a levantarse del suelo a fuerza de brazos hasta alcanzar el final del corredor.
Dos guardias más aparecieron de la nada desde el otro lado de la puerta. Habían permanecido escondidos hasta ahora, con la esperanza que sus compañeros podrían hacerse cargo de la situación sin tener que abandonar sus posiciones. Eran la última línea de defensa, y sin duda alguna, los mejores hombres que los terroristas tenían.
Wayne podía escuchar a Janet detrás suyo murmurando cosas cuando se le agotó el láser, pero decidió no abandonar. Con la certeza del mayor de los lanzadores de la liga profesional de béisbol, lanzó su arma hacia la mano de uno de los guardias. Ahora era su turno reducir el sentido del tiempo, el arma se movió a cámara lenta por el aire hacia su objetivo. ¿Tendría tiempo el guardia de disparar antes de que le diera? No —hasta el último momento Janet no aceleró el tiempo. Su pistola golpeó el guardia con la fuerza suficiente para noquearlo y dejarlo en medio de la habitación.
El otro guardia había sacado su arma, pero Wayne también. El movimiento de distracción de Janet le había dado tiempo suficiente para encargarse del segundo guarda. Disparó, pero en el mismo momento el guardia se desplazó siendo alcanzado por el disparo de Wayne tan sólo en la mano. Aunque el guardia todavía estaba de pie, el dolor era suficiente para que se le cayera su arma y para que sintiera una sensación punzante en él.
No había problema en que el guardia sintiera dolor en este Sueño, tan sólo era una figura creada por Wayne y Janet, y no habría telespectadores en sus casas identificándose con sus sentimientos.
Wayne preparó su pistola para otro disparo, pero descubrió, también, que se había quedado sin munición. Disgustado, se guardó el arma y retrocedió hacia el pasillo. Ocho metros y dos guardias suicidas es lo que le separaba de la bomba. Todo lo que podía hacer era esperar y tener la esperanza de que Janet pudiera encargarse de ellos.
El guardia cuya pistola fue arrancada de sus manos por la jugada de Janet buscó el arma para recuperarla, pero no pudo localizarla en un primer escaneado de la sala. Tras darse cuenta de que era más importante detener la misión de Wayne, los terroristas abandonaron su búsqueda y se dirigieron hacia el agente. En este punto, Janet acudió una vez más a su rescate. Su exquisito cuerpo, modificado en este Sueño para hacerla más sensual que en la realidad, le proporcionó unas piernas algo más poderosas de lo que podía esperarse como humana en la vida real, se elevó en el aire golpeando a los guardias haciéndoles caer al suelo. Tras golpearlos, acudió hacia el otro guardia, el cual ya se dirigía hacia Wayne.
Wayne no tuvo muchas posibilidades de ver venir la lucha. Estaba demasiado ocupado concentrándose en llegar a la bomba antes de que pudiera explotar. El haber leído el guión le hizo saber exactamente lo que estaba sucediendo: Janet estaba peleando con las manos, aunque el resto fue inesperado. Las mujeres identificadas con ella deberían estar pasando un momento excitante antes que ella finalmente terminara con sus dos oponentes. Mientras tanto, él tenía una bomba atómica que desarmar.
Mantuvo el sentido del tiempo adecuado y sencillo; no había razón alguna para darse prisa, y un poco de suspense no haría daño a nadie. Él siguió controlando el progreso de Janet con el rabillo del ojo; aquella era la escena más importante, y no tenía porque arruinarla llegando a donde estaba la bomba demasiado temprano, antes de que hubiera terminado con los terroristas.
Su tempo era perfecto; alcanzó su objetivo justo cuando el último de lo guardias cayó al suelo inconsciente. Janet no estaba ni cansada.
Contemplándolo, preguntó “¿Cuánto tiempo?”
Wayne miró al reloj que había a un lado. “Tres minutos” contestó él.
Con sumo cuidado él se acercó hacia la pared, sacó su caja de herramientas en miniatura de su bolsillo y empezó con su trabajo.
Calmadamente, rechazando todo intento de darse prisa, desatornilló los cuatro tornillos que sujetaban el reloj de su base. Entonces poco a poco, cada vez más, sacó el dispositivo contador fuera de la caja de la bomba y la colocó con sumo cuidado sobre el suelo junto a él. Se secó el sudor que se había acumulado en su frente unas pocas veces, y secó sus manos mojadas en sus pantalones. El reloj marcaba dos minutos.
Había varios cables multicolores conectando el temporizador con la bomba en si —tal cantidad de cables que confundiría a cualquier persona, pero Wayne ofrecía a los telespectadores una sensación de que sabía lo que estaba haciendo. “Tengo que desconectar estos en cierto orden” le digo a Janet— mientras informaba, a su vez, al público. “Si cometo un error, la bomba se activará inmediatamente”. Tomó cierto tiempo para estudiar el orden de los cables. “Esto no lleva a ninguna parte” digo al final.
Tras sacar el destornillador eléctrico de su pequeña maleta, se puso con una serie de cables sin conectar del cuerpo del temporizador. Cuando bajó la mirada a sus manos, vio como sus dedos se alargaban y se volvían cada vez más rápidos —otro efecto artístico, el hacer que tus manos parezcan más profesionales. Separó el último de los cables del temporizador un minuto antes de la explosión, aunque la bomba seguía armada. La contempló incrédulo durante un instante, y dijo “deben haber un dispositivo auxiliar en ella” El tiempo era oro. Hizo que la bomba parecía más ruidosa mientras buscada un segundo detonador. “Deben haberlo puesto en algún lugar fácil de llegar” comentó su compañero. “Querrán apagarlo por ellos mismos si lo desean. Es tan sólo una cuestión de... ah, aquí está. Encontró un pequeño nódulo en uno de los lados de la bomba. Cuarenta segundos. El temporizador estaba unido por un solo tornillo. Sacó su destornillador eléctrico una vez más con la mano, y lo destornilló rápidamente. Veinte segundos. Usó sus largos y estrechos dedos con cuidado para fisgonear el temporizador y poder examinarlo. Solamente quedaban un grupo de cables.
Diez segundos. No había tiempo para fallar. Wayne guardó su destornillador electrónico y saco su cortador de cables. Con un par de movimientos certeros, un par de cables fueron cortados. La pantalla del temporizador se detuvo cuando faltaban cinco segundos para la detonación.
Se dejó caer junto al muro, soltando un gran suspiro de descanso. Janet se sentó junto a él, cuyo rostro también mostraba tranquilidad. Los abrazó y besó en los labios con delicadeza; la mirada en sus ojos prometían mayor recompensa más tarde.
Entonces se levantó y lo ayudó a que se pusiera en pie. Él puso su brazo alrededor de los hombros de ella para que no tuviera que usar su pie “malherido”. Aquella posición forzó a su cuerpo a permanecer cerca del de ella, permitiendo a los telespectadores —y él mismo— disfrutar de aquella sensación.
“Veamos lo que el Jefe dice ahora sobre si somos capaces de llevar una situación con explosivos” sonrió Janet, refiriéndose al inicio del Sueño. Wayne sonrió junto a ella mientras recorrían juntos el pasillo.
Alrededor suyo, las paredes empezaron a oscurecerse. El Sueño había finalizado. Era hora de regresar a la vida real.
Capítulo 3
El Casco del Sueño parecía quemarse cuando aquel cubículo blanco se materializó de vuelta a la realidad. Wayne tenía que luchar contra el impulso de arrancárselo; en su lugar, se lo sacó con cuidado de su cabeza y lo colocó sobre el sofá junto a él. A veces me pregunto como puedo aguantarlo, pensó, sabiendo que a su vez no podría vivir sin ello. Como Soñador, era adicto al Casco del Sueño —emocional, no físicamente— tal como lo era un yonki a su heroína. Existía una sensación especial que conocían todos los Soñadores. Soñar era una parte de ellos, por eso se convirtieron en Soñadores.
Su estómago estaba avisándole como de hambriento se sentía. Podía comer antes de empezar su Sueño, pero no copiosamente, pues lo distraería de su representación si su estómago estuviera demasiado lleno. Y Soñar en si mismo le cansaba mucho, y aunque la estación amplificaba sus señales para que pudieran llegar a miles de telespectadores que lo habían sintonizada, todavía tenía que proyectar una gran parte de si mismo en su papel. Cualquier