Морган Райс

Deseada


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recordando los momentos que había pasado con Rose. A su pesar, las lágrimas rodaron por sus mejillas. El cachorro, como si sintiera, de pronto la miró, se echó hacia atrás y lamió las lágrimas de su cara.

      Caitlin se inclinó y la besó en la frente. La apretó contra su pecho y la acarició. No había manera de que pudiera dejarla ir. Haría todo lo necesario para ayudarla a sanar y recuperarse. Y, si el lobo se dejaba, para tenerla como su mascota.

      "¿Cómo te voy a llamar?" preguntó Caitlin. "No podemos llamarte de nuevo Rose … ¿Qué tal … Ruth?"

      De repente, el cachorro lamió la mejilla de Caitlin, como si respondiera al nombre. Fue la respuesta que Caitlin estaba esperando.

      Se llamará Ruth.

*

      Caitlin, con Ruth a su lado, estaba terminando de limpiar el comedor, cuando vio algo interesante en la pared. Allí, junto a la chimenea, había dos largas espadas de plata. Tomó una, la desempolvó y admiró la empuñadura que tenía incrustaciones de piedras preciosas. Era un arma precioso. Dejó el trapo y el cubo, y no pudo resistirse a probarla. En la sala cavernosa, balanceó la espada salvajemente en círculos, a izquierda y derecha, cambiaba de mano. Se sentía muy bien.

      Se preguntó cuántas otras armas Caleb tendría allí. Podría entrenarse con ellas.

      "Veo que has encontrado las armas," dijo Caleb, entrando de repente. Caitlin inmediatamente dejó la espada, consciente de sí misma.

      "Lo siento, no quise meterme en tus cosas."

      Caleb se echó a reír. "Mi casa es tuya", dijo, mientras entraba a la habitación con dos enormes ciervos colgando de su hombro. "Eres bienvenida a usar todo lo que tengo. Además, eres una chica en pos de mi corazón. Yo también habría tomado las espadas", dijo con un guiño.

      Cargando a los ciervos, caminó por la habitación, luego se detuvo y se volvió de repente, haciendo una segunda entrada.

      "Wow", dijo, en estado de shock. "¡Este lugar parece nuevo!"

      Se quedó allí, mirando con los ojos bien abiertos. Caitlin vio lo impresionado que estaba y se sintió feliz. Ella miró la habitación y comprobó que se veía realmente transformada. Ahora tenían un  hermoso comedor, con mesa y sillas listas para disfrutar de su primera comida.

      De repente, Ruth se quejó y Caleb miró hacia abajo. Se veía aún más sorprendido.

      A Caitlin le preocupó si a él le importaría tener el cachorro allí.

      Pero se sintió aliviada al ver que sus ojos se abrieron con deleite.

      "No puedo creerlo", dijo Caleb, mirando, "esos ojos … se parece a Rose."

      "¿Podemos quedárnosla?" preguntó Caitlin, vacilante.

      "Me encantaría", respondió. "Le daría un abrazo, pero tengo las manos llenas."

      Caleb caminó con el ciervo por la habitación hacia el pasillo. Caitlin y Ruth lo siguieron, y observaron cómo ponía el ciervo en una habitación pequeña, sobre una enorme losa de piedra.

      "Dado que no cocinamos", dijo, "drené la sangre. Después podemos beber juntos, para la cena. Pensé que me encargaría del trabajo sucio, así podremos sentarnos frente a la chimenea y beber con estilo."

      "Me encantaría", dijo Caitlin.

      Ruth se sentó junto a los talones de Caleb, mirando hacia arriba y lloriqueando mientras él cortaba. Él se rió, cortó un pedazo pequeño para ella y se agachó y se lo dio. Ella se lo tragó y pidió más.

      Caitlin se dirigió al área del comedor y se puso a limpiar unas copas que había visto. Frente a la chimenea había un montón de pieles, ella las tomó y las llevó a la terraza, donde las sacudió.

      Mientras Caitlin esperaba que Caleb terminara, miró la puesta de sol en el horizonte. Escuchó el sonido de las olas, respiró el aire de la sal, y nunca antes se había sentido tan relajada. Se quedó allí y cerró los ojos, ni siquiera fue consciente de cuánto tiempo había pasado.

      Cuando Caitlin abrió los ojos de nuevo, era casi de noche.

      "¿Caitlin?" escuchó que decían en voz alta.

      Se dio vuelta y se apresuró adentro. Caleb ya estaba allí, con dos enormes copas de plata con la sangre del venado. Estaba encendiendo las velas de la habitación en penumbra. Ella se acercó a él y puso las pieles sobre el piso.

      En unos momentos, la habitación estaba completamente iluminada, brillando con la luz de las velas. Los dos se sentaron sobre las pieles frente a la chimenea, Ruth se acercó corriendo y se acomodó  junto a ellos. Las ventanas estaban abiertas y entraba la brisa, en realidad estaba refrescando.

      Los dos se sentaron uno junto al otro y se miraron a los ojos mientras brindaban.

      El líquido se sentía tan bien. Ella bebió y bebió, al igual que él, y nunca se había sentido tan viva. Fue como una increíble carga de adrenalina.

      Caleb se veía rejuvenecido también, con los ojos y la piel brillantes. Se dieron media vuelta y se quedaron enfrentados.

      Él extendió la mano y tocó lentamente la mejilla de Caitlin con el dorso de la mano.

      El corazón de Caitlin empezó a latir con fuerza, y se dio cuenta de que estaba nerviosa. Sentía que había pasado una eternidad desde la última vez había estado con él. Durante mucho tiempo, había imaginado un momento así pero ahora que estaba ocurriendo, se sentía como si fuera su primera vez con él. La mano de él estaba temblando, y Caitlin se dio cuenta de que él también estaba nervioso.

      Quedaban tantas cosas que quería decir, tantas preguntas que tenía para él, y ella pudo notar que él estaba lleno de preguntas también. Pero en este momento, no confiaba en sí misma para hablar. Y al parecer, él tampoco.

      Los dos se besaron apasionadamente. A medida que sus labios encontraron los de ella, se sintió  abrumada por lo que sentía por él.

      Ella cerró los ojos cuando él se acercó y se unieron en un abrazo apasionado. Rodaron sobre las pieles, y ella sintió una oleada de emoción en su corazón.

      Finalmente, él era suyo.

      CAPÍTULO OCHO

      Polly caminaba rápidamente por los pasillos de Versalles, sus tacones resonaban sobre el piso de mármol, se apresuraba por un pasillo sin fin, con techos altos y molduras, chimeneas de mármol, enormes espejos y lámparas de araña que colgaban bajo. Todo brillaba.

      Pero ella apenas lo notaba; lo tomaba como algo de lo más natural. Al vivir allí durante años, casi no podía imaginar otra forma de existencia.

      Lo que sí notó -en gran medida- era a Sam. Un visitante como él no era para nada parte de la vida cotidiana – y, de hecho, era más que inusual. Ellos casi nunca recibían visitantes vampiros, especialmente de otra época y cuando los tenían, nunca parecía importarle a Aiden. Sam debía ser muy importante, se dio cuenta. Le intrigaba. Se veía un poco joven y algo inocente.

      Pero había algo en él, algo que ella no podía identificar. Sentía como si, de alguna manera, tuviera alguna conexión con él, lo conociera de antes, o  él estuviera conectado con alguien que era importante para ella.

      Lo que era muy extraño, porque la noche anterior, había tenido un sueño muy vívido. Era de una chica vampiro llamada Caitlin. Pudo ver su cara, sus ojos, su cabello, incluso podía verla ahora. En el sueño, se le decía que esta chica había sido su mejor amiga de toda la vida y, en todo el sueño, parecía que habían sido amigas desde siempre. Ella se despertó sintiendo que era tan real, que era más un encuentro que un sueño. No logró entenderlo, pero se despertó recordando todo lo relacionado con esa chica, recordando todos los momentos que habían pasado juntas.

      No tenía ningún sentido, porque Polly sabía que nunca había estado en ninguno de esos lugares. Se preguntó si tal vez, de alguna manera, ¿había estado viendo el futuro? Sabía que los vampiros se visitaban mutuamente en sueños y que, de vez en cuando, tenían el poder de ver el futuro y el pasado. Pero estos poderes también eran impredecibles. Podría ser