uos para solaz y entretenimiento de Su Majestad.
También el rey tiene cocineros y reposteros profundos y eminentes, que cuidan de su alimento corporal, y allí no menos profundos y eminentes filósofos, poetas y jurisconsultos, que cuidan de dar pasto a su espíritu, que concurren a su consejo privado, que deciden las cuestiones más arduas de derecho, que aguzan y ejercitaban el ingenio con charadas y logogrifos, y que cantan las glorias de la dinastía en colosales epopeyas. Los vasallos de este rey le llaman con razón el Venturoso[5].
Todo va de bien en mejor durante su reinado. Su vida es un tejido de felicidades, cuya brillantez empaña solamente con negra sombra de dolor la temprana muerte de la señora reina, persona muy cabal y hermosa[6]. Su Majestad la quería con todo su corazón[7].
Cuentan las historias de aquel país que ya llevaba el rey siete años de matrimonio sin lograr sucesión, aunque vehementemente la deseaba[8].
Cuando ocurrieron unas guerras en país vecino[9]. El rey partió con sus tropas, pero antes se despidió de la señora reina con mucho afecto. Esta, dándole un abrazo, le dijo al oído[10]:
– No se lo digas a nadie para que no se rían si mis esperanzas no se logran; pero me parece que estoy encinta[11].
La alegría del rey con esta nueva no tiene límites, y como todo le sale bien al que está alegre, él triunfó de sus enemigos en la guerra, mata por su propia mano a tres o cuatro reyes, asola ciudades, hace cautivos y vuelve cargado de botín y de gloria a la hermosa capital de su monarquía.
Pasan algunos meses y el rey vuelve a su reino con gloria y victoria[12]; así es que, al atravesar el rey con gran pompa la ciudad, entre las aclamaciones y el aplauso de la multitud y el repiqueteo de las campanas.
La reina está pariendo, y da a luz a una hija con felicidad y facilidad, a pesar del ruido y agitación y aunque es primeriza[13].
¡Qué gusto tan pasmoso no tiene Su Majestad cuando, al entrar en la real cámara, el comadrón mayor del reino le presenta a una hermosa princesa que acaba de nacer! El rey da un beso a su hija, y se dirige lleno de júbilo, de amor y de satisfacción al cuarto de la señora reina, que está en la cama tan colorada, tan fresca y tan bonita como una rosa de mayo[14].
– ¡Querida esposa mía! – exclamó el rey, y la estrechó entre sus brazos. Pero el rey era tan robusto y era tan viva la efusión de su ternura, que sin más ni menos ahoga sin querer a la reina[15].
Entonces el rey empieza a gritar de desesperación y el llamarse a sí propio animal, con otras elocuentes muestras de doloroso sentimiento[16]. Mas no por esto resucita la reina, la cual, aunque muerta, está divina. Una sonrisa de inefable deleite se diría que aún vagaba sobre sus labios. ¡Qué mujer verdaderamente enamorada no envidiará la suerte de esta reina!
El rey prueba el mucho cariño que le tiene, no sólo en vida de ella, sino después de su muerte. Hace voto de viudez y de castidad perpetuas, y sabe cumplirle. Manda componer a los poetas una corona fúnebre, que aun dicen que se tiene en aquel reino como la más preciosa joya de la literatura nacional.
La corte está tres años de luto[17]. Del mausoleo que se levanta a la reina sólo es posteriormente el de Caria un mezquino remedo.
Pero como, según dice el refrán, no hay mal que dure cien años, el rey, al cabo de un par de años, sacude la melancolía, y se cree tan venturoso o más venturoso que antes[18]. La reina se le aparece en sueños, y le dice que está gozando de Dios, y la princesita crece y se desarrolla que es un contento[19].
Al cumplir la princesita los quince años es, por su hermosura, entendimiento y buen trato, la admiración de cuantos la miran y el asombro de cuantos la oyen. El rey la hace jurar heredera del trono, y trata luego de casarla[20].
Más de quinientos correos de gabinete, caballeros en sendas cebras de posta, salen a la vez de la capital del reino con despachos para otras tantas cortes, invitando a todos los príncipes a que vengan a pretender la mano de la princesa, la cual hay de escoger entre ellos al que más le guste[21]. La fama de su portentosa hermosura recorre ya el mundo todo.
De suerte que, apenas llegan los correos a las diferentes cortes, los príncipes se deciden a ir a la capital del rey Venturoso, a competir en justas, torneos y ejercicios de ingenio por la mano de la princesa[22].
Cada cual piden al rey su padre armas, caballos, su bendición y algún dinero, con lo cual, al frente de una brillante comitiva, se ponen en camino.
Son de ver cómo llegan a la corte de la princesita todos estos altos señores. Son de ver los saraos que hay entonces en los palacios reales.
Son de admirar, por último, los enigmas que los príncipes se proponen para mostrar la respectiva agudeza; los versos que escriben; las serenatas que dan; los combates del arco, del pugilato y de la lucha, y las carreras de carros y de caballos, en que procura cada cual salir vencedor de los otros y ganarse el amor de la pretendida novia.
Pero la novia princesa, que, a pesar de su modestia y discreción, está dotada, sin poderlo remediar, de una índole arisca, descontentadiza y desamorada, abrumaba a los príncipes con su desdén, y de ninguno de ellos se le importa un ardite[23].
Sus descripciones le parecen frialdades, simplezas sus enigmas, arrogancia sus rendimientos y vanidad o codicia de sus riquezas el amor que le muestran. Apenas se digna mirar sus ejercicios caballerescos, ni oír sus serenatas, ni sonreír agradecida a sus versos de amor. Los magníficos regalos que cada cual le traen de su tierra están arrinconados en un zaquizamí del regio alcázar. La indiferencia de la princesa es glacial para todos los pretendientes[24].
Sólo uno, el hijo del Kan de Tartaria, logra salvarse de su indiferencia para incurrir en su odio. Este príncipe adolece de una fealdad sublime[25].
Sus ojos son negros y oblicuos, las mejillas y la barba salientes, crespo y enmarañado el pelo, rechoncho y pequeño el cuerpo, aunque de titánica pujanza, y el genio intranquilo, mofador y orgulloso[26].
Ni las personas más inofensivas están libres de sus burlas, siendo principal blanco de ellas el ministro de Negocios Extranjeros del rey Venturoso, cuya gravedad, entono y cortas luces, así como lo detestablemente que habla el sanscrito, lengua diplomática de entonces, se prestan algo al escarnio y a los chistes.
Así andan las cosas, y las fiestas de la corte son más brillantes cada día. Los príncipes, sin embargo, se desesperan de no ser queridos[27].
El rey Venturoso rabia al ver que su hija no acaba de decidirse, y ésta continua erre que erre en no hacer caso de ninguno, salvo del príncipe tártaro[28].
1. Найдите соответствие:
1. un reino – ____________
2. un viudo – ____________
3. insistir – ____________
4. hacer caso – ____________
5. feliz – ____________
6. de repente – ____________
7. una