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El derecho ya no es lo que era


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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_64be787a-c03c-5d0d-9991-5da979681989">64, es decir, de la división internacional del trabajo. La configuración de este sistema distribuye de forma jerarquizada las diferentes funciones productivas entre tres zonas del planeta: central, semiperiférica y periférica. La jerarquía no es absolutamente rígida, sino que permite una cierta movilidad ascendente y, más frecuentemente, descendente de los diferentes estados.

      El mercado de trabajo ha experimentado un intenso proceso de desregulación a nivel global, llevando a la abolición de numerosas garantías propias del Derecho laboral, tal y como se analiza más detalladamente en otras partes de este libro. Los empleados en las fases más intensivas en mano de obra de las cadenas globales de valor sufren formas de explotación extremas, viéndose obligados incluso a trabajar en la economía sumergida. Un caso emblemático de las condiciones laborales en las CGV fue el desplome del edificio conocido como Rana Plaza en Bangladesh el año 2013. La edificación albergaba cinco fábricas que confeccionaban productos para diversas empresas textiles, como las compañías españolas Inditex (propietaria, entre otras, de la marca Zara) o El Corte Inglés. A pesar de las imponentes grietas que se habían abierto en la estructura del inmueble, los trabajadores fueron obligados a seguir trabajando en él y su derrumbe causó más de mil cien muertos y 2500 heridos.

      La empresa matriz de la CGV concentra en sus manos el grueso de las tareas que generan mayores beneficios, como son la concepción, el diseño, la investigación y desarrollo, el marketing y el servicio posventa. Un vídeo elaborado por la Organización Mundial del Comercio ilustra muy bien la composición de las CGV y la distribución de las tareas (y los beneficios) entre los diferentes países del mundo. Este documento audiovisual lleva por título Made in the World y puede encontrarse en Internet poniendo esas palabras en el buscador. La idea central que la OMC pretende transmitir es que los productos industriales ya no tienen nacionalidad, pues la expresión «made in... (China, India)» solo identifica el país donde se ha llevado a cabo el ensamblaje final del producto. Obviamente, la OMC se congratula por los beneficios que aporta esta forma de producción mundializada.

      Determinar cuál es el valor añadido por las tareas realizadas en un país integrado en las cadenas globales de producción es, por consiguiente, una tarea ímproba, que exige calcular qué porción del valor de sus exportaciones ha sido generado en el extranjero. Para ello, es preciso determinar cuál es el coste de los componentes importados que se utilizan en la fabricación de productos semielaborados o finales que ese país exporta. La ONU, por un lado, y la OMC y la OCDE, por otro, han creado dos bases de datos (COMTRADE y TiVA, respectivamente, ambas accesibles a través de Internet), que permiten calcular la dimensión de las exportaciones de un país en términos de valor añadido,