para esto. Sin el apoyo de su pueblo, ¿qué clase de reina sería? Impotente.
Gwen quería desesperadamente tener a alguien en quien sentir confort, en quien encontrar respuestas. Pero Thorgrin había desaparecido; su madre había muerto; aparentemente a todos los que conocía y amaba se habían ido. Se sentía en una encrucijada y nunca se había sentido más confundida.
Gwen cerró los ojos y pidió a Dios que la ayudara. Intentó llamarlo, con toda su voluntad. Nunca había sido una persona que rezara mucho, pero su fe era fuerte, y estaba segura de que Él existía.
Por favor, Dios. Estoy muy confundida. Muéstrame cómo proteger mejor a mi pueblo. Muéstrame cómo proteger mejor a Guwayne. Muéstrame cómo ser una gran gobernante.
"Las oraciones son poderosas", se escuchó una voz.
Gwen se dio vuelta, aliviada instantáneamente al oír esa voz. Allí de pie, a varios metros de distancia, estaba Argon. Llevaba su manto blanco y capucha, sosteniendo su vara, mirando al horizonte en vez de a ella.
“Argon, necesito respuestas. Por favor. Ayúdame".
"Siempre estamos necesitados de respuestas", respondió él. “Y sin embargo, no siempre llegan. Nuestras vidas están destinadas a vivirse. No siempre nos pueden predecir el futuro".
"Pero se puede insinuar", dijo Gwendolyn. "Todas las profecías que he leído, todos los manuscritos, la historia del Anillo, siguen apuntando a que se avecina algo sombrío. Debes decírmelo. ¿Ocurrirá?".
Argon se volvió y la miró fijamente, con los ojos llenos de fuego, más sombríos y de mayor miedo que nunca.
"Sí", respondió él.
La determinación de su respuesta la asustó más que nada. Argon, el que siempre hablaba con enigmas.
Gwen se estremeció por dentro.
"¿Vendrá aquí, a la Corte del Rey?".
"Sí", respondió él.
Gwen se sintió más aterrada. También estaba segura de su convicción de que había tenido la razón todo el tiempo.
"¿El Anillo será destruido?", preguntó ella.
Argon la miró, y asintió lentamente.
"Quedan pocas cosas que puedo revelarte", dijo él. "Si quieres, esta puede ser una de ellas".
Gwen estuvo pensando largamente, debatiendo. Sabía que la sabiduría del Argon era muy valiosa. Sin embargo, esto era algo que realmente necesitaba saber.
"Cuéntamelo", dijo ella.
Argon respiró profundamente mientras se daba vuelta y miraba al horizonte, por un tiempo que pareció eterno.
“El Anillo será destruido. Todo lo que conoces y amas será eliminado. El lugar en el que estás parada ahora, no será mas que brasas ardientes y cenizas. Todo el Anillo se convertirá en cenizas. Tu nación desaparecerá. Vendrá la oscuridad. Una oscuridad mayor que cualquiera en nuestra historia".
Gwendolyn sentía la verdad de sus palabras resonando en su interior, sentía el profundo timbre de su voz resonando en su corazón. Sabía que cada palabra que él decía era verdad.
"Mi gente no ve esto", dijo con la voz quebrada.
Argon se encogió de hombros.
"Tú eres la reina. A veces debe usarse la fuerza. No sólo contra los enemigos. Incluso contra nuestra gente. Haz lo que sabes. No busques siempre la aprobación de la gente. La aprobación es una cosa difícil de alcanzar. A veces, cuando tu pueblo te odia más, es una señal de que estás haciendo lo mejor para ellos. Tu padre fue bendecido con un reinado de paz. Pero tú, Gwendolyn, tendrás una prueba mucho mayor: tendrás un reinado de acero".
Mientras Argon se daba vuelta para marcharse, Gwendolyn caminó hacia adelante y extendió su mano hacia él.
"¡Argon!", dijo ella.
Él se detuvo, pero no se dio vuelta.
"Sólo dime una cosa más. Te lo ruego. ¿Volveré a ver a Thorgrin otra vez?".
Él hizo una pausa, hubo un largo y pesado silencio. En ese sombrío silencio ella sintió su corazón romperse en dos, esperando y orando para que él le diera una respuesta más.
"Sí", respondió él.
Ella se quedó allí parada, con el corazón acelerando, anhelando más.
"¿No puedes decirme nada más?".
Él se volvió y la miró, con tristeza en su mirada.
"Recuerda la elección que hiciste. No todo el amor dura para siempre".
A lo alto, Gwen escuchó un halcón chirriando, y miró al cielo sorprendida.
Se volvió para mirar a Argon, pero él ya había desaparecido.
Ella sujetó firmemente a Guwayne y vio a su reino, dando una última y larga mirada, queriendo recordarlo como estaba cuando era todavía vibrante y estaba vivo. Antes de que todo se convirtiera en cenizas. Se preguntaba con temor qué peligro tan grande podría estar acechando, más allá de la aparente belleza. Se estremeció ya que sabía, sin lugar a dudas, que pronto los encontrarían.
CAPÍTULO SIETE
Stara gritó mientras caía en picada por el aire, agitándose, con Reece junto a ella, Matus y Srog junto a él, los cuatro cayendo de los muros del castillo en el viento cegador y la lluvia, bajando hacia el suelo. Ella se mentalizó al ver los grandes arbustos acercarse a ella rápidamente, y se dio cuenta de que la única razón por la que podría sobrevivir a esta caída sería por ellos.
Un momento después, Stara sentía como si cada hueso de su cuerpo se estuviera rompiendo mientras se estrellaba en los arbustos – que escasamente detuvieron su caída – y continuó hasta que llegó al suelo. Sentía que el viento le había sacado el aire, y estaba segura de que se había lastimado una costilla. Sin embargo, al mismo tiempo se hundió varias pulgadas y se dio cuenta de que la tierra era más suave y fangosa de lo que había imaginado, y que eso amortiguó su caída.
Los otros también cayeron junto a ella, y todos comenzaron a hundirse conforme el lodo cedía. Stara no había esperado que aterrizarían en una ladera escarpada, y antes de que pudiera detenerse, se estaba deslizando con los demás cuesta abajo, todos atrapados en un alud.
Rodaron y se deslizaron, y pronto las aguas brotantes los llevó cuesta abajo de la montaña a toda velocidad. Mientras ella resbalaba, Stara miró hacia atrás sobre su hombro y vio el castillo de su padre desapareciendo rápidamente de su vista y se dio cuenta de que al menos los estaba llevando lejos de sus agresores.
Stara miró hacia abajo y apenas logró esquivar las piedras en su camino, yendo tan rápidamente que apenas podía respirar. El lodo era increíblemente resbaladizo, y la lluvia caía con más fuerza, su mundo giraba a la velocidad de la luz. Ella intentó ir despacio, sujetándose del lodo, pero fue imposible.
Mientras Stara se preguntaba si esto terminaría alguna vez, se llenó de pánico al recordar hacia dónde conducía esta pendiente: justo al lado de un acantilado. Ella se dio cuenta muy pronto de que si no paraban pronto, todos morirían.
Stara vio que ninguno de los otros podía dejar de deslizarse, todos iban agitándose, gimiendo, tratando con todas sus fuerzas, pero era inútil. Stara vio con temor que la caída se aproximaba rápidamente. Sin forma de detenerse, estaban a punto de ir directamente al despeñadero.
De repente, Stara vio a Srog y a Matus virar a la izquierda hacia una pequeña cueva situada en el borde del precipicio. De alguna manera lograron estrellarse en las rocas con los pies por delante, deteniéndose justo antes de que fueran al despeñadero.
Stara intentó cavar sus talones en el lodo, pero nada funcionaba; simplemente giró y dio volteretas, y viendo que el precipicio se acercaba a ella gritó, sabiendo que estaría sobre el borde en cuestión de segundos.
De repente, Stara sintió una mano áspera agarrando la parte posterior de su blusa, ralentizando su velocidad y luego deteniéndola.