divulgación de noticias recogidas entre las sábanas del Gran Jefe. El archivo decÃa que los ingenuos italianos habÃan creÃdo durante muchos años que tal vez habÃan sido los ingleses, considerados los constructores del disco, los autores del robo y que, por otro lado, el sigilo alemán habÃa sido eficaz, no solo con respecto a la Operación Patriota, como se la llamaba habitualmente, sino también a las posteriores actividades de estudio, asignadas personalmente por Hitler a los ingenieros Hermann Oberth y Andreas Epp: los trabajos habÃan necesitado años, las bombas disgregadoras y los discos voladores alemanes se habÃan puesto a punto al inicio de 1939; después de varios intentos, paradójicamente gracias a Mussolini, con el acercamiento ya estrechÃsimo entre Italia y Alemania, incluso antes de los acuerdos entre los dos paÃses del llamado Pacto de Acero militar firmado el 22 de mayo de 1939: el dictador italiano, ahora subyugado psicológicamente por la fuerza económica y bélica demostrada por el Tercer Reich, habÃa entregado a Hitler un dossier sobre el disco capturado en Italia y sobre los avistamientos de otros objetos volantes no convencionales y, por petición expresa, habÃa consentido además que fÃsicos e ingenieros alemanes participaran en el proyecto del Gabinete RS/33 sobre lo que quedaba del disco, que en aquel entonces se habÃa trasladado a la nueva base de Guidonia. Finalmente se habÃa producido la compartición de información concedida por el ahora débil y desconcertado Mussolini que determinarÃa el completo éxito de las operaciones de ingenierÃa inversa de los alemanes: Alemania habÃa construido 31 discos operativos, dotados cada uno de cuatro misiles con otras tantas bombas disgregadoras; se habÃan construido y probado en una base a una decena de kilómetros de Bremerhaven, en la costa del Mar del Norte, en el Lander de Bremen; las bombas se fabricaban y probaban en la localidad de Peenemünde, en la isla de Usedom, en el litoral báltico del Reich, evacuada previamente la poca población civil residente, e igualmente se habÃa despejado el litoral cercano a la isla a muchos kilómetros a su alrededor. Desde el momento de la puesta a punto de los discos, los misiles y las bombas, los nazis habÃan necesitado un par de meses para el adiestramiento de aviadores para pilotar estos mismos discos en la atmósfera y en vuelo suborbital, bajo la dirección del as de la aviación nazi alemana Rudolph Schriever, además del uso de los misiles, evidentemente lanzados durante los ejercicios sin las bombas disgregadoras, sustituidas por mecanismos con explosivo convencional. A principios de julio de 1939 Alemania habÃa entrado en guerra sin preaviso y, a diferencia de lo que narraba la historia tradicional, en la historia alternativa habÃa vencido casi inmediatamente: sobre todo, los fliegender scheiben (discos volantes) en vuelo suborbital, movidos por antigravedad, lanzaron misiles armados con bombas disgregadoras, idénticas a aquellas de las que disponÃan las lanzaderas de desembarco de las cronoastronaves, sobre varias ciudades de Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos. Como habÃa intuido Valerio Faro y aquellos que a sus espaldas asistÃan a la investigación, el hecho de que los discos hubieran sido por entonces suborbitales se debÃa a que todavÃa eran imperfectos, en ese momento, con respecto al prototipo del futuro.
La historia alternativa seguÃa de una manera escalofriante con la pérdida de cualquier valor espiritual y el triunfo del ateÃsmo más absoluto. La persona se habÃa reducido a la nada, a un mero peón del imperio nacionalsocialista. Evidentemente, el Archivo Histórico Central exaltaba esto como una valiosÃsima conquista de la humanidad, confundiendo esta con la pseudorraza aria, mientras que consideraba subhumanos a todos los demás seres humanos. Tras la guerra relámpago de 1939, se habÃan logrado ulteriores mejoras en los discos volantes, hasta alcanzar el vuelo orbital y posteriormente el espacial por debajo de la velocidad de la luz: en 1943 Alemania habÃa llegado ya a la Luna con cuatro hombres de la Luftwaffe de vuelta a la Tierra alternativa sanos y salvos y en 1998 seis aviadores nazis, cinco alemanes y uno austriaco, con un disco mucho mayor que los precedentes, proyectado y construido para ello, habÃan desembarcado en Marte por primera vez y no habÃan regresado. La verdadera colonización del planeta rojo se habÃa producido sin embargo, igual que en el mundo de Valerio y de Margherita, solo con la creación de las cronoastronaves, proyectadas en la Tierra alternativa en 2098, esta vez totalmente un producto de la ingenierÃa nazi, igual que en la Tierra habÃa sido de la ingenierÃa de los Estados Confederados de Europa pocos años antes: el viaje experimental en el espacio-tiempo de los astronautas nazis se habÃa dirigido a 2015, al vecino sistema doble Alfa Centauri A y B, sin descender a planetas: aproximadamente lo que habÃa pasado con la Tierra, que habÃa conquistado el espacio profundo en 2107 con un viaje de circunnavegación a la estrella Próxima Centauri, a 4,22 años luz de distancia de nuestro Sol, y retorno inmediato. Sin embargo no aparecÃa en el archivo nazi de la Tierra alternativa que hubieran realizado viajes en el tiempo: ¿tal vez temiendo cambiar la historia en su propio perjuicio? Por tanto, tampoco habÃa habido una expedición al año 1933 para estudiar el fascismo y, como habÃan pensado Margherita y los demás, el disco capturado por los italianos y robado por los alemanes habÃa venido de la Tierra y no de la Tierra alternativa. Valerio habÃa preguntado al archivo también acerca de los tiempos anteriores a los años 30 del siglo XX: desde los albores de la civilización hasta junio de 1933, la historia alternativa resultaba ser igual que la historia.
âCreo que, visto estoâ, habÃa declarado la comandante a la tripulación y los cientÃficos, âno nos queda sino saltar al pasado y tratar de cambiar las cosasâ.
Acababa de terminar la frase cuando las computadoras de a bordo habÃan puesto en alarma roja a la cápsula: habÃan registrado un disco, seguramente amigo, de la dotación de la nave 22, acercarse a la máxima velocidad y, detrás de él, una decena de kilómetros por detrás, otros dos discos no identificados. Las computadoras habÃan advertido poco después el lanzamiento de un misil de los segundo contra el primero, mientras que el piloto amigo solicitaba acuciantemente a la cápsula 22 que abriera el hangar con prioridad absoluta. Asà se habÃa hecho. La maniobra posterior de la lanzadera era temeraria, con el riesgo de estrellarse contra la cronoastronave y dañarla o algo peor; sin embargo el disco habÃa entrado en el astrohangar sin daños. En cuanto se cerraron las compuertas detrás de la lanzadera, la comandante habÃa ordenado a la computadora un salto inmediato hacia el pasado y la aeronave 22 habÃa desaparecido justo a tiempo para no ser alcanzada por los misiles. Si se hubieran seguido las normas de seguridad, el cronosalto deberÃa haberse llevado a cabo lejos del planeta, pero en este caso la energÃa desplegada por la nave del tiempo habÃa aniquilado los misiles ya cercanÃsimos de los discos perseguidores.
CapÃtulo 5
A las 0 horas y 30 minutos de la noche del 18 de junio de 1933, ni siquiera cinco dÃas después del traslado del disco capturado, en un hangar de la fábrica SIAI Marchetti de Vergiate múltiples siluetas apenas distinguibles por los ojos de un gato, vestidas completamente de negro, habÃan caÃdo silenciosamente en el terreno en torno a las instalaciones, usando paracaÃdas igualmente negros. Para que los motores de los aviones que les habÃan transportado desde Baviera hasta el lugar no fueran oÃdos fácilmente desde tierra, los paracaidistas habÃan saltado desde una altura de cuatro mil metros, abriendo sus telas después de una caÃda libre de tres mil seiscientos. A pesar de la oscuridad, ninguno habÃa fallado.
ConocÃan bien los turnos de vigilancia de la guardia italiana porque una espÃa los habÃa comprobado en los dÃas anteriores y se lo habÃa comunicado a sus superiores en BerlÃn. SabÃan que en la medianoche del 18 de junio se habÃa producido el cambio de guardia y que el manÃpulo de la Milicia relevado habÃa dejado sus puestos para volver al cuartel.
Después de reunirse, la compañÃa, compuesta por sesenta hombres a las órdenes del capitán Otto Skorzeny y algunos gastadores de ingenieros, habÃa penetrado en silencio, con el paso militar de un fantasma, en el local de la porterÃa de la fábrica, cerrando de inmediato la boca y degollando a los dos pobres porteros, marido y mujer. Luego cincuenta de los sesenta incursores, todos armados con fusiles automáticos Thompson de fabricación estadounidense, adquiridos mediante intermediarios por representantes del Tercer Reich, habÃan atacado al