la contaremos a su tiempo.
Задание 2.1. Прочитайте текст 2.1., переводя на русский язык испанские фразы.
En fin. Вторым из тех, кто уцелел в том бою и выбрался на наш берег, был мой отец. Se llamaba Lope Balboa, era guipuzcoano y también era un hombre valiente.
Говорили, что они с Диего Алатристе – закадычные друзья, почти братья, и, должно быть, правду говорили, ибо, когда при штурме бастиона Юлих отца моего прошила аркебузная пуля – отчего он и не попал на картину «Сдача Бреды», не в пример своему другу и тезке Алатристе, которого-то художник Веласкес как раз запечатлел на ней справа, прямо за лошадиным крупом, – капитан поклялся, что не оставит меня и, как подрасту, выведет в люди.
Ésa es la razón de que, a punto de cumplir los trece años, mi madre metiera una camisa, unos calzones, un rosario y un mendrugo de pan en un hatillo, y me mandara a vivir con el capitán, aprovechando el viaje de un primo suyo que venía a Madrid. Так вот и поступил я к другу моего отца не то на службу, не то в услужение.
Una confidencia: dudo mucho que, de haberlo conocido bien, la autora de mis días me hubiera enviado tan alegremente a su servicio. Положа руку на сердце, скажу, что едва ли женщина, подарившая мне жизнь, так легко бы отпустила меня, знай она получше, к кому я попаду. Además, mi pobre madre no andaba bien de salud y tenía otras dos hijas que alimentar. А потому она обрадовалась, что избавится от лишнего рта, и дала мне возможность попытать счастья в столице.Así que me facturó con su primo sin preocuparse de indagar más detalles, acompañado de una extensa carta, escrita por el cura de nuestro pueblo, en la que recordaba a Diego Alatriste sus compromisos y su amistad con el difunto. Помнится, когда я только попал к капитану, он совсем недавно вернулся из Фландрии и жуткая рана, полученная им под Флёрюсом, была еще свежа и доставляла ему много мучений, так что, затаясь на своем топчане, подобно мышке, робкой и пугливой, слышал я, как всю ночь напролет ходит он по комнате из угла в угол, как мерит ее шагами вдоль и поперек, не в силах забыться сном.
Y a veces le oía canturrear en voz baja coplillas entrecortadas por los accesos de dolor, versos de Lope, una maldición o un comentario para sí mismo en voz alta, entre resignado y casi divertido por la situación. Капитану вообще свойственно было считать всякое несчастье или беду не более чем злой шуткой, которую по извращенности вкуса и в видах собственного удовольствия шутит над ним время от времени какой-то давний его знакомец. Quizá ésa era la causa de su peculiar sentido del humor áspero, inmutable y desesperado.
Давно все это было – так давно, что иные даты стали путаться у меня в памяти. Pero la historia que voy a contarles debió de ocurrir hacia el año mil seiscientos y veintitantos, poco más o menos. История с людьми в масках и двумя англичанами породила немало толков при дворе, а капитана, хоть он чудом и спас свою шкуру, и без того изрядно попорченную голландскими солдатами, берберийскими пиратами, да и турками не раз дырявленную, наделила двумя врагами, не дававшими ему покою и роздыху до самой могилы.
Me refiero al secretario del Rey nuestro señor, Luis de Alquézar, y a su siniestro sicario italiano, aquel espadachín callado y peligroso que se llamó Gualterio Malatesta, tan acostumbrado a matar por la espalda que cuando por azar lo hacía de frente se sumía en profundas depresiones, imaginando que perdía facultades. В тот самый год влюбился я, как телок, влюбился впервые и навсегда в Анхелику