a la hora de hacer integrales, derivadas, o trigonometría, por ejemplo.
Otra cosa diferente es el "genio", capaz de destacar en varias de éstas áreas de inteligencia; aunque actualmente todavía no existe un consenso científico a la hora de establecer claramente esta distinción.
Otro aspecto son las implicaciones sociales de los superdotados, temidos por unos y deseados por otros; algunos países llevan años invirtiendo mucho esfuerzo a través de screening a la población, es decir, cuestionarios de inteligencia administrados en todas las escuelas para detectar a estos "genios en potencia".
Igualmente, las universidades, sobre todo las que figuran en el top del ranking mundial, están muy pendientes de aquellos alumnos que destacan en la secundaria para ofrecerles todo tipo de facilidades para que estudie en su centro, sabiendo que muchos de ellos acabarán siendo profesores e investigadores de su plantilla en un futuro.
A pesar de lo anterior, en la mayoría de las ocasiones, el principal problema de padres y profesores es que el menor sea capaz de aprovechar su etapa educativa, más allá de superar los cursos.
Cuando la principal actividad de los niños y adolescentes es acudir a clase, los resultados académicos parecen ser el mejor indicador de su progreso.
Cualquier padre se preocuparía por un bajo rendimiento escolar, buscando soluciones al respecto, ya sea con un profesor particular o restringiendo las horas de juego.
Igualmente, cuando un joven reprueba un curso, teniéndolo que repetir, los padres suelen vivirlo como un fracaso personal, pues saben que a la larga eso puede tener efectos en el futuro del menor.
Una situación que en ocasiones en vez de convertirse en una "segunda oportunidad" se transforma en un problema para el menor al verse marcado como el "repetidor", teniendo que convivir con alumnos de menor edad, mientras ve cómo sus compañeros siguen progresando en sus estudios.
Muchos son los factores que van a hacer que el joven enmiende su actitud y desempeño, para poder rectificar aquello que le lleva al fracaso académico, pero ¿Se puede predecir el buen rendimiento escolar?
Esto es precisamente lo que se ha tratado de responder con una investigación desde la Facultad de Psicología, Universidad de Padjadjaran (Indonesia) junto con la Universidad de Busoga (Uganda) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica The Open Psychology Journal.
En el estudio participaron ciento un estudiante. Todos ellos rellenaron dos cuestionarios estandarizados, el Academic Self-efficacy Questionaire y el Regulated Learning Questionaire, para evaluar la autoeficacia y la autorregulación respectivamente.
Autoeficacia definida como la creencia sobre las propias habilidades; mientras que la autorregulación ayuda a la persona a planificar y alcanzar sus metas; además, se recogieron las calificaciones académicas del último semestre cursado.
Los resultados indican diferencias significativas positivas en cuanto a las calificaciones académicas en función tanto de la autoeficacia y de la autorregulación, esto es, a mayor autoeficacia mejores resultados; e igualmente a menor autorregulación peores resultados académicos. Existiendo una correlación positiva entre la autoeficacia y la autorregulación.
Los resultados no informan sobre la interacción entre las dos variables y el desempeño académico.
Así cabría esperar que aquellos estudiantes que tuviese niveles más elevados de autoestima y de autorregulación serían los que mejor desempeño académico alcanzasen, aspecto no comentado por los autores del estudio.
A pesar de la claridad de los resultados hay que tener en cuenta que no se han evaluado otras variables que pueden estar afectando al desempeño académico.
Aun y con las limitaciones anteriores, los datos ofrecen un importante avance en cuanto a la intervención en el fracaso escolar.
Ya que se puede tratar de mejorar los resultados interviniendo, ya no sólo en las horas dedicadas al estudio, si no también al desarrollar las habilidades de autoeficacia y autorregulación del estudiante.
En el primer caso enseñando al menor sobre sus verdaderas posibilidades y la importancia de tener un comportamiento de acuerdo a su forma de pensar, en pro de un futuro mejor.
Y en el segundo caso, reeducando sus hábitos de comportamiento, enseñándoles a planificar, priorizar y cumplir los planes establecidos.
Se esperaría que con cualquiera de estas dos simples intervenciones se mejorasen las calificaciones de los estudiantes, aspecto que queda por comprobarse en próximas investigaciones.
Capítulo 2. Inteligencia Emocional y Desempeño Académico
Como se ha comentado la importancia de la evaluación de la inteligencia como coeficiente intelectual, capaz de predecir desde la infancia el desempeño académico y posteriormente el laboral, permite “seleccionar” entre aquellos que van a ser más “productivos” a la sociedad frente a los que no lo van a ser.
Algo que ha sido rechazado por buena parte de la comunidad, que ven cómo “condenan” a las personas menos dotadas, a las que se les da la etiqueta de discapacitados, únicamente por que no pueden rendir como los demás.
En una sociedad donde el éxito se valora en función de lo que se es capaz de lograr y alcanzar, en ocasiones, personas con retraso mental, para algunos puede parecer que “no encajan”; cuando en realidad, estas aportan parte de la diversidad humana, tal y como lo es que haya rubios o morenos, altos o bajos...
Sería lo mismo que rechazar a las personas porque son morenas, o bajas, o gruesas..., es decir, porque no cumplen las expectativas “idealizadas” de lo que sería una persona productiva.
Aspecto que se sigue luchando por superar, debido a que hoy en día algunos siguen teniendo prejuicios a la hora de contratar a una persona con retraso mental, en labores que están de sobra cualificados para realizar.
En los últimos años además, se ha ido cambiando el centro de atención adoptando otras aproximaciones a la inteligencia, no sólo centrado en el coeficiente de Inteligencia, así se ha prestado especial atención al concepto de Inteligencia Emocional, el cual hace referencia a la capacidad de relacionarnos, gracias al mundo emocional que nos rodea, esta inteligencia parece estar determinada inicialmente por nuestras experiencias más tempranas y depende en gran medida de la relación materno-filial y el estilo educativo familiar.
Con posterioridad, la experiencia, el contacto con otros, el ensayo y error nos va a hacer que respondamos de una determinada forma u otra a las emociones propias y de los demás.
Una capacidad que a diferencia de lo que puede creerse se puede entrenar y mejorar en su desarrollo, haciendo que personas que con anterioridad no sabían mostrar sus emociones de forma adecuada a la situación, tras un entrenamiento, pueda afrontar cualquier situación sabiendo comportarse emocionalmente de acorde a la misma.
Algo que va a repercutir de forma directa en las relaciones sociales, basadas en emociones, de simpatía, compañerismo e incluso de intimidad.
Con cada persona con las que nos encontramos y hablamos se despiertan distintas emociones, de cuyo manejo puede depender el cierre de un negocio, o el inicio de una relación de pareja.
Aunque en la mayoría de las ocasiones estos contactos esporádicos no van a tener mayores consecuencias, un adecuado desarrollo de la Inteligencia Emocional va a permitir que estos sean satisfactorios, y no se vivan como situaciones estresantes o desafiantes.
La Inteligencia Emocional que se refiere a la capacidad de la persona de escuchar su propio cuerpo es decir a sus emociones y de relacionar adecuadamente al medio ambiente, igualmente, hace referencia a la capacidad de observar y entender las emociones en los demás y de interpretarlo y responder a ello también de forma adecuada.
Con respecto al “origen" de las inteligencias, después de grandes discusiones entre los que defendían un origen ambiental frente a los de origen genético, actualmente se considera que el 80% de la inteligencia es de