Блейк Пирс

Una Vez Inactivo


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—Dicen que soy un riesgo para el bufete.

      Solo le tomó a Riley un minuto adivinar la razón por la cual lo estaban sacando del bufete.

      –Acoso sexual —dijo.

      Ryan hizo una mueca ante las palabras y dijo: —Mira, todo fue un malentendido.

      Riley tuvo que morderse la lengua para no decir: —Sí, apuesto a que sí.

      Evitando la mirada de Riley, Ryan continuó: —Se llama Kyanne, y es una auxiliar, y es joven…

      A lo que su voz se quebró, Riley pensó: «Por supuesto que es joven. Siempre son jóvenes.»

      Ryan dijo: —Y yo pensaba que todo era mutuo. Lo digo en serio. Comenzó con un poco de coqueteo… mutuo, créeme. Luego se intensificó y… bueno, fue a quejarse con Paul Barrett de que el ambiente de trabajo era tóxico. Trataron de manejarlo con un acuerdo de confidencialidad, pero ella no quiso. No se conformó con menos que mi partida.

      Se quedó en silencio otra vez, y Riley trató de captar todo lo que no estaba diciendo. No le resultó difícil imaginarse un posible escenario. Una auxiliar bonita y vivaz, tal vez una joven ambiciosa con ganas de crecer, lo había cautivado.

      «¿Hasta dónde llegó Ryan?», se preguntó.

      Dudaba que le ofreció un ascenso a cambio de favores sexuales…

      «Él no es tan asqueroso», pensó.

      Y tal vez Ryan también estaba diciendo la verdad sobre la atracción mutua, al menos al principio. Tal vez incluso habían tenido una relación consensual. Pero en algún momento, a Kyanne dejó de gustarle lo que estaba pasando entre ellos.

      «Probablemente por una buena razón», pensó Riley.

      ¿Cómo podría Kyanne haber evitado pensar que su futuro en el bufete de alguna forma estaba vinculado a su relación con Ryan? Es un socio de pleno derecho, después de todo. Él tenía el poder en su relación.

      Sin embargo, algo no cuadraba…

      Ella dijo: —¿Entonces Paul y Barrett están obligándote a irte? ¿Esa es su solución?

      Ryan asintió, y Riley negó con la cabeza con incredulidad.

      Paul y Barrett no eran ningunos santos, y Riley había oído algunas conversaciones bastante obscenas entre los tres a lo largo de los años. Estaba segura de que su comportamiento no era mejor que el de Ryan, posiblemente hasta mucho peor.

      Ella dijo: —Ryan, dijiste que no quiso firmar un acuerdo de confidencialidad.

      Ryan asintió con la cabeza y tomó un sorbo de su trago.

      Con mucho cuidado, Riley preguntó: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad por acoso sexual has tenido que firmar a lo largo de los años?

      Cuando Ryan se volvió a encoger de hombros, Riley sabía que había dado en el clavo.

      Riley añadió: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad han tenido que firmar Paul y Barrett?

      Ryan comenzó, —Riley, prefiero no entrar en detalles…

      –No, obviamente no —interrumpió Riley—. Ryan, te están usando. Sabes eso, ¿verdad? Paul y Barrett están tratando de limpiar la imagen del bufete, hacer que parezca que tienen una política de tolerancia cero hacia el acoso. Deshacerse de ti es su forma de hacerlo.

      Ryan se encogió de hombros y dijo: —Lo sé. Pero ¿qué puedo hacer?

      Riley ciertamente no sabía qué decirle. No quería compadecerse de él. Llevaba años excavando este agujero en el que se encontraba. Aun así, odiaba lo que sus socios le habían hecho.

      Pero sabía que no había nada que Ryan pudiera hacer al respecto ahora. Además, algo más le preocupaba.

      Señalando las maletas, Riley le preguntó: —¿Para qué son?

      Ryan miró las maletas por un momento. Luego dijo con voz entrecortada: —Riley, no puedo ir a casa.

      Riley jadeó en voz alta.

      –¿A qué te refieres? —preguntó—. ¿Perdiste tu casa?

      –No, aún no. Es solo que… —La voz de Ryan se quebró, y luego dijo—: No puedo enfrentar esto solo. No puedo vivir en esa casa solo. Sigo recordando momentos felices contigo y April. Sigo pensando en cómo arruiné todo. La casa me rompe el corazón, Riley.

      Sacó su pañuelo y se secó los ojos. Riley estaba impactada. Rara vez había visto a Ryan llorar. Ella también sentía ganas de llorar.

      Pero sabía que tenía un problema serio que resolver en este momento.

      Ella dijo con voz suave: —Ryan, no puedes quedarte aquí.

      Ryan se encogió. Aunque Riley no quería herirlo, tenía que ser honesta.

      –Tengo mi propia vida ahora… una vida muy buena —dijo—. Tengo dos hijas que criar. Blaine y yo tenemos una relación muy seria. De hecho…

      Estuvo a punto de hablarle de los planes de Blaine de construir otra ala en su casa.

      Pero no, eso sería demasiado en este momento.

      En lugar de eso, dijo: —Puedes vender nuestra antigua casa.

      –Lo sé —dijo Ryan, aun llorando en silencio—. Planeo hacerlo. Pero entretanto… simplemente no puedo vivir allí.

      Riley quería hacer algo para consolarlo, darle la mano, darle un abrazo, o algún otro gesto físico de consuelo.

      Era tentador, y sentía sus antiguos sentimientos por él trepando hasta la superficie…

      «No lo hagas —se dijo a sí misma—. Mantén la calma. Piensa en Blaine. Piensa en las chicas.»

      Ryan estaba sollozando patéticamente ahora. En una voz verdaderamente frenética, dijo: —Riley, lo siento. Quiero empezar de nuevo. Quiero ser un buen esposo y un buen padre. Ciertamente puedo hacerlo si… lo intentamos de nuevo.

      Manteniendo el espacio físico entre ellos, Riley dijo: —Ryan, no, no podemos. Es demasiado tarde para eso.

      –Nunca es demasiado tarde —dijo Ryan entre sollozos—. Vámonos lejos tú y yo, arreglemos las cosas.

      Riley se estremeció.

      «No sabe lo que está diciendo —pensó—. Está teniendo un ataque de nervios.»

      También se sentía bastante segura de que había bebido bastante hoy.

      Con una risa nerviosa, Ryan dijo: —¡Ya sé! ¡Vamos a la cabaña de tu padre! Nunca he ido, ¿puedes creerlo? Ni una sola vez en todos estos años. Podemos pasar unos días allí y…

      Riley lo interrumpió bruscamente: —Ryan, no.

      Ryan la miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

      Con voz más suave, Riley dijo: —Vendí la cabaña, Ryan. E incluso si no lo hubiera hecho… —Se quedó callada por un momento y luego dijo—: Ryan, tienes que salir de esta tú mismo. Quisiera poder ayudarte, pero no puedo.

      Los hombros de Ryan se hundieron. Parecía estar entendiendo.

      Ella dijo: —Eres un hombre fuerte, inteligente e ingenioso. Saldrás adelante. Sé que sí. Pero yo no puedo hacer nada por ti. No sería bueno para mí, y sabes en el fondo que tampoco sería bueno para ti.

      Ryan asintió miserablemente. —Tienes razón —dijo, su voz más firme ahora—. Es mi desastre para arreglar. Siento haberte molestado. Me iré a casa ahora.

      Mientras se puso de pie, Riley dijo: —Espera un minuto. No estás en condiciones de conducir a casa. Yo te llevo. Puedes venir a buscar tu auto cuando te sientas mejor.

      Ryan asintió de nuevo.

      Riley se sintió aliviada de que no discutirían por eso, y que no tendría que quitarle las llaves a la fuerza.

      Riley finalmente se atrevió a tomarlo por el brazo para llevarlo a su auto. Realmente parecía necesitar su apoyo