Andre Senier

Buda y el budismo


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      Traducción de J. Lalarri Estiva.

      Fotografías de cubierta de © Thinkstock.

      © De Vecchi Ediciones, S. A. 2012

      Avda. Diagonal 519–521, 2.º 08029 Barcelona

      Depósito Legal: B. 19.398-2012

      ISBN: 978-84-315-5316-6

      Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.

      Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera

      06400 Delegación Cuauhtémoc

      México

      Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES.

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      Introducción

      El budismo es actualmente una de las religiones más importantes del mundo atendiendo al número de fieles. Originario del área india del Ganges, se ha extendido por todo el subcontinente asiático antes de continuar su expansión – no sin modificaciones— por la mayor parte de las regiones de Asia, donde se ha ramificado en tres grandes escuelas. Además, la imagen de paz y sabiduría que transmite ha permitido que en la actualidad se haya ido implantando en todo el mundo occidental.

      Su nombre tiene su origen en el calificativo con que fue conocido su fundador, Buda, es decir, «despierto», «iluminado»; un término que hace referencia a la vez al personaje histórico que está en el origen de la doctrina y al estado que cada persona puede alcanzar si sigue el ejemplo del Maestro.

      Nacido a mediados del siglo VI a. de C. en el clan de los sakya, Buda fue también conocido, debido a su linaje, con el seudónimo Gautama. Los textos raramente mencionan el título de Sakyamuni («el sabio del clan de los sakya»). En cuanto al de Siddhartha, «el que alcanza su objetivo», es ciertamente de reciente tradición.

      Teniendo en cuenta el carácter apócrifo de los textos más antiguos, resulta difícil establecer con precisión cómo fue realmente el budismo de Buda. La actitud que en su época adoptó en relación con las angustias de la existencia y las dificultades de la vida procedía más, sin duda, de la ética, de la sabiduría sencilla y de la moral pura que de una doctrina muy elaborada. Buda fue un sabio en el sentido estricto del término, alguien que por su aura resultaba irresistible a todos cuantos se le acercaban y que irradiaba con su presencia los lugares que recorría. Buda llegaba a los demás a través de su bondad y de su desinterés por las cosas materiales, de manera que rápidamente adquirió categoría de ejemplo. Su vida podría resumirse, en definitiva, en unas pocas palabras. Nació en la región de Kapilavastu, al norte de la India, donde, criado en un ambiente relativamente cómodo, llevó una existencia realmente conforme con la ortodoxia de la época.

      Abandonó el círculo familiar para entregarse a una vida de asceta errante siendo todavía joven, una elección muy especial que le permitió adquirir ese dominio de sí mismo que tanto impresionó después a todos. Muy pronto se reunió en torno a él un primer grupo de fieles. Al final de su existencia debió alternar la enseñanza con la peregrinación. Se ignora, desgraciadamente, todo lo relativo a su muerte.

      La «verdad» de los textos es una versión magnificada y claramente henchida de aspectos maravillosos. A un nacimiento milagroso le sucedió la opulencia de una vida principesca aderezada con una boda de alto nivel. Padre a la edad de veintinueve años, el futuro Buda dejó muy pronto su casa para entregarse a una vida de renuncia. Cuando tenía unos treinta y cinco años conoció por fin la iluminación bajo un árbol sagrado, la higuera de las pagodas (Ficus religiosa), tras recurrir, seguramente, a antiguas técnicas de yoga (se han descubierto testimonios de la existencia de un yoga primitivo en la civilización hindú desde el tercer milenio a. de C.).

      Poco después de este ascenso al estatus de Buda (la iconografía, especialmente importante en el budismo, ha asociado este momento con la posición de la meditación), rechazó las fuerzas del mal desplegadas por Mara, el dios de los infiernos (con el gesto simbólico de tomar la Tierra como testimonio), y pronunció su primer sermón (gesto de la enseñanza) en el parque de las gacelas, en Sarnath, cerca de Varanasi (Benarés). Aquí fue donde transmitió las enseñanzas fundadoras de la comunidad monástica a sus cinco primeros discípulos.

      La actitud soteriológica de Buda se inscribía en la perspectiva del samsara (el ciclo de los renacimientos) sometido al karma (retribución de los actos). Aquella postula que los seres vivos pasan, debido a sus acciones, de una existencia a otra, alternando los buenos con los malos renacimientos. La acción del Maestro debía consistir en cortar esta «cadena de sufrimiento», a priori sin fin, desarrollando la cuestión de las cuatro nobles verdades que constituyen la esencia de su doctrina. En Sarnath, Buda puso de manifiesto:

      – la verdad del dolor, porque la vida humana está salpicada por innumerables sufrimientos;

      – la verdad del origen del dolor que constituye el deseo inducido por la ignorancia;

      – la verdad del fin del dolor que consiste en suprimir el deseo y permite alcanzar la beatitud suprema del parinirvana (extinción completa);

      – la verdad del camino que conduce al fin del dolor. Esta vía, calificada de «vía de los ocho miembros» (opinión pura, intención pura, palabra pura, actividad corporal pura, medios de existencia puros, esfuerzo puro, atención pura y concentración mental pura), es una especie de exaltación de una vida en la que la moral ocupa un lugar destacado.

      También fueron puestos de manifiesto determinados ejercicios físicos que permitían alcanzar el dominio del cuerpo y de la mente. Sin embargo, tales opciones necesitaban un entorno especial y una estricta disciplina de vida. Mendicidad, evangelización y meditación pasaron a ser la parte esencial de una existencia ya marcada por la austeridad. No era solamente cuestión de iniciar un culto más. Después de la desaparición del Maestro, todo sucedió de una manera muy diferente. Se puso en marcha un proceso que dio origen a un budismo de esencia religiosa llamado a evolucionar de manera considerable durante muchos siglos.

      Las diferentes escuelas del budismo deben tenerse en cuenta. sus diferencias son sustanciales

      El budismo theravada

      Confrontados a un mundo sin Buda, los primeros discípulos establecieron rápidamente un culto alrededor de la personalidad de este último. El estupa, monumento para contener reliquias, en el que fueron depositadas las cenizas del Maestro después de su muerte definitiva (Parinirvana), se convirtió en la arquitectura emblemática de la nueva religión. Muy pronto se levantaron muchos miles más. Simultáneamente a estos testimonios formales, se codificó la palabra Buda y se intentó compendiar sus sermones, que se habían convertido en el elemento más importante del canon budista. Esta base doctrinal puso de relieve el ejemplo del Maestro como medio para alcanzar la salvación.

      El proceso de divinización de los bienaventurados quedó definitivamente acabado en lo que hacía referencia a la representación mediante símbolos. Inicialmente anicónico, la evocación de Buda evolucionó en torno al comienzo de la era cristiana hacia una iconografía centrada en los momentos esenciales de su vida (nacimiento, llamada, toma de la tierra como testimonio, enseñanza, apaciguamiento, don y parinirvana). Estos son los temas representados todavía hoy en los países de tradición theravada, como, por ejemplo, Sri Lanka, Myanmar, Tailandia, Laos o Camboya.

      El budismo mahayana

      Frente a la salvación individual predicada por la doctrina theravada, el budismo mahayana («gran vehículo»), desarrollado a comienzos de la era cristiana, dio prioridad al ideal del Bodhisattva, un «ser prometido a la Iluminación» que aplazaba su ascenso al nirvana para ayudar al mayor número posible de personas a salvarse.