o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completa coincidencia.
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CAPÍTULO UNO
Kyra caminaba lentamente en medio de la masacre con la nieve crujiendo bajo sus botas, observando la devastación que el dragón había dejado a su paso. Estaba sin palabras. Miles de los Hombres del Señor, los hombres más temidos de todo Escalon, estaban muertos frente a ella, aniquilados en un instante. Los cuerpos chamuscados estaban a su alrededor, con la nieve derretida a su lado y sus rostros retorcidos de agonía. Los esqueletos, doblados en posiciones no naturales, aún se aferraban a sus armas con los dedos. Algunos cuerpos seguían de pie, de alguna manera quedándose verticales y mirando hacia el cielo como preguntándose qué los había matado.
Kyra se paró junto a uno examinándolo en asombro. Se acercó y lo tocó en las costillas, y se sorprendió al verlo derrumbarse y caer al suelo en un montón de huesos con su espada cayendo inofensiva al lado.
Kyra escuchó un chillido sobre su cabeza y volteó hacia arriba para observar a Theos que volaba en círculos, aún respirando fuego como si siguiera insatisfecho. Podía sentir lo que él sentía, la furia corriendo por sus venas, su deseo de destruir a Pandesia e incluso el mundo entero si pudiera. Era una furia primitiva, una furia que no tenía límites.
El sonido de las botas sobre la nieve llamó su atención y Kyra volteó para ver a los hombres de su padre, una docena de ellos, caminando y observando la destrucción con sus ojos mostrando asombro. Estos experimentados hombres en batalla claramente nunca habían visto algo como esto; incluso su padre que estaba junto a Anvin, Arthfael y Vidar, parecía pasmado. Era como caminar por un sueño.
Kyra notó como estos valientes guerreros pasaban su mirada del cielo hacia ella con asombro en sus ojos. Era como si ella hubiera hecho todo esto, como si ella misma fuera el dragón. Después de todo, sólo ella había sido capaz de invocarlo. Volteó la mirada sintiéndose incómoda; no podía distinguir si la miraban como a un guerrero o como a un fenómeno. Quizá ellos mismos no lo sabían.
Kyra recordó su oración en la Luna de Invierno, su deseo de saber si era especial y si sus poderes eran reales. Después de hoy, después de esta pelea, no le quedarían dudas. Había sido su voluntad que el dragón viniera. Ella lo había sentido; aunque no sabía el cómo. Pero ahora definitivamente sabía que era diferente. Y no podía dejar de preguntarse si esto significaba que las otras profecías también serían verdad. ¿Estaba entonces destinada a ser una gran guerrera? ¿Una gran comandante? ¿Más grande incluso que su padre? ¿Realmente guiaría a las naciones en batalla? ¿Realmente estaba el destino de Escalon en sus hombros?
Kyra no podía ver como esto sería posible. Tal vez Theos había venido por sus propias razones; tal vez el daño que había hecho no tenía nada que ver con ella. Después de todo, los Pandesianos lo habían herido, ¿cierto?
Kyra ya no se sentía segura de nada. Todo lo que sabía era que, en este momento, con la fuerza del dragón corriendo por sus venas, caminando por el campo de batalla, viendo a sus enemigos muertos, todas las cosas eran posibles. Sabía que ya no era una chica de quince años deseando ver aprobación en los ojos de los hombres; ya no era más un juguete del Señor Gobernador – o de cualquier otro hombre – que debería cumplir deseos; ya no era más propiedad de otro hombre para ser dada en matrimonio, maltratada y torturada. Ahora era su propia persona. Una guerrera entre los hombres; alguien a quien temer.
Kyra caminó por el mar de cuerpos hasta que estos terminaron y el paisaje volvió a ser nieve y hielo. Se detuvo junto a su padre observando el valle que se extendía debajo de ellos. Ahí se encontraban las grandes puertas abiertas de Argos, una ciudad vacía con todos sus hombres muertos en estas colinas. Era escalofriante ver a esta gran fortaleza vacante y sin guardia. La fortaleza más importante de Pandesia estaba ahora abierta para que entrara cualquiera. Sus imponentes murallas altas talladas de gruesas piedras y picos, sus miles de hombres y líneas de defensa habían impedido cualquier idea de una revuelta; su presencia aquí le había permitido a Pandesia tener un puño de hierro sobre todo el noreste de Escalon.
Todos bajaron por la colina dirigiéndose al camino que daba a las puertas de la ciudad. Era una caminata victoriosa pero solemne, con más cuerpos muertos posándose sobre la tierra, estragos que el dragón había dejado en su camino de destrucción. Era como caminar por un cementerio.
Al pasar por las impresionantes puertas, Kyra se detuvo bajo el umbral quedándose sin aliento: adentro pudo ver que había miles de cuerpos más, chamuscados y humeantes. Era lo que había quedado de los Hombres del Señor, los que se habían movilizado tarde. Theos no se había olvidado de nadie; su furia era visible incluso en los muros de la fortaleza con grandes partes de las piedras manchadas de negro por las llamas.
Al entrar, Argos se destacó por su silencio. Su patio estaba vacío, siendo algo poco común ver a una ciudad como esa privada de vida. Era como si Dios la hubiera absorbido toda de un solo respiro.
Mientras los hombres de su padre se apresuraban, sonidos de emoción empezaron a llenar el aire y Kyra entendió pronto por qué. Pudo ver que en el suelo había tesoros a montones de armas como las que ella nunca había visto antes. Ahí, yaciendo en el piso del patio, estaban los despojos de la guerra: las armas, acero y armaduras más finas que jamás había visto, todos relumbrando con marcas Pandesianas. Incluso había entre estos sacos de oro.
Y aún mejor, al final del patio estaba una gran armería de piedra con sus puertas abiertas mientras los hombres se apuraban dentro y encontrando un abundante tesoro. Las paredes estaban forradas con espadas, alabardas, picos, hachas, lanzas, arcos; todo hecho con el acero más fino que el mundo podía ofrecer. Había suficientes armas para equipar a la mitad de Escalon.
Entonces se oyó el sonido de relinchos, y Kyra volteó hacia el otro lado del patio para ver una fila de establos de piedra llenos con un ejército de los más finos caballos, todos a salvo del aliento del dragón. Suficientes caballos para cargar a aun ejército.
Kyra miró la esperanza creciendo en los ojos de su padre, una mirada que no había visto en años, y sabía lo que estaba pensando: Escalon podría levantarse de nuevo.
Entonces hubo un chillido y Kyra miró a Theos que volaba en círculos más bajo, con sus talones extendidos y extendiendo sus grandes alas dando una vuelta de victoria sobre la ciudad. Sus grandes ojos amarillos brillantes la miraron incluso a pesar de la gran distancia. Ella no podía mirar a ninguna otra parte.
Theos bajó y se posó afuera de las puertas de la ciudad. Se sentó orgulloso de frente a ella como si la llamara. Ella sintió su llamado.
Kyra sintió como su piel se tensaba mientras un calor surgía dentro de ella, como si tuviera una intensa conexión con esta criatura. No tuvo opción más que acercarse.
Mientras Kyra se volteaba y atravesaba el patio dirigiéndose hacia las puertas de la ciudad, pudo sentir todos los ojos de los hombres sobre ella mientras pasaban de mirar del dragón hacia ella y deteniéndose. Caminó sola hacia las puertas con las botas crujiendo sobre la nieve y su corazón latiendo más de prisa.
Mientras caminaba, Kyra sintió una gentil mano en su brazo que la detuvo. Se volteó y miró a su padre que la miraba con preocupación.
“Ten cuidado,” le advirtió.
Kyra continuó caminando sin sentir miedo a pesar de la fiera mirada en los ojos del dragón. Ella sólo sentía una intensa unión con él como si parte de ella hubiera reaparecido, una parte sin la que no podía vivir. Su mente se volcó con curiosidad. ¿De dónde había venido Theos? ¿Por qué había venido a Escalon? ¿Por qué no había vuelto antes?
Mientras Kyra pasaba por las puertas de Argos acercándose al dragón, sus ruidos se hicieron más fuertes, pasando de ronroneos a gruñidos mientras la esperaba batiendo sus grandes alas suavemente.